Patricio Robles Gil,
Ballena azul humana,
mosaico/fotografía submarina,
32.5 x 12.5 m, 2011.
Colaboradores: Octavio Aburto
y Roberto Chávez.
¿Qué propone? ¿Qué busca? Patricio Robles Gil es una de esas personalidades difíciles de asir. Su carácter multifacético no acepta una denominación, una etiqueta, esas que son tan comunes y cómodas para las sociedades contemporáneas. Pero Patricio demuestra que los renacentistas no se han acabado, que es cuestión de rebelarse contra los estereotipos y buscar en uno mismo la verdadera vocación o las verdaderas vocaciones. Cazador juvenil arrepentido, joven artista plástico, deslumbrante fotógrafo, impulsor de organizaciones a favor del medio ambiente, empresario verde, Robles Gil ha dedicado su vida adulta a lo que algunos llaman conservacionismo. Conservar, pero conservar para qué, he ahí el dilema.
Retomando la expresión de un colega sobre la fotografía que lo ha convertido en una figura internacional, Patricio ha dicho: los fotógrafos son los ojos del mundo. El arte de Patricio, ya sea en el lienzo, la escultura o la fotografía, es lo que en literatura se denominaría “literatura con causa”. El arte puede conmover y mover. Lo primero es importante para las emociones, lo segundo es relevante para la especie humana. Que nadie se llame a engaño: la inspiración y la técnica están al servicio de un fin. El dominio del arte de que se trate será la clave de su eficacia para conmover y mover.
Robles Gil ha tenido una muy interesante evolución. Primero en el dibujo de grupos étnicos, igual en los desiertos que en las selvas o los bosques, donde sea. La intención era clara: dejar un testimonio tan preciso como humano de lo efímero. Después fue al lienzo y a la escultura. De nuevo el arte como un medio para lograr ciertos fines. De ahí a la fotografía como una nueva fórmula para mover conciencias. Cuenta con el respaldo de su ángel de la guarda, su tocaya Patricia Rojo, que por fortuna es una esplendida médica que atiende los accidentes de Patricio donde sea —qué les parece caerse de un caballo y ser arrastrado en las montañas de China a miles de pies de altura y horas y horas del primer punto de contacto con lo que llamamos civilización, o en su hermosa casa donde Patricio experimenta con materiales de todo tipo, o en sus viajes a ver ballenas o tigres o elefantes o lo que se atraviese; donde sea de los cinco continentes, los patricios hacen honor a su nombre.
Patricio ha logrado, además —con una gran discreción—, que grupos corporativos de la mayor importancia participen en el rescate y conservación de nuestro medio ambiente, de nuestras riquezas naturales. Vaya ánimo, porque eso de ser conservacionista tiene sus costos y sus facturas. Pero ahora el famoso fotógrafo, el fundador de instituciones como Sierra Madre, el hombre que le pone el cascabel al gato para alertarnos de alguna situación ambiental de la cual seguramente no tenemos noticia en nuestra ajetreada vida, ha decidido que la fotografía de la mayor calidad en el mundo —como la de él— no basta, la gente está acostumbrada a la perfección en la imagen de lo más insólito y, sin embargo, no se conmueve. Por ello hay que incursionar en nuevos territorios para conmover y mover. Si el ser humano no es consciente de la dimensión del daño que causa, de la responsabilidad para lograr que nuestro legado esté allí para nuestros herederos generacionales, si las imágenes más precisas en la mejor definición ya no conmueven, entonces hay que buscar nuevos caminos.
¿Qué tal nuestro propio cuerpo como referencia? Si no entendemos con información hay que dar otro paso. ¿Por qué no pensar que cobremos conciencia de nuestra inmensidad frente a una hormiga y de nuestra pequeñez frente a la ballena azul? Se trata del ser vivo de mayor tamaño registrado en nuestro planeta, de una especie que se contaba por miles a mediados del siglo XIX y que hoy se cuenta por cientos, de un cetáceo que la mayoría de los humanos desconocen y cuya belleza pasó a un segundo plano por la explotación industrial de su cuerpo. Patricio lleva ya algunos años explorando esta técnica, usar el cuerpo humano para sacudir mentes apoltronadas. El arte es emoción. De ahí que en el magno encuentro Wild 9 (Noveno Congreso Mundial de Tierras Silvestres), que se llevó a cabo en Mérida en 2009, se incorporara una sesión de body painting.
Ahora en la Ballena azul humana el cuerpo de decenas de mujeres —cincuenta y nueve para ser exactos—, que voluntariamente participaron en este ejercicio, nos muestra a los humanos en nuestra propia dimensión y, con ella, la enorme responsabilidad que tenemos en la conservación de la maravilla que es la ballena azul. México es un país privilegiado en lo que a biodiversidad se refiere, José Sarukhán y Exequiel Ezcurra llevan años insistiendo en el tema. La ballena azul viene al Mar de Cortés y los mexicanos, no el gobierno en exclusiva, tenemos la responsabilidad de cuidar a estos seres extraordinarios. Cincuenta y nueve cuerpos humanos escasamente alcanzan a formar el perfil de la mayor criatura de que se tenga registro y que no se encuentra en un esqueleto en algún museo sino nadando en nuestros mares. Ella merece todo nuestro respeto y cuidado. Ojalá y este nuevo esfuerzo del incansable Patricio, ojalá y la verdadera dimensión de nuestro cuerpo sirva para sacudir nuestras conciencias. ~
*Observa como se produjo la Ballena azul humana en el siguiente cortometraje:
____________ FEDERICO REYES HEROLES es director fundador de la revista Este País y presidente del Consejo Rector de Transparencia Mexicana. Su más reciente libro es Alterados: Preguntas para el siglo XXI (Taurus, México, 2010). Es columnista del periódico Reforma.
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