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«Pablo Neruda fue asesinado»: Eduardo Contreras
Este País | Emiliano Balerini Casal | 01.11.2013 | 0 Comentarios

El abogado chileno Eduardo Contreras visitó recientemente México para participar en una conferencia magistral sobre Pablo Neruda y Salvador Allende, como parte de las conmemoraciones del 40 aniversario del golpe de Estado en su país. En esta entrevista, platica sobre el asesinato del vate y la relación que mantuvo con el expresidente andino, entre otros temas.

En 1998, un grupo de abogados chilenos fueron amenazados de muerte por presentar una querella para llevar a juicio político a Augusto Pinochet y, de esa manera, quitarle su fuero como senador vitalicio. En ese momento, el Ministerio del Interior decidió ponerles protección y, aunque al principio se negaron, no les quedó más remedio que aceptarla, pues sabían que elementos de la ex Dirección de Inteligencia Nacional —la policía de la dictadura— atentarían contra ellos.

Entre aquellos litigantes se encontraba Eduardo Contreras (Chillán, Chile, 1940), quien, junto a su esposa Rebeca, compartió decenas de mañanas con un policía que vivía en su casa: “Era muy divertido, porque fuimos en muchas ocasiones a actividades del Partido Comunista con él”, recuerda quien fuera uno de los diputados más jóvenes de su país hasta 1973.

En junio de 2000 decidieron dejar la custodia. Menos de un mes después, en la víspera del primer alegato de desafuero contra Pinochet, sufrieron un atentado que casi le costó la vida a Rebeca: una camioneta los quiso atropellar y le destruyó la pierna derecha: “El golpe era contra mí, pero desgraciadamente quien manejaba el coche era mi mujer”, dice quien fuera un hombre cercano a Pablo Neruda y Salvador Allende.

El atentado ocurrió en un camino solitario, cerca de la playa de Maitencillo. Había un vehículo que estaba descompuesto, y Eduardo y Rebeca se detuvieron, a pesar de las instrucciones que el policía les había dado de no parar nunca en la autopista. Cuando Rebeca arreglaba el asiento de atrás del coche para que el hombre se sentara y lo pudieran llevar a algún lugar porque venía en traje de baño, apareció una camioneta que le prensó la pierna con la puerta del automóvil, menciona Contreras.

©iStockphoto.com/quisp65

De visita en México para participar en las conmemoraciones del 40 aniversario del golpe de Estado en Chile, Contreras —quien intenta comprobar como abogado que Pablo Neruda no murió de cáncer como su certificado de defunción dice, sino que lo asesinaron— habla en entrevista con Este País sobre el vate, Salvador Allende y la situación política de su país a cuatro décadas de que Augusto Pinochet tomara a sangre y fuego el Palacio de La Moneda el 11 de septiembre de 1973.

EMILIANO BALERINI CASAL: ¿Cómo conoció a Salvador Allende y por qué su figura sigue siendo tan emblemática a 40 años de haber sido asesinado?

EDUARDO CONTRERAS: Lo conocí en los años sesenta. Me recibí de abogado e ingresé muy joven al Partido Comunista. Empecé a actuar en política antes de los 30 años. A los 20 ya había sido concejal y dirigente regional. Entre 1958 y 1970, Allende fue candidato a la presidencia cuatro veces; en la campaña del 64 viajó mucho a Chillán, y recuerdo con cariño un incidente. Por esa época se decía, entre algunos sectores cercanos a su candidatura, que su propuesta de reforma agraria no era lo suficientemente radical. En un acto en el que se me encargó hacer una intervención en presencia de Allende, cuando yo tenía poco más de 20 años, con la arrogancia de la juventud, lo cuestioné sobre aquel tema. Al usar la palabra, Allende respondió: “Comprendo a Contreras, un muchacho joven, pero en realidad mi programa es…”. Cuando empezó a explicar me di cuenta de que tenía toda la razón del mundo de proyectar una reforma agraria como la suya, lo que me generó una especie de atracción por la modestia de su persona y la pedagogía con la que explicaba las cosas.

