Imagina. Vas a una librería en alguna ciudad. Hojeas algunos ejemplares antes de dirigirte a la sección del libro que estás buscando. Le echas un ojo a un diccionario que no comprarás ahora pero que te gustaría adquirir después. Todos los libros que revisas tienen una característica en común: son bilingües español-inglés. No importa el tema del que se trate, los libros sobre ciencia, los de literatura y los de historia son bilingües. No hayarás niguno que sólo esté en español. Ni siquiera los diccionarios. Es más, no podrás tener un diccionario en el que tanto las palabras como sus definiciones estén sólo en tu idioma. Encontrarás que siempre la palabra estará en español y su definición siempre en inglés. Tal vez no es tan grave, piensas, qué bien que puedo tener la información en dos lenguas, piensas. Pero te das cuenta de que eso no sucede con el inglés: los libros en inglés son generalmente monolingües, las palabras en sus diccionarios se definen en su propio idioma y las páginas de los libros sobre ciencia no aparecen con su traducción al español en la página de enfrente. Los lectores en inglés pueden tener libros sólo en su idioma sin tener siempre al español en el espejo de la página de enfrente. ¿Por qué esto sí sucede con el español y no con los libros del inglés?
La situación descrita no es sólo un ejercicio de imaginación. Esto es lo que sucede en la actualidad con la mayor parte de la producción de libros en las diferentes lenguas indígenas del país. Los diccionarios y vocabularios tienen entradas en chinanteco y se definen en español, los libros de poesía en maya casi siempre nacen bilingües maya-español, las antologías de cuentos mixes siempre se presentan con páginas en espejo que presentan la traducción al español, incluso los libros que recopilan las narraciones de tradición oral en diferentes lenguas indígenas son publicados en una versión bilingüe en el mejor de los casos, o en el peor, sólo en español.
Los libros en español casi nunca se publican en versiones bilingües en una primera edición. Encontrar un libro de ciencia, de historia o de cuentos bilingüe, cuando originalmente están escritos en español, es muy extraño. Es aún más extraño que estos libros que nacen en español se publiquen en ediciones bilingües en el que el segundo idioma sea una de las lenguas indígenas de México. Las primeras ediciones de los libros en español son monolingües como casi siempre sucede con lenguas como el ruso, el inglés o el alemán. Generalmente se asume que la traducción se creará, si se crea, ante una necesidad distinta y posterior: un libro en español que después se traduce al alemán casi siempre será publicado sólo en alemán. Una edición bilingüe en estos casos es casi siempre una edición de lujo.
¿Por qué casi todos los libros en lenguas indígenas son bilingües? Se argumenta que ante la falta de personas que hayan aprendido a leer y escribir en estas lenguas es necesario tener como auxiliar el español que es la lengua en la que ha sido alfabetizada la mayoría de los hablantes de lenguas indígenas en el país. Se dice también que con ediciones bilingües se tienden puentes interculturales que permiten que los hablantes de español puedan también leer estos libros. Las consecuencias que observo no son las más halagüeñas, al menos en los casos que conozco de cerca estos libros bilingües sólo terminan leyéndose en español, los hablantes de español porque, en general, no hablan una lengua indígena y los que las hablamos porque preferimos acceder a la información de manera directa en la lengua en la que hemos sido alfabetizados. Esto reproduce el ciclo: no sé leer en mi lengua así que leo en español y como existe la versión en español casi nunca hago el esfuerzo de aprender a leer en mi lengua.
Ante el argumento de que los libros bilingües tienden puentes interculturales no tengo mucho que contra argumentar, creo que es verdad. Lo que me pregunto es por qué estos puentes se tienden de un solo lado, si de versiones bilingües hablamos no estaría mal que también las primeras ediciones de los libros en español nacieran bilingües o trilingües: sería genial que el último libro de Alberto Chimal se publicara en español, chatino y mixe en su primera edición, la columna de Cristina Rivera Garza pudiera ser leída en español o en mixtecto, Una semana en Lugano de Francisco Hinojosa publicado en español, rarámuri y tepehua. ¿Se imaginan?. Si de construir puentes interculturales hablamos, ya lo dijo Cortázar, como tanto me gusta citar, los puentes no se sostienen de un solo lado: necesitamos que de aquel lado del río de la diversidad lingüística también se construya el camino.
Mientras tanto creo que tenemos derecho a tener publicaciones monolingües en lenguas indígenas, libros que al estar escritos sólo en chichimeco o en otomí despierten en sus potenciales lectores la necesidad de aprender a leer en su propia lengua, un derecho y un placer que ha sido negado desde hace tanto tiempo. Libros monolingües que nos hagan evidente lo evidente: que es posible acceder al conocimiento que guardan los libros en cualquier idioma sin la necesidad de ser auxiliados por el español. Por supuesto que cada libro que sea publicado en versión monolingüe debe estar acompañado de su propia estrategia de creación de lectores, de espacios en lo que se compartan las estrategias para aprender a leer en chontal, en popoloca o en zoque. Los libros monolingües en guarijío no están condenados a quedarse sin lectores si nos empeñamos en crearlos.
Afortunadamente son cada vez más los libros que se publican monolingües en lenguas indígenas, afortunadamente cada vez más cuestionamos la idea de que los libros en lenguas indígenas sólo pueden nacer en versiones bilingües. ¿Que no queremos compartir estos libros con los hablantes de español? Nada de eso, si existe la necesidad por parte de los lectores, creo que la traducción la lengua de García Márquez se realizará (y con suerte habrá muchas traducciones de un solo libro como sucede en español) y se publicará en versión bilingüe, o monolingüe en español, ya que vemos que nadie se escandaliza porque la traducción de los poemas de Walt Whitman, originalmente en inglés, se publiquen sólo en español. Con suerte, estos libros también podrán traducirse después al amuzgo, al italiano, al tlahuica o al francés.
Ya entrados en los amplios terrenos de la utopía tal vez pronto tengamos una versión bilingüe de algún libro publicado originalmente en purépecha, en edición purépecha-mixe, o algún otro en mixe-japonés, no sé, tal vez pronto.
P.D. Un par de libros publicados en versiones monolingües en lenguas indígenas, ¿alguien gusta traducirlos al español?
- Kupyum (José Guadalupe Díaz) 2008. Ii’pyxyukpët. Oaxaca, México, CEA-UIIA.
Pancho Nácar (Francisco Javier Sánchez Valdivieso) 1973. Diidxa’ sti’ Pancho Nácar. Juchitán, Casa de la Cultura del Istmo. Traducido 34 años después por Irma Pineda