Oaxaca es el estado con mayor diversidad lingüística del país y una de las regiones del mundo con mayor número de lenguas: seis familias lingüísticas y más de cien sistemas lingüísticos distintos sin embargo, el Instituto Nacional de Antroplogía e Historia solo cuenta con una lingüista en Oaxaca, sí, con una sola. Es verdad que la investigación básica y la investigación aplicada son muy distintas pero creo que el trabajo de la lingüística descriptiva y teórica juega un papel muy importante en los procesos de fortalecimiento y desarrollo de las lenguas del país.
En México existen pocos lingüistas y una gran parte de ellos se dedica a estudiar solo una de las lenguas de México: el español. Ciertamente, el problema no es la cantidad de lingüistas que se dedican a estudiar esta lengua –siempre es bueno que haya más– sino el número de investigadores que trabaja con el resto de las lenguas de México. Los lingüistas que trabajan con lenguas indígenas son muy pocos para las necesidades y el contexto actual de la diversidad de lenguas que, dicho sea de paso, tiende cada vez más a desparecer.
El estado actual de la diversidad de las lenguas, las condiciones sociales de muchos de los hablantes de lenguas indígenas y las necesidades de las comunidades de habla hacen que los lingüistas mexicanos (los pocos que hay en comparación con la demanda) se enfrenten a demasiadas exigencias imposibles de cumplir: por un lado, desde sus centros de investigación se requiere que desarrollen un trabajo científico de avanzada, que publiquen en revistas especializadas, que se mantengan al día en cuanto a las discusiones teóricas de su especialidad, que den clases de calidad y que formen alumnos; por otro lado, desde la sociedad civil, desde las propias comunidades de habla y desde las instituciones gubernamentales, se requiere que los lingüistas asesoren en procesos de revitalización de lenguas, que ayuden a desarrollar abecedarios para la escritura, que hagan material didáctico, que desarrollen gramáticas pedagógicas, que terminen diccionarios lo más pronto posible y difundan la riqueza lingüística del país. A pocos investigadores y científicos se les exige tanto; francamente son expectativas imposibles de cumplir, sobre todo considerando que los cuatro años de formación en licenciaturas (como la que ofrece la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la Universidad Autónoma Metropolitana o la Universidad de Sonora) no pueden preparar para tantos retos.
Para cumplir con todas estas necesidades, además de las exigencias académicas de investigación gramatical, que ya de por sí son muchas, los lingüistas tendrían que ser expertos en metodologías para revertir el proceso de pérdida de una lengua, en desarrollo de materiales didáctico, en aspectos teóricos y prácticos para el desarrollo de la lengua escrita, en sociología del lenguaje y en un sinnúmero de conocimientos y habilidades. La carrera de lingüística no cubre todas estas necesidades de formación simplemente porque no se trata de eso. Para que un lingüista pudiera cumplir cabalmente con todo, necesitaría estudiar tres carreras más al menos.
Dada esta situación, los lingüistas que trabajan con lenguas indígenas están sometidos a una presión social y académica extraordinarias. Ser lingüista en México y dedicarse a una lengua indígena implica asumir de facto una gran responsabilidad y compromiso social. Un lingüista que decida solo dedicarse a resolver y explicar un problema teórico que presenta una lengua sin involucrarse con la comunidad de hablantes en procesos de fortalecimiento lingüístico es mal visto, por decir lo menos, aunque nadie se quejaría de semejante decisión si la lengua en cuestión fuera español o inglés. Al parecer, el contexto social de los hablantes con los que un lingüista trabaja tiene fuertes repercusiones en el desarrollo de la propia disciplina. Cada vez que alguien se queja de que un lingüista terminó una gramática de cierta lengua pero que es prácticamente ilegible para sus hablantes por la cantidad de tecnicismos. El hecho de que la haya terminado me parece heroico: es demasiado pedir que una misma persona haga ciencia básica y aplicada al mismo tiempo. Sucede también que cuando un lingüista teórico trata de hacer lingüística aplicada comente errores garrafales a pesar de las buenas intenciones.
Dentro de las propuestas para el desarrollo de políticas lingüísticas adecuadas para la diversidad de lenguas en México, el desarrollo de los científicos de la lengua debe ocupar un lugar muy importante. Es necesario impulsar la investigación básica, crear espacios de formación de lingüística aplicada, que más universidades del país ofrezcan la carrera de lingüística, otorgar facilidades para que los alumnos puedan desarrollar trabajo de campo, entre otras cosas. Entre más lingüistas haya y mejores condiciones de trabajo tengan, serán más las investigaciones de las que podremos beneficiarnos las comunidades de habla; entre más investigadores haya, mejor será el reparto del trabajo y mejores los resultados: lingüistas haciendo descripción básica de la gramática de las lenguas, lingüistas especializados en “traducir” esas gramáticas para su uso pedagógico, lingüistas expertos en desarrollo de lengua escrita, lingüistas diestros en técnicas de revitalización lingüística. Parece un sueño lejano.
Sin embargo, contra todas las circunstancias, existen muchos lingüistas que tratan de cumplir con Dios y con el César; lingüistas que más allá de sólo cumplir con la ética profesional básica, hacen mucho más; lingüistas a quienes admiro y respeto por la calidad de su trabajo y por su compromiso con las comunidades de hablantes; lingüistas que lo mismo dan excelentes clases, que se involucran en el desarrollo de material didáctico, ayudan en la revitalización de lenguas o desarrollan investigación de avanzada: súperlingüistas. Solo hay que aclarar que el hecho de que esto sea posible no quiere decir que sea lo ideal.
Afortunadamente, no todo son sombras. Cada día hay más lingüistas dedicados a una mayor variedad de lenguas mexicanas, cada día son más los que provienen de las propias comunidades indígenas, cada día se abren nuevas opciones de formación. Espero que pronto los posgrados de lingüística que solo se enfocan al español o a la lingüística aplicada a la enseñanza de lenguas extranjeras se abran a todas la diversidad de lenguas que este país ofrece. Creo que está comenzando a suceder, pero falta tanto.
Aclaro que hablantes de lenguas indígenas han sido excluidos por las instituciones que fueron creadas para la investigación lingüística y antropológica de su cultura.
Hola! Estoy de acuerdo con lo dicho pero un gran problema lo encontramos en las instituciones, que se suponen fueron creadas para hacer investigaciones como las que se mencionan, porque lo que menos hay en ellas son lingüístas, antropólogos y especialistas en dichos temas. Además hay organizaciones donde hacen estudios sobre lenguas autóctonas en donde se excluye a quien no es hablante de alguna lengua indígena, sólo aceptan la participación de hablantes de estas lenguas aunque no sean especialistas. Por otra parte, si hay interesados en trabajar dichos temas pero incluso han sido excluidos los propios hablantes.
Gracias por tanta claridad. No deja de ser vergonzoso que la Maestría en Lingüística de la Universidad NACIONAL Autónoma de MÉXICO siga llevando el oneroso apellido de HISPÁNICA