Años después nos volvimos a ver cuando fui alcalde de Chillán. Estuve en algunas reuniones con él en 1972. Antes de ser escogido como diputado, visité varias veces a los parlamentarios de la Unidad Popular; por ejemplo, en julio de 1973, cuando ocurrió el intento de golpe militar conocido como “El tancazo” y hubo una reunión con Allende para saber las medidas que se tomarían. Finalmente, el 10 de septiembre viajé de Chillán a Santiago porque tenía una reunión en el Palacio de La Moneda; iba en un vehículo viejo, sin radio y no me enteré de lo que estaba pasando. Llegué, junto a mis acompañantes, a las ocho de la mañana del 11 de septiembre, con el golpe de Estado desarrollándose. Cerca de La Moneda, un hombre nos hizo varios gestos; paramos porque nos llamó la atención y nos enteramos de lo que sucedía. No pude hablar con Allende y mi último recuerdo de él fueron las reuniones meses antes.

Más allá de las anécdotas personales, me parece que Allende es un gran ejemplo por su tenacidad, persistencia y una reiterada fidelidad a sus principios. Su consecuencia, y creer que el camino chileno a la vía socialista era posible, es una de las grandes enseñanzas que nos dejó para América Latina.

¿Qué anécdota recuerda con Salvador Allende?

De las que puedo recordar, hay una buena, que tiene que ver con su preocupación por la elegancia. Allende era muy elegante, preocupado del traje y la corbata, y solía decir algo que aprendí con los años: “Vestir bien y pasarlo bien no se oponen en absoluto con los principios revolucionarios. Si se puede gozar de la vida hay que hacerlo”. Allende admiraba abiertamente la belleza de las mujeres. Era un gran galán. Un enamorado de la vida. Disfrutaba a los amigos, las comidas.

Usted es uno de los abogados que sostiene que Pablo Neruda fue asesinado. ¿En qué basa su hipótesis?

Cuando se conocieron las primeras declaraciones de Manuel Anaya, chofer del poeta, a la revista Proceso, respecto a que Pablo Neruda falleció porque le inyectaron algo en su abdomen, y no de cáncer como dice su certificado de defunción, fuimos —junto con un grupo de abogados, entre los que se encuentra Pedro Piña— muy rigurosos, pues nos sorprendió a todos la declaración, ya que la única prueba que existía era el certificado de muerte. Ante la sospecha, acudimos a la prensa de la época y encontramos que el periódico El Mercurio publicó el 24 de septiembre, un día después de la muerte de Neruda, que el poeta falleció de un paro cardiaco provocado por una inyección. Otra versión del Jornal do Brasil, del mismo día, afirmaba que murió de una infección urinaria. Con estos antecedentes iniciamos una querella en mayo de 2011. A partir de ese momento se abrió una especie de caja de Pandora que nos trajo distintas pruebas, las que hoy me hacen decir, sin ninguna duda, que al poeta lo asesinaron médicos y enfermeras de la clínica Santa María. Pablo Neruda fue tratado en esa clínica, intervenida militarmente desde el 11 de septiembre de 1973. El poeta ingresó el 19 de septiembre. Un día después empezó a trabajar en el lugar el doctor Sergio Draper, médico vinculado con el ejército. Neruda fue tratado por los doctores Roberto Vargas Salazar, Sergio Draper, Pedro Valdivia, Patricio Silva y Rodrigo Vélez, así como por la enfermera María Araneda, todos procesados actualmente por haber asesinado al expresidente chileno Eduardo Frei Montalva (1911-1982) en la misma clínica, en el mismo cuarto piso, varios años después. No me dirán que es una casualidad. Fue Araneda quien inyectó en el abdomen a Neruda y la misma que inyectó con botulínico a Frei Montalva. Además, hay contradicciones en las declaraciones de los implicados. Mientras Draper declaró en 1975 al diario La Tercera que Neruda murió cuando él estaba presente, y reconoce haber ordenado que le pusieran una inyección de vitirona, María Araneda lo niega y asegura que el doctor Draper no fue quien le ordenó poner la inyección, sino otro médico. En 2011, en la declaración judicial, Draper afirmó que él no estaba presente al inyectar a Neruda, porque se retiró cuando se dio el toque de queda, y quien asumió las responsabilidades del caso fue el doctor Price. Aquí hay un detalle: en la historia de Chile este doctor no existe. Se buscó en los registros de los colegios médicos y en las universidades y no se encontró nada sobre un supuesto doctor Price.

