Lejos y atrás habían quedado los tiempos en que uno aprendía por el sólo hecho de asistir a las Comisiones del IFE, cátedras de política en que los consejeros revisaban el trabajo de las áreas. En 1999, por ejemplo, los directivos de la Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoral y Educación Cívica presentaron un proyecto para que todas las empresas refresqueras, pizzerías, restaurantes de comida rápida, etcétera, coadyuvaran a la promoción del sufragio. Uno de los consejeros se opuso con un argumento claro como el agua: “no es conveniente que el IFE promueva el voto auxiliado por empresas porque muchas de ellas integran asociaciones nacionales que están muy lejos de ser neutrales en la contienda. Además, la atribución del IFE es exclusiva”. Y san se acabó, los argumentos pesaban en ese Consejo General capitaneado por José Woldenberg. En 2006, sin embargo, las cosas fueron distintas porque los partidos quisieron títeres:
– ¿No podrían quitarle los vellos de la espalda? Perdón, perdón que insista, pero el IFE es una institución comprometida con la higiene democrática de las familias mexicanas y no creo que debamos permitir que, en cadena nacional, uno de los personajes de nuestros anuncios para promover la democracia salga en camiseta y se le vean todos esos vellos de la espalda.
Los restantes consejeros dejaron de mirar a la consejera de la voz chillante y posaron su atención en el jefe de la casa productora que había ganado la licitación. Estaba muy contento, dicen, porque su agencia a la deriva se había salvado del naufragio en virtud del contrato multianual ganado para producir los anuncios del IFE durante el proceso electoral 2005 y 2006.
–Como usted sabe, consejera electoral y licenciada –dijo este último– ya filmamos todos los episodios y ahora estamos en proceso de edición. Ya no podemos grabar todo nuevamente, ya no hay forma de ponerle una playera al Sr. Casillas.
–Pues si están editando –dijo la consejera con su voz de displicencia permanente– ¿no podrían cubrir digitalmente el cuerpo del Señor Casillas y ponerle una camisa como Dios manda? Perdón que insista, pero no creo que sea conveniente que se le vea todo ese vello en la espalda. Es que ¿no me entienden? El mexicano y la mexicana promedio pueden reaccionar mal y perderíamos la credibilidad que al IFE le ha costado tanto ganar.
Con el anterior Consejo las cosas eran distintas: las agencias de publicidad que habían producido el “pero te peinas cuñado”, o que en su momento diseñaron al personaje del Camaleón dorado y su camaleonina, o que lanzaron el “así te ven quienes quieren comprar tu voto”, pudieron trabajar libremente sin tener que sentarse entre todos los consejeros electorales para que les revisaran uno a uno los parlamentos del guión. El anterior Consejo trabajaba de otra forma, comprometida claro, pero eficiente porque tenían experiencia.
La campaña publicitaria de la familia Casillas, como era de esperar, fue un completo fracaso y los recién estrenados Consejeros Electorales buscaron culpables que pudieran salvar su negligente y desordenada intromisión. Lo cierto es que no tenían ni idea de nada porque tanto la consejera de la voz chillante como cada uno de sus colegas – un abogado al que habían sacado de su despacho corporativo, un administrador que pidieron prestado a su banco y que más tarde volvió al mismo, un rockero al que le quitaron la guitarra eléctrica y el chicle y lo sentaron y peinaron, y esta licenciada, voz del mundo de la publicidad, todos sin idea de lo electoral– fueron producto de la negociación del 2004 entre Elba Esther Gordillo, el PRI y el PAN, negociación que dejó fuera del IFE al PRD por haber neceado con que quería mano para nombrar al Presidente del instituto, integrando así al peor Consejo General de la historia del IFE y quizá del mundo entero.
Ojalá las cosas se hubieran quedado en este nivel de anécdota y risa surrealista. La desgracia para todos es que mientras estos curiosos advenedizos hacían y deshacían, maltrataban a la estructura del Servicio Profesional Electoral o desoían las resoluciones del área Ejecutiva del IFE que sí tenía la experiencia y el conocimiento que a ellos les faltaba, se acercaba volando el 2006 y decenas de malas decisiones descarrilarían en lo que todos conocemos. Para muestra un botón: ordenaron firmar convenios de promoción del voto con asociaciones de empresas, mismas que luego alegarían que se les permitió promover el voto “a su manera”. Otro ejemplo algo peor: ¿qué parte de la obligación que tenían los partidos de abstenerse de cualquier expresión que implicara diatriba, calumnia, infamia, injuria, difamación, o que denigrara a los ciudadanos, a las instituciones públicas o a otros partidos políticos y sus candidatos durante las campañas electorales y en la propaganda política utilizada durante las mismas, no les quedaba clara a aquellos consejeros?
Su argumento “entendido en libertades”, objetaba “el paternalismo con que se quería tratar al ciudadano”, y afirmaba que la autoridad electoral no podía ni debía ser censora de las buenas conciencias”… “la conducta que se somete a procedimiento (el famoso “es un peligro para México”) no configura delito, y tampoco implica un rompimiento del orden público, pues los spots no ponen en riesgo la convivencia social”. Sólo que, títeres de sus partidos, se les olvidó que la ley establecía otra cosa, sólo que pasaron por alto que la Junta General Ejecutiva, es decir, el área técnica y experimentada del IFE, había dictaminado contra estos spots. Pero los consejeros desoyeron a quienes sabían. Y aunque el Tribunal Electoral les corrigió la plana, el daño estaba hecho.
Después de este desastre se decidió que siempre hubiera consejeros experimentados y que fueran nombrados de manera escalonada. Y hasta hace poco el problema parecía solucionado. Hoy, por el contrario, tenemos una institución decapitada y el augurio de una nueva que se levanta con el pie izquierdo. Como si no se necesitara la experiencia de quienes dirigen la autoridad electoral, se han sembrado las condiciones para un INE tan bizarro como el IFE que les cuento. Y si esto no bastara, nuestros legisladores han eliminado a la educación cívica como asignatura federal y la han mandado a las entidades federativas. Me parece que utilizan el mecanismo del chivo expiatorio para proyectar sus culpas, su falta de civismo, en los estados de la República “incapaces ellos sí de actuar cívicamente”.