María Auxiliadora Álvarez,
Experiencia y expresión de lo inefable:
La poesía de San Juan de la Cruz,
Benemérita Universidad Autónoma
de Puebla / Ediciones del Lirio,
México, 2013.
Hace más de cuatrocientos años San Juan de la Cruz (1542-1591) creó uno de los legados estéticos más altos de nuestra lengua, y uno de los testimonios místico-teológico fundacionales en la espiritualidad de Occidente. Los tres grandes tratados poéticos: Subida al Monte Carmelo. Noche oscura del alma (1578-1584), Cántico espiritual (1578-1586) y Llama de amor viva (1584-1591) —todos ellos acompañados de sus respectivos comentarios—, mantienen vigente su mensaje y enseñanza (además de la belleza de su misterio), así como la reflexión en torno a su clarificación y posibilidades de análisis.
El ensayo de la autora venezolana —especialista en mística y literatura, y profesora en Oxford University, Ohio—, María Auxiliadora Álvarez (Caracas, 1956), titulado Experiencia y expresión de lo inefable. La poesía de San Juan de la Cruz, busca aportar e integrar elementos de estudio y ampliar la discusión en torno a los distintos abordajes a la poesía del santo desde una visión que conjuga la experiencia escritural de una poeta que ha indagado (haciendo una paráfrasis a propósito de uno de sus poemas) en “los tenues resplandores que somos de otra luz” (y que realmente los ha atisbado); la amorosa investigadora de la poesía sanjuanista y la estudiosa de los aspectos teológicos que dicha escritura implica.
María Auxiliadora señala que, históricamente, se ha tendido a realizar “una adaptación a lo divino de la poesía secular” y, sin embargo, en contraposición, desde esta —podría decirse— “praxis metapoética” que lleva a cabo, la autora plantea “dónde se separa la poesía mística de la secular”.
De acuerdo con los énfasis sobre la naturaleza de la obra sanjuanista que la investigadora va desarrollando, comprendemos que estamos ante una escritura compleja y multidimensional en los universos que contiene: es una obra esplendente y plena en las “verdades del espíritu” a las que el santo llega infusamente a partir de su vivencia del “amor divino”, es decir, tiene su origen en una experiencia honda y real del ser; es un tratado de reflexión dado el conocimiento y propuesta teológica que San Juan enriquece respecto de la tradición en la que abreva; es una composición estética de suma belleza dado el talento poético del autor; también es renovadora debido a la capacidad de asimilación de sus maestros clásicos, latinos y españoles, y las alturas del idioma que alcanza ya que, como lo han señalado los estudiosos del tema, “expresar lo inexpresable” es una paradoja que entraña, en sí, un desdoblamiento del verbo: en tanto el lenguaje humano proviene de una conciencia finita y limitada en un espacio-tiempo-materia, y el asunto poético es de una índole más allá de estos umbrales, el poeta buscará, por añadidura, rebasar su habla limitante y deconstruirla en una búsqueda de “recursos” fonético-lingüísticos-conceptuales para alcanzar una posible expresión de lo inefable. De ahí que, me permito afirmar, la poesía mística, contrario a lo que en el contexto de cierta poesía secular contemporánea mexicana se tiende a sostener (generalmente por ignorancia), es una escritura de búsqueda de lenguaje por excelencia, entendiendo esta experimentación en sus diversas exploraciones formales pero no como una negación del significado, del verbo que actúa, rememora, reflexiona, columbra y dice. Más bien, y al contrario, este verbo en movimiento, dada la búsqueda de lo inefable en que es desarrollado, se potencia y amplía en sus significaciones y posibilidades.
Es decir, estamos ante una obra que ha vislumbrado-reflexionado en cuerpo-verbo, alma-intelecto, los procesos y naturaleza del espíritu, y ante un trabajo profundamente visionario, renovador y vigente, en tanto ha ampliado los cauces de entendimiento y reflexión de cada uno de estos campos de ejercicio, aspecto que, puede señalarse, sería parte de una voluntad y ejercicio de vida. Como dice María Auxiliadora: “San Juan de la Cruz llevaba el signo del precursor y del creador inmerso en su elevación mística”, para citar, inmediatamente, las palabras del carmelita Crisógono de Jesús en San Juan de la Cruz: Vida y obras completas:
Ecléctico e inconformista por naturaleza, atrevido ya en su tiempo, intuitivo y de una capacidad asimiladora y de síntesis fuera de serie, resulta en definitiva original con portentosa creatividad. Manipula lo que leyó, escuchó y vio, y lo observa y presenta a la luz de una visión contemplativa, cuya poética y sutil dialéctica hacen saltar a raudales, por los bordes de su tiempo, las más complejas vivencias humanas y de fe (p. 15).