¿Qué pasaría si se comprobara el asesinato de Neruda?

Si las muestras que se están haciendo en distintos laboratorios médicos del mundo demuestran la presencia de restos tóxicos en Neruda, los médicos responsables serán procesados y condenados. La pregunta que debemos hacer es qué sucederá si no encontramos pruebas de veneno. Bueno, esto puede ocurrir; si sucede, de todas maneras habremos hecho un trabajo que demostrará que Neruda fue asesinado. Con todas las pruebas que hay, nadie en su sano juicio puede dudar que no existiera una intervención de terceras personas en su muerte.

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¿Y en el caso de Allende?

Hay evidencias de personas respetables, cercanas a él, que tenían la certeza de que Salvador se había encerrado en su oficina y se había disparado. Respeto eso y creo que hay algo de verdad en la versión. Pero hay un detalle importante: en el expediente de Salvador Allende consta que el general Javier Palacios entró disparando a la oficina donde estaba el presidente y ametralló el cuerpo de Allende. Según la autopsia, el exmandatario chileno tenía más de 40 orificios de bala. La pregunta técnica es: ¿cuál de esas balas fue la causa precisa de su muerte? Eso no lo sabremos nunca. ¿Fue el balazo que él se dio o cualquiera de las otras balas con las que lo ametrallaron? Hay peritos forenses que discuten la posibilidad de que haya sido otra la bala que lo mató, por el orificio de salida. Entramos a un terreno técnico del que me declaro desconocedor absoluto, pero sí puedo decir que todavía hoy existe un recurso de casación en la Corte Suprema para discutir cuál fue la causa real de la muerte de Allende. El hecho de que una patrulla militar entre a una oficina y le dispare al presidente sin tener certeza de que estuviera vivo o muerto es un claro indicio de que hubo un asesinato. Ahora, si la bala que mató a Allende fue la primera, eso no cambia en absoluto la historia. Estamos hablando de un hombre que fue condenado a muerte en 1970, en una reunión en el Salón Oval de la Casa Blanca, donde estaban presentes Agustín Edwards, dueño del periódico El Mercurio, Henry Kissinger y Richard Nixon.

¿Cómo se perciben en Chile los 40 años del golpe militar?

Este año la memoria sufrió un cambio significativo que se expresa en la actitud de los jóvenes. Efectivamente, Chile ha sido un país del silencio y del olvido. La persistencia de los familiares en luchar y decir “Ni perdón ni olvido” ha sido tan fuerte que, tal vez por la fecha simbólica de los 40 años, la nación fue bombardeada con imágenes inéditas, nunca vistas, de documentales sobre el tema en todos los canales de televisión. Si bien el presidente Sebastián Piñera dijo hace unos días que hay que olvidarnos del pasado, también comentó que hay que reconocer que existen cómplices pasivos de los horrores, e invitó a hacer un mea culpa. Esto, a su vez, provocó que la Corte Suprema haga lo propio al ordenar que los jueces que llevan los mil 500 juicios que existen sobre la violación de derechos humanos en la dictadura le den prioridad al tema. Hay un nuevo Chile gracias a los familiares de las víctimas. Y este cambio de ninguna manera se debe a los Gobiernos de la Concertación porque, por ejemplo, el expresidente Ricardo Lagos hizo el primer informe sobre desaparecidos políticos, conocido como Comisión Valech, en el que se dispone, entre otras cosas, que los declarantes guarden silencio durante 50 años; es decir, que compró a las personas para que no hablen con la justicia chilena.

