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Le Petit Resto
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Bartolomé Delmar | 02.05.2013 | 0 Comentarios
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Disfruto mucho cuando no entiendo de las cosas; cuando no me es posible, si quiera, tener un marco de referencia para “no entenderlas”. Ahí es cuando uno, en verdad, no entiende las cosas, cognitivamente hablando.
Explico lo que pudiera ser una obviedad con un ejemplo: se me cruzan en los medios las peticiones de los muchachos “anarquistas” que tomaron el edificio de Rectoría en la UNAM. De ellas, solamente una es ajena a su situación súbita de paracaidistas educativos; que sea posible eximirlos de toda culpa, de aquí a la eternidad, parece ser la manda del día.
Uno fácilmente podría decir que “no entiende” las peticiones de nuestros gritones y profundamente incongruentes disidentes movilizado— porque es verdaderamente hermoso ver cómo es que actúa la tiranía de un anarquismo violento y elitista— que no entiende el porqué de las quejas en contra de algunas partes de la Reforma Educativa, pero ese “no entender” es en realidad una ironía: el hecho es que el “ignorante”, en este caso, lo entiende todo dolorosamente bien, en su absurdo infinito.
Porque es claro que los jóvenes “Rectores” son cobardes escudados por la retórica hueca de una disidencia aparente y completamente enajenada de la forma real de las cosas, ingenua del verdadero funcionamiento de un Estado y sus actores políticos. Porque es evidente que abusan del respeto Sagrado a los derechos fundamentales para tirar piedras por doquier para luego esconder la mano, pidiendo además como única garantía al bien público —que es la Universidad, que es Rectoría— la infantil y patética desmemoria de todas sus culpas. Porque es claro para todo el mundo que la Gioconda no es responsable de la Falange española y que aprender inglés como esfuerzo curricular es tan propio de las tiranías neoliberales, si acaso, como el propio entendimiento del español o la lengua madre. Los marcos de referencia son tan claros y tan aceptados por cualquier ente razonable que el “no entiendo” es producto de la jiribilla, que por alguna razón inexplicable (sí: inentendible) necesitamos usar como especie.
Cuando hablo yo de que “no entiendo” algo, cuando carezco de cualquier marco de referencia para juzgarlo, me refiero a eventos como los de hoy en la tarde. Comí en un restaurante extraordinario de comida francesa. Cuando digo “extraordinario” no me refiero a la calidad de la comida, sino al hecho develado de que, en realidad, no entiendo la comida francesa. No sé por qué es buena. No sabría decir por qué no lo es. Simplemente está ahí, como un extraterrestre al que rara vez visito, quizá con gracia, pero nunca con entendimiento.
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Foto tomada de http://www.flickr.com/photos/roblesr/4625414616/
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