Me hice amigo de Lizbeth Salinas poco antes de que terminase su maestría en políticas públicas en el CIDE y cuando se graduó, conocí a sus padres en la ceremonia organizada por su escuela. Estaban muy contentos y orgullosos, gente sencilla de Zapotlán, Jalisco, que veía cómo su hija iba abriéndose camino por el mundo. Me quedé con esa imagen mucho tiempo: sus ojos puestos en una joven tenaz, crítica del gobierno y defensora de los derechos humanos. Y es que desde muy temprano, al hacer su servicio social en 1998, siendo aún estudiante del Tec, visitó la zona del levantamiento zapatista en Chiapas, y escribió una bitácora de viaje, misma que sus padres publicaron en una edición conmemorativa a cuatro años de su muerte. Circuló junto a sus poemas entre los amigos de la familia:
Escribo con tus brazos,
Con tu ser, con tu existo.
Escribo una gratitud que no me alcanza.
Lleno tardes, horas, mi vida,
La lleno con tu historia,
Con tu existo.
Papá, soy tus ideas, soy tu mente, soy tu carne.
¿Qué es un año más para lo eterno?
Eres eterno papá, pues tu lucha ha nacido en nuestras voces,
En nuestro tiempo.
Soy y existo con tu nombre;
Guardé tu vida,
La tengo en mí
Y a veces la desgrano en pedazos de tinta.
Me hice amigo tanto de Lizbeth como de sus amigos. Íbamos a bailar, salíamos de viaje, estrechábamos una buena amistad. Pero el hecho es que nos distanciamos por las mismas razones por las que uno se distancia de la gente que quiere, porque así es la vida. Entonces me vine a enterar de su asesinato por el periódico y fue muy duro. Fui a la marcha vestido de blanco en junio de 2004, con la culpa del distanciamiento a cuestas.
Sus amigos y familiares mandaron a hacer una playera conmemorativa: “No estamos todos. Falta Lizbeth”. Su asesinato movilizó a una parte importante de la sociedad: 500,000 personas salieron a las calles vestidas de blanco, hecho que enfureció a Andrés Manuel López Obrador: éramos pirrurris exigiendo frivolidades. Pero a pesar de su desplante, AMLO prometió a los padres de Lizbeth hacer lo posible para resolver el caso… por esas mismas fechas la policía atrapó a un taxista y meses después lo dejó ir. La Procuraduría capitalina había fallado en su tarea de ahondar en otras líneas de investigación.
Algún día me gustaría escribir más sobre Lizbeth. Por ejemplo, contar cómo una vez en la playa de Acapulco, rodeada de sus amigos hombres, nos reclamó que evitáramos tomar en cuenta las razones que ella daba en nuestras discusiones de la vida, pero que pronto festejáramos las mismas ideas si las repetía, segundos después, alguno de nosotros. Más tarde escuché, durante una Comisión en el IFE, la misma protesta en labios de la consejera electoral Jaqueline Peschard, dirigida a sus compañeros consejeros electorales hombres. En la playa junto a Lizbeth, comprendí la forma en que funciona el mecanismo que invisibiliza a las mujeres y el tenue odio a lo femenino que estructura la relación entre los géneros. Así, no puedo dejar de imaginarme, cuando recuerdo a mi amiga, lo que el destino en la figura de un asesinato de odio le tenía preparado.
Algún día escribiré más sobre Lizbeth. Por ahora me basta preguntarme si el Gobierno del Distrito Federal ha hecho algo a partir de aquella marcha y de aquél asesinato. Leo en la prensa lo que le ocurrió a Darcy Losada, y la forma en que las autoridades han manejado el asunto con su familia, y me parece que no hemos avanzado gran cosa a pesar de lo que puedan decir nuestros gobernantes. Por eso es importante difundir los indicadores del mediocre desempeño del gobierno capitalino en lo que hace a la seguridad de la ciudadanía, autoridad en última instancia responsable de que el asesino de Lizbeth siga libre y de que haya vuelto a matar.
México Evalúa presentó el año pasado sus Indicadores de Seguridad y Justicia penal en los estados. La cifra de impunidad en homicidios a nivel nacional era de 80.6%: en 2010 se esclarecieron solamente 2 de cada 10 asesinatos. Y si a río revuelto ganancia de pescadores, el ambiente en estos años es más que propicio para asesinar. Además, México Evalúa diseñó 25 indicadores útiles para dar seguimiento a la política criminológica.
El Distrito Federal presenta debilidades en todos los rubros. Aunque se encuentra muy por debajo del 80% de impunidad, no puede decirse que sus cifras sean buenas. En 2010, la capital presentó una impunidad promedio de 44.7%, por encima de la presentada en Yucatán, Baja California Sur, Querétaro, Tabasco, Colima y Campeche. Por otra parte, el DF alcanzó el 64% de consignaciones con respecto al total de homicidios dolosos registrados en 2010. En consecuencia, la impunidad para este tipo de delito rondaría el 34%. Campeche, Tabasco, Querétaro, Hidalgo, Yucatán y Baja California Sur, presentan mejor desempeño a este respecto que la capital de la República.
Y, aunque el DF alcanza la segunda cifra más alta de país en lo que hace a la resolución adecuada de las investigaciones ministeriales (tales como determinar si hay o no delito que perseguir, presentar al imputado ante el juez o bien, concluir la investigación de acuerdo a las formas de conclusión permitidas por la ley) el porcentaje de apenas 27.74% de investigaciones resueltas indica que la PGJDF aún funciona muy por debajo de lo que la sociedad requiere.
Y por último, por lo que hace a las violaciones a los derechos humanos cometidas por autoridades de seguridad ciudadana y de justicia penal (secretarías de seguridad, policías, procuradurías estatales) es Jalisco, con 171.4 presuntas violaciones por cada cien mil habitantes, la entidad como más quejas a este respecto, seguida por nuestra ciudad capital con 122.3. Así, es entendible que los capitalinos no quiera denunciar los delitos ni acercarse al MP. El Distrito Federal es la entidad que alcanza el porcentaje más bajo de confianza ciudadana en los ministerios públicos, con apenas el 3.8%.
Podrán decir mucho nuestras autoridades, pero la película Presunto Culpable mostró la realidad atroz de nuestras cárceles, tribunales y MP´s. En aquella ocasión Ebrard le echó la culpa al Tribunal de Justicia. Pero lo cierto es que ni la Asamblea ni el gobierno tomaron cartas en el asunto. Hacerlo es importante para que los feminicidios desciendan. Es importante para que el Distrito Federal deje de formar parte de las cinco entidades con más asesinatos de mujeres. Es fundamental para castigar a los asesinos de Lizbeth Salinas y de Darcy Losada.