En Chile nunca se derrotó a la dictadura. El cuento del plebiscito que se lo crean los niños. Seamos claros: lo que ocurrió fue una negociación entre un sector de la oposición y las fuerzas armadas. Hoy seguimos viviendo con la constitución de Pinochet.

¿Usted cree que el atentado contra Pinochet en septiembre de 1986, que organizó el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, aceleró el plebiscito para que saliera el exdictador?

Sin la lucha valiente de un sector importante de la sociedad chilena que decidió empuñar las armas, cuando estuvo comprobado que no había otro camino, jamás hubiera habido plebiscito y jamás hubiera habido salida democrática; quien niegue eso es un cínico. Basta con ver que a los pocos días de que fracasara el atentado, el encargado de Asuntos Latinoamericanos del Gobierno estadounidense viajó a reunirse con los partidos de la burguesía chilena para gestionar el plebiscito. El detonante de ese plebiscito fue el riesgo que Estados Unidos vio de que Chile se encaminara hacia una salida popular como la de los nicaragüenses, una salida que no era la negociada.

La contribución de los heroicos muchachos del Frente Patriótico no la puede discutir nadie. Ese cuentecito de que la razón de la victoria democrática chilena es el triunfo del “no” (la campaña publicitaria del plebiscito) es absurdo. Si no explicas los antecedentes estás engañando a la gente. Hay una película, donde aparece Gael García, que, a pesar de ser muy buena, no muestra la verdad histórica. Esa patraña de que se derrotó a Pinochet por una buena campaña publicitaria y porque había buenas empresas de comunicación es ingenua.

¿A qué se debe que no se haya juzgado a los responsables y cómplices del golpe militar?

A la salida chilena de la dictadura, y a las circunstancias de que en Chile, a diferencia de lo que ocurrió en Argentina, por ejemplo, nunca se eligió un Gobierno de carácter progresista que considerara las reivindicaciones de los familiares de las víctimas. El Gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, en Argentina, podrá tener todas las críticas del mundo, pero lo que no se puede discutir es que han acabado con las leyes de Punto Final y Obediencia Debida —que protegieron a los militares durante décadas—, empezaron los procesos judiciales contra los responsables de la dictadura, quitaron los retratos de los generales traidores y lograron que Jorge Rafael Videla, jefe de la primera Junta Militar, cumpliera su condena en una prisión común. Eso es algo impensable en Chile. En Chile, Pinochet sigue siendo general —porque nunca fue degradado— y Manuel Contreras es el general Contreras, y aunque lo tienen detenido en una cárcel, ya quisiéramos vivir en ella: tiene alberca, cancha de tenis, spa y todas las comodidades de un hotel de cinco estrellas.

©iStockphoto.com/ Ekaterina79

Háblenos de la campaña presidencial que vive actualmente Chile.

Este año la campaña presidencial en Chile es emblemática. Las dos candidatas más importantes son Michelle Bachelet y Evelyn Matthei. Son dos nombres que están en las antípodas de la historia del país. Bachelet fue detenida y torturada en la cárcel clandestina Villa Grimaldi, y su padre asesinado en la Academia de Guerra, cuyo director era Fernando Matthei, papá de Evelyn. Este ha reconocido que sabía que su amigo Bachelet estaba detenido ahí, pero que él no podía hacer nada.

No tengo ninguna duda de que ganará Michelle Bachelet. ¿Qué puede pasar en su Gobierno? De entrada ya no habrá concertación. En su programa, Bachelet pretende cambiar la Constitución vigente —que, como decíamos, data de 1980 y, por lo tanto, del Gobierno de facto de Pinochet—, regular a las Fuerzas Armadas, dar gratuidad a la educación y a la salud. Si eso se cumple habremos dado un salto gigante. La pregunta es: ¿será eso posible? 

__________

EMILIANO BALERINI CASAL estudió la licenciatura en Periodismo en la Escuela Carlos Septién y la maestría en Estudios Latinoamericanos en la UNAM. Ha colaborado para las revistas Cambio, Fernanda y Playboy. Actualmente es reportero de la sección cultural de Milenio.

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