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El músculo de la mayúscula
Cultura | Galaxia Gutenberg | Ocios Y Letras | Miguel Ángel Castro | 01.07.2013 | 1 Comentario

Hace un par de semanas tuve la oportunidad de conocer a la doctora Elisa Ruiz García, eminente filóloga y catedrática emérita de la Universidad Complutense de Madrid que nos visitó para desarrollar diversas actividades, entre ellas un seminario sobre codicología en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM. Sus reflexiones sobre el complejo estudio y la laboriosa descripción de los manuscritos antiguos me recordó la importancia que tenían la caligrafía y la ortografía en mi ya lejana primaria de Santa María la Ribera, y me hizo pensar en la importancia que se les daba a las repeticiones, como ejercicios o castigos; era una práctica que los imberbes desarrollábamos tal y como si fuéramos sufridos copistas de monasterio.

Lo cierto es que el aprendizaje de la escritura es complicado, entre otras razones, porque cuando leemos, reconocemos los sonidos que representan los signos gráficos de nuestro idioma, las letras, pero, como sabemos, hay letras que sirven para varios sonidos y otras que en ocasiones no se “pronuncian ni se oyen”, como la h. Hay otros problemas que no vamos a enumerar ahora, baste recordar que quienes cruzan el umbral de la cultura escrita deben acompañarse de manuales de ortografía, gramáticas y diccionarios porque son las herramientas indispensables para comunicarse por escrito, ya sea en atención a las reglas o incluso en contra. Una persona que posee esa información decide cuándo escribir con apego a las normas (correctamente), si necesita redactar un texto formal, y cuándo escribir más libremente, por ejemplo, usando formas abreviadas de las palabras o combinadas con claves e imágenes, tal como sucede en los mensajes que se intercambian en las redes sociales.

En atención a quienes han observado inconsistencias en el empleo de las mayúsculas y desean saber cómo usarlas, hemos revisado el Diccionario panhispánico de dudas (DPD) de la Academia y otras obras dedicadas a la corrección de estilo para resolver algunas de sus dudas más frecuentes. Antes, cabe señalar que algunos de esos titubeos proceden del “músculo” de las versales, es decir, de la preponderancia que tienen, por un lado, en letreros, anuncios y títulos que los medios difunden con ánimo publicitario y que suelen seguir la norma inglesa; y, por otro, a la tendencia de reflejar en la escritura de las palabras intenciones de respeto o reverencia, que en un mundo que se quiere cada vez más democrático no es recomendable, y que así lo han reconocido las instituciones encargadas de cuidar la unidad del español.

Lo primero es advertir que las mayúsculas llevan tilde o acento gráfico cuando lo exigen las reglas de acentuación pues la excepción fue invalidada desde que nada impide escribirlo, como sucedía antes con las máquinas mecánicas. Es válido destacar frases o palabras con mayúsculas en un escrito, como en los títulos de libros y otras publicaciones, en letreros y avisos, en inscripciones y lápidas y en textos jurídicos de diversa índole.
Sabemos que la puntuación establece el uso de mayúsculas y no representa problema mayor, sin embargo, se complica con los signos de interrogación y admiración.

©B.J. Carrick, Cautious descent (hawk), lápiz y tinta sobre papel crema, 21.6 x 28 in, 2011.

©B.J. Carrick, Cautious descent (hawk),
lápiz y tinta sobre papel crema,
21.6 x 28 in, 2011.

Al respecto, el DPD señala que en frases interrogativas y exclamativas existen dos posibilidades:

a) Si la pregunta o la exclamación constituyen la totalidad del enunciado, y sus signos de cierre equivalen a un punto, la primera palabra de la pregunta o la exclamación se escribe con inicial mayúscula, así como la palabra que inicia la oración siguiente: ¿En qué año nació tu abuelo? Si no me equivoco, tenía la misma edad que el mío. / ¡Qué miedo pasamos ayer! Se nos hizo de noche mientras bajábamos de la montaña.

b) Si la pregunta o la exclamación constituyen solo una parte del enunciado, pueden darse dos casos:

b.1) La pregunta o la exclamación inician el enunciado. En este caso, la primera palabra que sigue a los signos de apertura (¿ ¡) se escribe con mayúscula y la que sigue a los signos de cierre (? !) se escribe con minúscula: ¿Qué sorpresas me deparará este día?, me pregunto ante el espejo cada mañana. Esto ocurre también cuando se suceden varias preguntas o exclamaciones breves que pueden ser consideradas un único enunciado y separarse con signos de coma o de punto y coma: ¿Cómo te llamas?, ¿en qué trabajas?, ¿dónde naciste?
b.2) La pregunta o la exclamación no están colocadas al comienzo del enunciado, sino que siguen a otra palabra o palabras que también forman parte de este. En ese caso, la primera palabra de la pregunta o de la exclamación (la que sigue a los signos de apertura) se escribe con minúscula: Natalia, ¿puedes ayudarme? / Pero ¡qué alegría tan grande verte por aquí!

