En las crónicas sobre las hazañas de los niños triquis en el basquetbol, un rasgo frecuente resaltaba: en muchas de las notas los reporteros indicaban que varios de los niños triquis no hablaban español. La mera mención de este hecho deja mucho qué pensar. En los casos en los que las personas que hablan español como lengua materna obtienen importantes logros deportivos nunca se enfatiza en las notas cuál es su situación lingüística, nunca nos indican la lista de las lenguas indígenas mexicanas que El Chicharito no puede hablar. Creo que nunca he leído una nota que relate “La selección mexicana de futbol ganó el partido a pesar del breve tiempo que hubo para entrenar y a pesar de que varios miembros del equipo no hablan tojolabal ni inglés”. ¿Cuál es la reelevancia de enfatizar una de las muchísimas lenguas que los futbolistas de la selección no dominan? Absolutamente ninguna. Nadie menciona cuál es la situación lingüística de los futbolistas mexicanos que juegan en equipos de Alemania. Pocas veces nos enteramos de sus cuitas con el idioma. Así de absurdo resulta mencionar que los niños basquetbolistas triquis no hablan español.
El diario español El País publicó una nota (http://internacional.elpais.com/internacional/2013/11/02/actualidad/1383362297_180555.html) en la que se menciona que uno de los niños triquis “apenas sabe español”. Al leer estas líneas inmediatamente me pregunté si el periodista habla triqui y si aprendió algunas frases útiles antes de viajar a la región en la que se habla esta lengua. La importancia intrínseca que tiene el hecho de que el periodista no hable triqui es la misma que tiene el hecho de que el niño no hable español. Si existen problemas para comunicarse, éstos se derivan en igual medida de ambas partes. Incluso me atrevería a decir que el periodista tiene mayor responsabilidad en aprender o informarse sobre nociones básicas de la lengua del lugar al que visita. Si un reportero inglés cubre noticias en Buenos Aires, se espera que, como parte de la preparación que evidencia su grado de profesionalismo, se informe de aspectos básicos del español, la lengua del lugar que visita. Sin embargo, a pesar de que el periodista no habla triqui, escribe en el texto que un niño triqui “apenas habla español” en un contexto en el que tal mención no explica nada, no es pertinente, es irrelevante o tiene la misma relevancia que el hecho de que el periodista mismo no habla triqui.
O tal vez la frase “apenas habla español” lo muestra todo, tal vez en esa frase se encierra la verdadera explicación: tu lengua materna se vuelve información relevante cuando no es la lengua de estado. Indicar que no hablas la lengua que utiliza el gobierno se vuelve entonces, de manera absurda, un símbolo de tu atraso social. Una persona puede hablar mixteco, mepha y náhuatl. No importa que sea trilingüe, lo verdaderamente terrible es que no habla español. Una persona puede hablar sólo español. No importa que sea monolingüe, lo verdaderamente terrible sería que sólo hablara popoloca.
Con estas afirmaciones, pareciera que los problemas que en este país supone hablar una lengua indígena son efectivamente de la lengua indígena misma. De ahí en adelante, decir que alguien no habla español se vuelve sinónimo de problema, de pobreza, de exclusión, de desventaja a enfatizar. El problema se translada a la lengua en sí y no a las circustancias sociales en las que se habla. El problema educativo que presenta un niño que habla tarahumara tiene que ver con el hecho de que no habla español y no con el hecho de que se le presente el conocimiento en una lengua distinta de la suya. El problema ya no es que el Registro Civil no pueda realizar trámites en mixe, la lengua del lugar, el problema es que la mayoría mixehablante no habla español, la lengua de los pocos funcionarios del Registro Civil. Poco a poco, el problema se traslada a las lenguas indígenas y a sus hablantes de modo que al final, ya sin mayor explicación, “no hablar español” se vuelve el problema que lo explica todo, se vuelve un equivalente de desventaja que ni siquiera hay que justificar ya.
Ni la aparente desventaja de ser hablante de una lengua indígena ni la aparente ventaja del español son características intrínsecas de estos sistemas lingüísticos, ni la amenaza que pende sobre la vida de una lengua como el oluteco está dado de antemano ni la pujanza del inglés es un rasgo con el que nació está lengua.
Muchos de los aparentes problemas de las lenguas indígenas no son de las lenguas indígenas, son problemas propios de la existencia de una lengua en contextos de colonialismo. No son problemas intrínsecos. Y dado que no lo son, las circunstancias que vuelven una desventaja el hecho de hablar chontal y una obvia ventaja hablar sólo español se pueden y deben cambiar. Hay que estudiar, evidenciar y combatir las causas. Tal vez si esas circunstancias fueran distintas, no habría razones por la que los medios de comunicación tuvieran que enfatizar las lenguas que un deportista no sabe hablar. Y tal vez, sólo tal vez, el hecho de que un deportista triqui no hable español importe exactamente lo mismo que el hecho de que Michael Jordan no sepa hablar checo: nada.
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Excelente análisis de la sociedad posmoderna que nos venden…