Me sorprende la lectura de una nota que publicó la agencia EFE el pasado 2 de septiembre que afirma que “El castellano del ‘vos’ es el preferido para estudiar español en Latinoamérica” ya que, según un informe de la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina, “más de cincuenta mil jóvenes llegan a Argentina cada año para aprender el castellano que habla de ‘vos’, el que sabe a mate y canta tango, y que ha convertido al país en destino latinoamericano preferido de los estudiantes de español como lengua extranjera”. Tras la sorpresa viene el escepticismo, ¿será verdad? Y termina un poco en el enfado, en el reclamo y en la reflexión.
Puede uno pensar en una intención propagandística de una noticia que, sin referir las fuentes estadísticas de la información que da, prefiere respaldar con sus pesos pesados lo que afirma: “el país de Borges y Cortázar desplazó del liderazgo como destino idiomático a regiones como México o Costa Rica y, a nivel internacional, solo España supera a Argentina en recepción de estudiantes”. Puede comprenderse que cada quien se las ingenia para llevar agua a su molino y ya, pero también se puede y vale dudar. Al explicar las causas del incremento de estudiantes del español como lengua extranjera en ese país se señala la crisis económica que atravesó entre 1999 y 2002, que lo convirtió en “un destino muy barato”, que le permitió recibir setenta mil alumnos en 2010, aunque, asimismo, se observa que el año pasado esa cifra disminuyó un 40%, es decir que llegaron a la Argentina cuarenta y dos mil jóvenes de entre 19 y 26 años en 2012. Lo cual, de ser cierto, no coincide con la cantidad que se menciona en el párrafo de entrada de la nota, donde se lee “más de cincuenta mil”. A pesar de ese (aunque impreciso) significativo decremento, debido a la alta tasa de inflación y a la crisis mundial, según profesores que enseñan español a extranjeros en la Universidad de Buenos Aires (de los cuales cada año hay más pues ha resultado ser una “salida laboral” desde hace tiempo), la Argentina sigue a la cabeza en las preferencias de los estudiantes, porque, añade una profesora, “se ven muy atraídos por la fama y la intensa vida cultural de la capital” y porque en ella encuentran “una cultura más europea”, pues forman su población muchos descendientes de españoles e italianos.
Cabe preguntarse entonces si los orígenes o procedencias de las poblaciones son el mejor indicador que permite establecer las diferencias de las culturas americanas, de las latinoamericanas y de las hispanoamericanas; de dónde salen los estudiantes que se sienten atraídos por la fama y la cultura de Buenos Aires, y si la diversidad de los países de esos jóvenes es tal que se puede considerar como el lugar más atrayente en todo el mundo para estudiar español después de España; y si en verdad consideran al “castellano argentino” como una variante a la que pronto “le toman el gusto”.
En todo caso, no podría ser de otro modo, porque, en general, los alumnos aprecian la variante que aprenden, y los profesores enseñan, naturalmente, con el acento que poseen. Lo importante, en cualquier circunstancia, es que se siga la gramática del español, de modo que las diferencias, por ejemplo, entre el tú y vosotros de España, el tú y ustedes de México, y el vos y vosotros de Argentina, no sean un impedimento para la plena comprensión del idioma.
Ahora bien, en la nota se hace referencia a más de doscientos centros que ofrecen cursos de español para extranjeros y a profesores, al parecer, numerosos, que dan clases particulares en el país del tango. Sin duda, lo anterior revela una intensa actividad en la materia y nos lleva a preguntarnos si nosotros tenemos información precisa y confiable sobre cuántas escuelas o instituciones y cuántos profesores se dedican a la enseñanza del español en nuestro país. Sabemos que, desde la puesta en marcha de la Escuela de Verano en 1921 en la Universidad —actual Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE) de la UNAM—, hasta la fecha, diversas universidades de los estados, públicas y privadas, así como empresas particulares y múltiples maestros debidamente formados o improvisados han impartido cursos de español como segunda lengua; sí, pero desconocemos las cifras y poco o nada sabemos de sus métodos, problemas, soluciones y logros. Tampoco tenemos un conocimiento amplio y suficiente sobre los extranjeros que han decidido aprender español en México.
El CEPE ha sido líder en este ámbito no solamente por haber sido la primera institución en enseñar español y cultura a extranjeros en México, sino por haber desarrollado métodos, cursos y programas para hacerlo, así como por el diseño y aplicación de exámenes que permiten determinar los niveles de posesión del idioma. Y, lo más relevante, por haber formado especialistas.
