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Obra Plástica, Virginia Chévez
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Obra plástica, Virginia Chévez.
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Ocres y dorados, óleo sobre lino, 150 x 200, 2013, Virginia Chévez.
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Rosa amarilla: uno a uno sus pétalos en la cascada, óleo sobre lino, 110 x 110, 2012, Virginia Chévez.
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Ocres y dorados, óleo sobre lino, 150 x 200, 2013, Virginia Chévez.
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Plantan semillas, en los campos cercanos. Piedra olvidada, óleo sobre lino, 200 (diámetro), 2012, Virginia Chévez.
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Cáliz, óleo sobre lino, 100 x 150, 2012, Virginia Chévez.
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Pule un espejo / de repente es un campo / de flores blancas, óleo sobre lino, 100 x 150, 2012, Virginia Chévez.
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Campo abierto, (48 piezas), óleo sobre lino, 135 x 185, 2013.
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Cuaderno de apuntes, mixta sobre papel, 14 x 92 (abierto), 2012-2013.
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Segundo día / quizás ya encuentre flores / madrugaré, óleo sobre lino, 110 x 110, 2012, Virginia Chévez.
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Montaña sin nombre II, óleo sobre lino y madera, 30 x 200, 2012, Virginia Chévez.
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De tierras y minerales, óleo sobre lino, 110 x 110, 2013, Virginia Chévez.
En 1644 nació Matsuo Basho en Ueno, Japón. En su juventud estuvo al servicio de un samurái pero muy pronto eligió emprender una vida dedicada al estudio del budismo zen, la filosofía, la caligrafía y —como “recipiente” de todo lo anterior— la poesía. Mantuvo una vida de retiro pero también, en un afán místico de unidad con la naturaleza y con su entorno, realizó diversos peregrinajes a lo largo y ancho de su país. Los textos que aparecen en De camino a Oku y otros diarios de viajes emanan de esa experiencia vital y la transmutan en sabiduría.
Todos los senderos recorridos por Basho, toda la tinta vertida en ideogramas secándose bajo un sol añejo —que aún nos cobija—, todos los paisajes que esos ojos vieron, que ese corazón guardó y que encontraron su cauce en la poesía, llegan hasta nuestros días gracias a la obra de Virginia Chévez, quien ilustra este número.
La vida y la obra de uno de los más importantes escritores de la literatura japonesa constituye la primera capa de esta obra —así como los primeros trazos en los lienzos de Virginia—; el interés de Occidente por Oriente es, quizás, el siguiente estrato —aparecen los colores primarios—, y luego se van refinando los detalles: surge una exquisita textura. También la espiritualidad se forma paulatinamente, a partir de la superposición de mantos que se acumulan a lo largo de la vida y así, gracias a la complejidad del proceso, aparece un alma, o un cuadro, lleno de vida, de luces y sombras, de caminos por transitar, de paisajes, de armonía, de “semillas rojas” que “pronto florecerán y darán frutos”.
La trayectoria artística de Virginia comenzó con una primera exposición en el Centro Cultural Jesús Reyes Heroles en la Ciudad de México en 1991. A partir de entonces, se ha volcado por entero a este quehacer: ha nutrido su vocación y la ha visto crecer a lo largo de los años.
Sorprende el número de circunstancias, hechos y experiencias que tuvieron que concatenarse para que Virginia Chévez llevara su aliento estético a estos lienzos. Por ello, y por lo que estos comunican, es una satisfacción acogerlos en las páginas de EstePaís | Cultura, darles cauce para que, con un poco de suerte, devengan una capa adicional de la experiencia de nuestros lectores.
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Obra plástica de Abel Quezada Rueda
Este texto estará disponible en el transcurso del mes. Por favor, visite el sumario general o el sumario del suplemento de Cultura regularmente. Los títulos subrayados indican que el artículo completo ya está disponible. Suscríbase a Este País y reciba la versión impresa cada mes a la puerta de su casa o cómprela con su […]
Tras la ranura
Este texto estará disponible en el transcurso del mes. Por favor, visite el sumario general o el sumario del suplemento de Cultura regularmente. Los títulos subrayados indican que el artículo completo ya está disponible. Suscríbase a Este País y reciba la versión impresa cada mes a la puerta de su casa o cómprela con su […]
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