En ese orden, citando a María Auxiliadora, “en razón del trasfondo constitutivo de la poesía sanjuanista”, nos situamos ante una escritura cuyo abordaje implicaría una inmersión e identificación plena de tres esferas de acción: la revelación mística y la teología que sostiene y es sostenida por dicho misticismo, y la poética de lo inefable, además de la exacta clarificación de la “sutil dialéctica” a partir de la cual va interactuando una esfera con otra para conformar el texto. Es decir, estaríamos ante un abordaje integral de la mística, la teología y la poética del escrito sanjuanista.
El libro de María Auxiliadora es una puesta al día de esta visión, un énfasis en estas distinciones con mira de columbrar, imbricar, “con la mente metafórica del poeta”, y con la vivencia real de una aspiración a lo inefable además del rigor del estudioso-amoroso, “el complejo entramado sanjuanista entre la poesía, la mística y la teología”. Afirma María Auxiliadora:
Nos aproximamos a la obra de San Juan desde dos puntos de vista diferentes aunque concomitantes: la forma poética (el género de expresión que corresponde al aspecto literario) y la base subyacente del conocimiento de Dios (teología) y del amor divino (misticismo), porque estos conceptos representan el eje de sus tres poemas mayores (p. 23).
Así, la autora reflexiona sobre las aproximaciones a la obra de San Juan en el tiempo, y revisita sus planteamientos en miras de apostar por su proyecto, es decir, realiza un “análisis del devenir de la crítica”. Por ejemplo, señala determinadas tendencias históricas “ya muy cuestionadas”, según María Auxiliadora, que no han identificado o reconocido (y por tanto han separado), la naturaleza espiritual del texto, privilegiando el análisis literario, por ejemplo, en sus relaciones estilísticas con la poesía secular de sus contemporáneos y de sus antecedentes; también, la autora señala otras tendencias que han potenciado el abordaje teológico y que finalmente privan “a la poesía mística tanto del sentido experiencial de la búsqueda de la trascendencia como del sentido de la factura propia hacia una renovación simbólica del lenguaje” (p. 34). Cito alguna de estas referencias a las que alude María Auxiliadora:
Según José Ángel Valente, el conservadurismo de ciertos medios académicos, incluyendo las opiniones de Dámaso Alonso y Jorge Guillén, quienes antagonizaban lo espiritual a lo humano, había impedido una lectura más fiel y fidedigna de los textos sanjuanistas (p. 24).
Son diversos y varios los puntos de discusión y las materias de abordaje en la poesía de San Juan. Son años de interacción, retroalimentación y revisiones, como es natural, de los paradigmas y criterios de análisis (según el desarrollo de los instrumentos de reflexión de cada época), que María Auxiliadora enuncia. Como ella dice, “hay una larga historia de coincidencias y divergencias […] en la larga dialéctica sostenida entre los críticos, los teóricos y los teólogos que se ocupan de la poesía mística de San Juan” (p. 31).
Pero justamente estas muchas y variadas dificultades de la crítica para “abordar la poesía de lo inefable” son puestas en escena para que la autora vaya señalando y retomando los vislumbres que permearán y cobijarán su propuesta, empezando y terminando con el reconocimiento en sí de “lo inefable”, y de la identificación de las formas estéticas en que este elemento podría manifestarse, reverberar, presentirse, en el texto místico.
Por ejemplo, en torno a la naturaleza tan especial de esta poética, María Auxiliadora nombra aquellos estudios que toman en cuenta “la autonomía del texto místico a través de la inefabilidad de la experiencia” (p. 34) y, en ese sentido, la posible identificación de esta poética en autores que han reconocido “el espacio interior y el lenguaje propio de la mística”.
En ese orden, consecuentemente, María Auxiliadora señala especialistas para quienes este carácter de expresión de la inefabilidad conlleva, como se dijo, una exploración del lenguaje: “Según Manuel Ballesteros, el estudio estilístico debe tomar en cuenta a la palabra mística en su autodestrucción formal que se constituye en su rigor poético” (p. 29).
Por otra parte, también señala la gran riqueza referencial de los textos sanjuanistas que la crítica ha destacado, sin limitarlos, como en análisis precedentes, a sus relaciones con la poesía secular de su tiempo.
De estos estudios emerge el reconocimiento de uno de los más significantes logros de la poética de San Juan de la Cruz como lo fue el de reunir y amalgamar una pléyade de las más variadas poéticas sagradas y seculares conocidas hasta entonces, y no solamente de sus coterráneos. Esta miríada de poéticas e incursiones en lo divino es de una amplitud asombrosa (p. 27).
Asimismo, señala otras referencias, entre ellas fuentes populares pero renovadas, reelaboradas con “exquisitez renacentista”.
Después de estas reflexiones, María Auxiliadora inicia el desarrollo de su visión crítica y señala varios elementos en los cuáles vierte su análisis y de los cuales se mencionará el símbolo debido a su potencia y la calidad de este como un recurso de lenguaje propio de la poesía mística. Pero no hablamos del símbolo per se. Si bien, en su carácter polisémico y arquetípico el símbolo podría “nombrar” lo invisible, dicho símbolo tiene que estar cargado, anegado en sus venas, de la ascesis y la experiencia mística.