La importancia de esta experiencia, en mi opinión, fue advertida con retraso, de modo que, después de que el Instituto Cervantes se ha expandido con tanto éxito, parece que no solo el CEPE sino otros centros del país han aceptado sumarse a sus objetivos como colaboradores en su misión de llevar el español y la cultura hispánica al mundo. Así lo pregona ese Instituto en una nota publicada el pasado 28 de agosto, en la que se afirma que “más de dos mil ochocientos estudiantes se han presentado a la última convocatoria para los exámenes de obtención del Diploma de Español como Lengua Extranjera (DELE) que se han realizado en ciento cuatro centros de exámenes de noventa y un ciudades en treinta países”. Y entre los países en los cuales el aumento ha destacado están Rusia, Suiza y México (!). Ahí se informa también que los DELE son los diplomas de español más ampliamente difundidos en el mundo pues “en el primer semestre de 2013 se hicieron cerca de cuarenta y seis mil exámenes”. Es muy probable que el interés por obtener este diploma se deba al carácter de “título oficial” que se le otorga “en nombre del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España, de validez indefinida y con el reconocimiento de importantes instituciones y empresas de ámbito internacional”.
La fórmula, por lo pronto, la ha seguido la Cancillería argentina, que “promociona el castellano argentino a través del Certificado de Español, Lengua y Uso (CELU), un examen oficial del idioma avalado por el Ministerio de Educación y diseñado por un consorcio de universidades del país”. Este CELU se otorga ya en Alemania y Brasil; anuncian que se ofrecerá en Italia y, más tarde, en Tailandia.
¿Qué ofrecemos nosotros? Ya lo comentaremos.
Ernesto Elorduy (1855-1913)
Cuando estas líneas salgan a la luz, habrá tenido lugar un par de días antes, en el Teatro Cuauhtémoc del IMSS, el montaje de Zulema, zarzuela compuesta por el zacatecano Ernesto Elorduy con libreto de Rubén M. Campos, como homenaje al primero con motivo del centenario de su muerte. Esta puesta en escena se deberá a Armando Gómez Rivas —quien rescató la partitura que se encuentra en la Biblioteca de las Artes— y a la Coordinación Nacional de Música y Ópera del INBA.
Me parece importante recordar a este músico mexicano y para ello me valgo de unos párrafos que le dedicó Luis G. Urbina, uno de sus amigos más apreciados:
Era una delicia escucharle interpretándose a sí mismo, entre sus amigos dilettanti, en el rincón de una salita recogida y empenumbrada. Los dedos gruesos, recogidos, tarantulescos, pulsaban el teclado con ímpetu discreto, aristocratizando, aterciopelando el sonido. Entonces se comprendía la elegancia de este virtuoso excepcional que se valía gallardamente de las reglas de los conservatorios y academias […]. De sus piezas pianísticas quedarán muchas como un modelo de riqueza de color y de pujanza expresiva. Mas su obra central, la que mejor muestra su espíritu y donde vertió, a raudales, las luces maravillosas del ensueño, es el poema Zulema, cuyos versos tradujo en límpidos sartales de notas, siguiendo el ilusionado contorno de una fábula oriental. La poesía de Rubén Campos sirvió de tela encantada a estos matizados y deslumbrantes arabescos melódicos. La última época de Elorduy es más apagada y alicaída. En el existir jacarandoso abríanse largos paréntesis de meditación, de ensimismamiento. El dicharachero se complicaba de taciturno. El fúnebre cuervo de Poe se posaba invisible en la cabeza semicalva, como en el blanco busto de Palas […]. ¿Tembló al recibir el golpe de la sombra? No; yo sé que estuvo sonriente hasta en sus últimos momentos. ~
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MIGUEL ÁNGEL CASTRO estudió Lengua y Literaturas Hispánicas. Ha sido profesor de literatura en diversas instituciones y es profesor de español en el CEPE. Fue director de la Fundéu México y coordinador del servicio de consultas de Español Inmediato en la Academia Mexicana de la Lengua. Especialista en cultura escrita del siglo XIX, es parte del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM y ha publicado libros como Tipos y caracteres: La prensa mexicana de 1822 a 1855 y La Biblioteca Nacional de México: Testimonios y documentos para su historia. Castro investiga y rescata la obra de Ángel de Campo, recientemente sacó a la luz el libro Pueblo y canto: La ciudad de Ángel de Campo, Micrós y Tick-Tack.