En el caso de los puntos suspensivos, cuando estos cierran un enunciado se usa mayúscula, por ejemplo: Compramos mariscos, solomillos, vino… La cena resultó un éxito. Pero si los puntos suspensivos no cierran el enunciado, sino que este continúa tras ellos, la palabra que los sigue se escribe con inicial minúscula: Estoy pensando que… aceptaré; en esta ocasión debo arriesgarme.

Dado que son treinta y tres casos que considera el DPD en los que se usa mayúscula inicial independientemente de la puntuación, los revisaremos en una próxima entrega, en particular aquellos que sirven para distinguir diversos sentidos de una palabra, cuando se trata de una mayúscula diacrítica. El espacio nos permite reproducir lo que corresponde a los nueve casos en que no debe usarse la mayúscula inicial:

1. Los nombres de los días de la semana, de los meses y de las estaciones del año: lunes, abril, verano. Solo se escriben con mayúscula cuando forman parte de fechas históricas, festividades o nombres propios: Primero de Mayo, Viernes Santo, Hospital Veinte de Noviembre.
2. Los nombres de las notas musicales: do, re, mi, fa, sol, la, si.
3. Los nombres propios que se usan como nombres comunes. Es muy frecuente que determinados nombres propios acaben designando un género o una clase de objetos o personas:

a) Nombres propios de persona que pasan a designar genéricamente a quienes poseen el rasgo más característico o destacable del original: Mi tía Petra es una auténtica celestina; Siempre vas de quijote por la vida; Mi padre, de joven, era un donjuán.
b) Muchos objetos, aparatos, sistemas y productos que pasan a ser designados con el nombre propio de su inventor, de su descubridor, de su fabricante o de la persona que los popularizó o en honor de la cual se hicieron (zepelín, roentgen, braille, quevedos, rebeca, napoleón), o del lugar en que se producen o del que son originarios (rioja, damasco, fez). Por el contrario, conservan la mayúscula inicial los nombres de los autores aplicados a sus obras.
c) Nombres de marcas comerciales, cuando no designan ya un objeto o un producto de la marca, sino, genéricamente, cualquier objeto o producto de características similares.

4. Los nombres comunes genéricos que acompañan a los nombres propios de lugar, sean geográficos o de espacios o vías urbanas.
5. Los nombres de los vientos, salvo que estén personificados en poemas o relatos mitológicos: céfiro, austro, bóreas.
6. Los nombres de las religiones: catolicismo, budismo, islamismo, judaísmo.
7. Los nombres de tribus o pueblos y de lenguas, así como los gentilicios: el pueblo inca, los mayas, el español, los ingleses.
8. Los tratamientos (usted, señor, don, fray, san(to), sor, reverendo, etcétera), salvo que se escriban en abreviatura, caso en que se escriben con mayúscula: Ud., Sr., D., Fr., Sto., Rvdo. Solo cuando, por tradición, se han formado acuñaciones que funcionan como nombres propios, se escribirán estos tratamientos en mayúscula: Fray Luis, referido a fray Luis de León; Sor Juana, referido a sor Juana Inés de la Cruz; Santa Teresa, referido a santa Teresa de Jesús.
9. Los títulos, cargos y nombres de dignidad como rey, papa, duque, presidente, ministro, etcétera, se escriben con minúscula cuando aparecen acompañados del nombre propio de la persona que los posee, o del lugar o ámbito al que corresponden (el rey Felipe IV, el papa Juan Pablo II, el presidente de Nicaragua, el ministro de Trabajo), o cuando están usados en sentido genérico (El papa, el rey, el duque están sujetos a morir, como lo está cualquier otro hombre). Existen casos, sin embargo, en que estas palabras pueden escribirse con mayúsculas. ~

__________
MIGUEL ÁNGEL CASTRO estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Ha sido profesor de literatura en diversas instituciones y es profesor de español en el CEPE. Fue director de la Fundéu México y coordinador del servicio de consultas de Español Inmediato en la Academia Mexicana de la Lengua. Especialista en cultura escrita del siglo XIX, es parte del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la máxima Casa de Estudios y ha publicado libros como Tipos y caracteres: la prensa mexicana de 1822 a 1855 y La Biblioteca Nacional de México: testimonios y documentos para su historia. Castro investiga y rescata la obra de Ángel de Campo; recientemente sacó a la luz el libro Pueblo y canto. La ciudad de Ángel de Campo, Micrós y Tick-Tack.

Una respuesta para “El músculo de la mayúscula
  1. El músculo de la mayúscula « Revista Este País, ¿Que mas nos puedes explicar?, me resulta insterense esta informacion. Saludos.

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