De esta forma, la poeta identifica una trilogía fundamental de símbolos imbricados uno en otro; uno consecuencia del otro; uno reflejo del otro y viceversa, que permean la poesía de San Juan: 1) el matrimonio espiritual, 2) la noche y 3) la llama, y que, de acuerdo con la visión de María Auxiliadora, vistos en sus interacciones y dialécticas, vistos a la luz de su carga mística, de su desarrollo estético y de sus alcances de lenguaje, y en su calidad de elementos para la reflexión teológica, nos darán luz y claridad en lo invisible. Por citar un ejemplo para ilustrar lo anterior, dice la autora:
El símbolo de la noche es un poderoso emblema que atraviesa la poesía, la mística y la teología sanjuanista. Este símbolo aparece espléndidamente en los tres grandes tratados del santo: Subida al Monte Carmelo. Noche oscura del alma, Cántico espiritual y Llama de amor viva, desarrollándose de forma exhaustiva en los comentarios compartidos entre Subida y Noche, y también en los comentarios a Llama de amor viva y al Cántico espiritual (p. 44).
En ese orden, en los poemas del santo, de acuerdo con ejemplos que enuncia María Auxiliadora Álvarez, podríamos observar cómo La noche, con su carga simbólica dentro de la mística, se va descomponiendo gradativamente en diversas umbrías como hecho natural enunciado a partir de diferentes recursos poéticos. Sin embargo este desarrollo lumínico-estético no es circunstancial ya que implicaría el tránsito del espíritu de la oscuridad a la luz, es decir, en términos de la mística cristiana, su camino por las tres vías de ascesis que esta mística ha señalado, la vía purgativa, la iluminativa y la unitiva, por lo que contendría un planteamiento, una reflexión en torno a este proceso del alma. Dice la investigadora:
Tanto en la exposición poética, como en la significación mística y la explicación teológica sanjuanistas, el símbolo de la noche representa una ceguera del espíritu que engloba en sí diferentes penumbras. San Juan describe consecutivamente las oscuridades gradativas de la noche mística con miras al desarrollo teológico de la misma imagen poética resurgente en varios de sus poemas (p. 43).
Muchos y varios, como se dijo, son los intentos de abordaje de esta obra fundacional. Pero una obra tan compleja donde pulsa lo inefable, donde el lenguaje humano-encarnado se disuelve para tratar de expresar esto inefable, donde el conocimiento reflexiona y amplía los caminos ascéticos, donde la poesía mística, en su poder y belleza, en su eco de significados, en su misterio, nos ha dejado una gran empresa. Nos ha dejado en, utilizando una hermosa metáfora sanjuanista, una “noche oscura”, pero del lenguaje. Como dice María Auxiliadora, “esta noche oscura del lenguaje, donde mora lo inefable, nos deja a todos en la más completa indigencia de abordaje y comprensión” (p. 31).
Sin embargo, esta investigación de la poeta María Auxiliadora Álvarez es una llama de amor viva que alumbra la poesía de San Juan; “el fuego del día en la casa de la oscuridad”, como dice la misma Auxiliadora en uno de sus versos; una luz y guía en el corazón de esta noche oscura del alma donde, aludiendo al proceso ascético de las tres vías, ya se acerca la luz, el Alba, la Unión que, en este caso, sería la develación, en toda su magnitud y complejidad, del cántico numinoso de San Juan.
Este libro, escrito por una poeta de nuestro tiempo, por una poeta delicada, fina y contemplativa, por una poeta de amplios y variados registros modernos del lenguaje, por la estudiosa en mística y teología, es un crisol en el que convergen las materias del amor divino, de la poesía y de la razón que nos permite acceder de una manera más completa a ese, dicho a la manera de San Juan, “no se qué que quedan balbuciendo”, a esa una-otra claridad de lo invisible, en la noche oscura de nuestras palabras y de esta modernidad violenta y secularizada en que vivimos donde el mensaje de amor sanjuanista acaso fuese un cauterio. ~
_________
CLAUDIA POSADAS (Ciudad de México, 1970) es poeta, periodista y promotora cultural. Ha sido becaria del Fonca-Conaculta y de la Fundación Nuevo Periodismo Latinoamericano. Sus poemas han sido antologados en RevistAtlántica de Poesía. Poesía mexicana contemporánea (Cádiz, 2006); El oro ensortijado. Poesía viva de México. Antología (2010), y en los Anuarios de poesía mexicana 2004, 2005 y 2006 editados por el FCE. En 1997 obtuvo el primer lugar de poesía en el XXIX Concurso de la revista Punto de Partida, y en 2009 el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines.