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Obra plástica: Manuel González Serrano
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Las orquídeas penumbras mueren de una mirada
mal puesta de los hombres que no saben ver nada.
Discurso por las flores, Carlos Pellicer
Italo Calvino afirma que “no podemos conocer nada exterior a nosotros pasando por encima de nosotros mismos; el universo es el espejo donde podemos contemplar solo lo que hayamos aprendido a conocer en nosotros”. Esta frase, tan cierta en general, resulta particularmente adecuada para hablar del autor que nos ocupa.
Manuel González Serrano nació en 1917, en el seno de una familia conservadora de Lagos de Moreno, Jalisco. Desde muy temprana edad, desarrolló con la religión una relación llena de contradicciones. Por un lado, la influencia familiar era determinante. Por el otro, debió presenciar en su tierra ese desgarre que fue el levantamiento en armas de los cristeros y la reacción oficial. El deseo y la culpa fueron sentimientos que lo atravesaron. En el arte, González Serrano halló la arena donde confrontarlos y sintetizarlos.
Si bien en los manuales se suele inscribir a González Serrano en la así llamada “otra cara” de la Escuela Mexicana de Pintura, lo cierto es que se trata de un artista difícil de clasificar, sencillamente porque su obra es íntima, personal, más un grito que un susurro, pero un grito que ocurre en otra parte.
Al recorrer La naturaleza herida. Manuel González Serrano 1917-1960 —muestra que actualmente se presenta en el Museo Mural Diego Rivera—, no solo admiramos una impecable técnica. Contemplamos igualmente los rasgos del artista: sus sufrimientos, deseos, frustraciones y dolores. Toda su obra es un autorretrato. Está representado en las líneas y los volúmenes pero también en la energía que transmiten sus trazos, en los colores elegidos, en la luz peculiar que derraman sus lienzos.
En los paisajes desérticos vemos su desamparo; en las exuberantes frutas maduras, en las flores que evocan el sexo femenino y los guajes como figuras fálicas, su ondulante sensualidad. Los árboles son seres que imploran, que sufren, que asumen su dolor en cada torsión del tronco, son criaturas visiblemente heridas. Las telas extendidas muestran curvas suaves que casi podemos palpar y acariciar, que se adivinan cálidas. El erótico color de la buganvilia se esparce sobre un muro en ruinas. Todo es una alegoría del deseo y del dolor que el artista albergaba en su alma, y por eso cualquier cosa que pintara se convertía en reflejo de su mundo interior: porque la pintura fue el espejo que eligió para plasmar y contemplar su ser espiritual y corporal.
Valga esta selección de su obra para constatar lo dicho. A Luis Rius Caso, director del museo, nuestro agradecimiento por las gentiles gestiones que hicieron posible este eco de la exposición.
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Manuel González Serrano, Copa con caracoles, gouache y tinta sobre papel, ca. 1949.
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Manuel González Serrano, Naturaleza muerta con ventana y candado, óleo sobre masonite, s.f.
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Manuel González Serrano, Granadas chinas, tinta sobre papel, 1952-1953.
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Manuel González Serrano, La chirimoya, óleo sobre cartón sobre masonite, 1945.
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Manuel González Serrano, Frutas preludiando amor, (bodegón con alcachofas y pitayas), (detalle), óleo sobre masonite, ca. 1944.
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Manuel González Serrano, La flor de la alquimia, óleo sobre triplay, ca. 1947-1948.
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Manuel González Serrano, Árbol viejo, tinta y temple sobre papel, ca. 1957.
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Manuel González Serrano, Paisaje. Símbolos, óleo sobre madera, ca. 1945.
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Manuel González Serrano, Florero con chinesco, acuarela y tinta china sobre papel, s.f.
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Manuel González Serrano, Árbol y arquitectura, óleo sobre tela, s.f.
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Manuel González Serrano, Los guajes (bules 2), óleo sobre masonite, ca. 1943-1944.
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Manuel González Serrano, La paloma, óleo sobre masonite, s.f.
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Obra plástica de Abel Quezada Rueda
Este texto estará disponible en el transcurso del mes. Por favor, visite el sumario general o el sumario del suplemento de Cultura regularmente. Los títulos subrayados indican que el artículo completo ya está disponible. Suscríbase a Este País y reciba la versión impresa cada mes a la puerta de su casa o cómprela con su […]
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Soy originario de Lagos de Moreno y poseo dos pequeñas acuarelas del autor, una de un cristo similar al cristo del calvario que se venera en la ciudad el día 6 de Agosto y otra de un pez de aspecto mitológico, quisiera saber donde puedo autentificarlas.