Phillippe Lachermeier, El diario secreto de Pulgarcito, ilustrado por Rébecca Dautremer, Editorial Luis Vives, 2010, 206 pp.
Cortesano en el reinado de Luis XIV, Charles Perrault (1628-1703) llegó a ser el consentido del monarca, casi toda su vida se desempeñó como funcionario de dicha corte en la que fue ascendiendo de a poco hasta que alcanzó el lugar del consentido. (Fue también miembro de la Academia Francesa, 1671).
Charles Perrault
Si hubiera seguido por ese camino, nadie sabría quién es, sin embargo su aburridísima vida de burócrata lo llevó a escribir. Pero vaya ironía, aunque su obra más basta son textos más bien plagados de lambisconerías para el monarca ya mencionado, en realidad la literatura y nosotros lo recordamos por sus narraciones infantiles, en muchos casos retomadas de narraciones populares, a las que les proveyó del tono literario y una moraleja final.
La primera recopilación de estos cuentos (de la cual, en realidad, la autoría es dudosa) se tituló Historias o cuentos del pasado (1697), y fue más conocido entre la gente como Los cuentos de mamá Gansa (por una ilustración que tenía en la portada). El libro incluía los cuentos “La bella durmiente del bosque”, “Caperucita Roja”, “Barba Azul”, “El gato con botas”, “Las hadas”, “Cenicienta”, “Riquete el del copete” y “Pulgarcito”.
De cualquier manera, es cierto, que hoy en día las narraciones originales apenas se conocen, siendo como han sido expropiadas por el vulgo, que por lo general las cuenta y las recuenta como le viene en gana. Sin embargo las historias originales contaban con una pluma precisa, deliciosamente humorística y empeñada en mostrar a los más pequeños las desgracias de la vida mediante ironía, ingenio y guasas.
Aunque conviene remontar el tiempo y releer las historias originales, de tanto en tanto uno se encuentra con garbanzos de a libra que es mejor recordar y recomendar. Es así como tres siglos y tantos después llega un autor francés, Philippe Lechermeier, y retoma la historia de “Pulgarcito” para escribir una historia si no nueva, al menos sí, enriquecida, hablo de El diario secreto de pulgarcito. Además de la maravilla textual que se nos presenta, el cuento está hermosamente ilustrado por la ya famosa Rebecca Dautremer, que no sólo es ilustradora, si no artista del lápiz y los aguafuertes.
Philippe Lechermeier
Si usted recuerda la historia, sabrá que Pulgarcito es el más pequeño de sus siete hermanos (se dice que tiene el tamaño de un dedo pulgar, de ahí su nombre), a quienes la naturaleza parece jugarles una vacilada, pues mientras a Pulgarcito no lo provee de tamaño, a ellos los desprovee de inteligencia. La madre de Pulgarcito ha muerto, así que los siete niños viven con su madrastra y su padre; la familia no la va pasando bien, así que una noche, la pareja decide abandonar a los niños en el bosque pues no tienen con que alimentarlos. Pulgarcito escucha el plan y decide hacer uno propio para rescatar a sus hermanos.
Al otro día los llevan al bosque y Pulgarcito logra que todos vuelvan a casa. Pero el abandono se repite, y en la segunda ocasión el plan de Pulgarcito falla, de manera que los niños tienen que vagar pues no saben cómo volver a casa. En el bosque se encuentran una extraña casa que resulta ser la de un ogro a quien le gusta comer niños. De nuevo, es Pulgarcito quien idea una treta para salvar a sus hermanos, pero cuando el ogro se da cuenta del engaño se enfunda sus botas siete leguas (llamadas así porque con cada zancada se recorre esa distancia), y persigue a los chavales por el bosque. Una vez más, la inteligencia de Pulgarcito gana y es él quien se apropia de las raudas botas, que le ayudan a convertirse en el velocísimo mensajero del rey, quien lo recompensa con un excelente salario, y esto ayuda para que la familia de Pulgarcito jamás vuelva a pasarla mal.
Rebeca Dautremer
Todo esto se cuenta en este libro, pero no sólo eso. Lechermeier ha dotado a la narración de un tono audaz y chispeante, muy hecho para los niños de ahora, que seguro se aburrirían sobremanera de leer las moralejas de Perrault, pero que se carcajean en serio cuando leen las ocurrencias que en esta ocasión Pulgarcito registra en su diario. Vaya, que no son ocurrencias, ciertamente, es el registro de la vida cotidiana de un niño que vive en un ambiente hostil y que debe sobreponerse a su pequeño tamaño, y al hambre constante y a sus seis hermanos todos lerdos y tontos, a su madrastra Popeta, y claro, al amor… el amor secreto que siente por Marimota (dentro del libro, cada que aparece este nombre hay un corazoncito al lado, justo como hace uno cuando es niño).
Como menciona el título, el libro está narrado como diario, incluso contiene su propio santoral: “Domingo: San Gilplasto: Acabó lejos del mundo, como un viejo vagabundo, meditando en un peñasco”, o “Lunes: San Hugonote: San Hugonote tiene pelo en el bigote. Santa Ingrata tiene pelos en las patas”. Está escrito con una tipografía infantil, en rimas cortas, siempre muy chistosas, y claro, como todo cuaderno de niño, tiene tachones, borrones, incluso la portada y otras partes se sostienen apenas con cintas adhesivas. Lechermeier tiene ya una larga trayectoria como narrador infantil, cuya obra ha ido creciendo conforme el tiempo y sus hijas, pues comenzó a escribir para ellas, entre otras de sus obras pueden contarse La valija, Cuando yo era un lobo, o Los jardines colgantes.
No se preocupe, lo de la cinta adhesiva es un recurso de ilustración supongo que ideado por la fantástica Rébecca Dautremer que con su excelente trabajo ha ido ganando un espacio en el mundo del arte para la ilustración (lo último que ha hecho, es la ilustración de la novela Seda, de Alessandro Baricco). En sus imágenes, Dautremer echa mano de recursos como el collage, el recorte, la tipografía, el gouaché, la acuarela, pegotes, lápices, y hasta fotografías. De ella es probable que ya conozca el muy famoso Princesas, o Cyrano o Swing café (sí, un libro de jazz para niños).
Si usted quiere este libro, es sabrosamente recomendable, sólo le aviso que aliste el martillo para quebrar su marranito porque no es nada barato, pero a cambio, vale cada uno de los pesos; si sus niños no leen, éste es un buen material para introducirlos de a poco en la lectura, y si ya lo hacen, amarán profundamente este diario. Y si no tiene niños, qué más da… ¡es tan hermoso!
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Lunes
Hoy es San Nazario
En San Nazario ¡pasando los calvarios!
Me llamo Pulgarcito.
“Mi Pulgarcín”, decía mi madre, mi querida madre que se fue para siempre. Sin embargo, nuestro padre, nuestra madrastra (que no es nada guapa, ojo, es más fea que un piojo) y mis seis hermanos me llaman con diferentes apodos. No pasa un solo día sin que alguno me venga con una brillante idea llena de ironía.
Mis apodos más frecuentes:
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