Aimé Césaire (comp.),
Cuaderno de un retorno a un país natal,
Agustí Bartra (trad.), México: Laberinto Ediciones,
Col. Poesía de largo aliento, núm. 4, 2010, pp. 67.
En 1941 el progenitor del surrealismo, André Breton (junto con otras figuras de la estatura de Wilfredo Lam, Claude Lévi-Strauss y Victor Serge) viaja desde Martinica a Nueva York y se encuentra, a bordo del barco Capitán Paul Lamerle, con la censurada revista Trópiques, de forma casual —aunque bien sabemos que la casualidad no existe— descubre a uno de los mejores poetas de la negritud de todos los tiempos.
Pero, ¿qué es la negritud? Négritude en francés aludía a un término más racista incluso que el usado de manera habitual noir, más tarde el mismo Césaire negaría este término por considerarlo demasiado discriminatorio. Aludía también a un movimiento literario en el que se congregaban escritores negros francófonos (antillanos y africanos), como Léopold Sédar Senghor o Léon Gontran Damas. Más tarde aún, Wole Soyinka declararía: “El tigre no grita su tigritud: sólo salta sobre su presa y la devora”, en oposición a esta idea de negritud, el negro no necesitaba reafirmarse como tal.
Sin embargo, para la época en que escribía Césaire (1935) se hacía necesario reafirmar la condición en que vivían los oprimidos, los negros, en islas tan pobres como Martinica, condiciones a las que los había sometido el colonialismo. Como la definiría Jean-Paul Sartre “es la negación de la negación del hombre negro”. Como la define Agustí Bartra es “en el orden del espíritu … será, pues, una pasión surgida de una conciencia que estalla y brilla en un verbo que tiene virtudes de enunciación y de creación, lengua reveladora y zarzal ardiente, alma y sangre, abierta mano de rayos, socializada semilla y estrella ritual”.
Se dice, entonces, que Cuaderno de un retorno al país natal es el gran poema de la negritud, con todo lo que ello implica; sin embargo, el Cuaderno… va más allá. De nuevo Bartra escribe en la presentación: “La palabra del poema era francesa, surrealista y africana, pero no se adhería completamente a ninguna de estas denominaciones”.
Además de la reivindicación del hombre negro, del ciudadano negro con derecho a criticar a su propia raza por dejarse humillar y pisotear durante siglos, además de cantarle al hombre negro de la selva, al hombre originario que dio vida a otras civilizaciones, Aimé Césaire también le canta al ciudadano negro de ahora, al mestizo, habitante de las grandes metrópolis que no ha olvidado su antigua (y no tanto) historia. Con la erupción de su palabra, anima al hombre negro (y si nos olvidamos del color, también a todos los demás) a dejar de compadecerse, a hundirse en su historia para rescatar los modos de supervivencia, ya sea a través de la palabra o del trabajo, a través del canto o de la labranza, con el gemido o con el grito, con la vergüenza o con el orgullo.
Es en el Cuaderno de un retorno… donde el hombre recapacita sobre su condición de bestia de la jungla, sólo para volverse a plantar en el día de hoy, para reconocerse como el hombre contemporáneo que debe dejar de lado colores y razas (sin olvidar el pasado) para asistir a la hermandad de todos los hombres sufrientes en este mundo que cada vez se vuelve más insensible al fundamento humano. Sean estos hombres negros de la Martinica o de las Antillas, o de Francia o de Nueva York.
Se reconoce en este largo poema en prosa, toda la historia de la raza negra, esclavizada, vilipendiada, torturada, y al fin, emancipada… Se siente en la garganta el largo dolor de la vergüenza. Las terribles imágenes de la esclavitud. No que a Aimé Césaire le avergonzara ser negro, si no que le causa penar y rabia saber que su raza ha agachado la testuz durante siglos. Invoca y convoca a la rebelión, como un viejo chamán habitante de islas insondables, a la rebelión no sólo política sino del alma. Apoyan esta idea del hombre negro que trasciende más allá de sus guetos históricos otros artistas como Braque, Picasso o Cendrars.
Innovando con las palabras y las imágenes, sembrando en la tierra el pan tierno (como diría su esposa Suzanne Rousi), haciendo que las palabras hagan erupción desde su sentido más primigenio, que estallen y que recompongan su nueva identidad, Césaire invita a la rebelión más pura: la de la conciencia del ser humano.
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Cuaderno de un retorno al país natal
¡Cuánta sangre en mi memoria! En mi memoria están las lagunas.
Están cubiertas de cabezas de muertos. No están cubiertas de nenúfares.
En mi memoria hay lagunas. En sus orillas
no se han extendido ceñidores de mujeres.
Mi memoria está rodeada de sangre. ¡Mi memoria
Tiene su cinturón de cadáveres.
Y ametralla de barriles de ron genialmente rociador
de nuestras innobles rebeliones, pasmos de ojos dulces
por haber trasegado la libertad feroz
(los negros-son-todos-iguales, se-lo-digo-yo
los vicios-todos-los-vicios, soy-yo-quien-se-lo-dice
el olor-del-negro, eso-hace-crecer-la-caña
recuerde-el-viejo-refrán:
golpear-a-un-negro-es-alimentarlo)
alrededor de la rocking-chairs meditando en la voluptuosidad de los azotes
yo doy vueltas como un potro no apaciguado
O bien simplemente ¡cómo se nos ama!
Alegremente obscenos, muy blandos de jazz
sobre su exceso de aburrimiento.
Conozco el tracking, el Lindy-hop y las matracas.
Para las buenas bocas la sordina
De nuestras quejas revestidas de uá-uá. Esperad…
Todo está dentro del orden. Mi buen ángel ramonea
neón. Yo traigo palillas de tambor.
Mi dignidad de revuelca en la vomitonas.
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Más sobre Aimé Césaire en las siguientes ligas:
www.larochellivre.org
www.pyepimanla.com
archives-lepost.huffingtonpost.fr
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ROCÍO FRANCO LÓPEZ es egresada de la primera generación del Diplomado en Creación Literaria de la Sociedad General de Escritores, Estado de México. Estudió poesía e italiano con el poeta y traductor Guillermo Fernández. Alguna vez pintó murales callejeros, impartió talleres de poesía para niños y fue cuentacuentos. Escribe de forma intermitente desde la adolescencia, desde hace 14 años se desempeña como editora y correctora, y desde hace siete como madre. Le apasiona leer, escuchar, y el cotidiano y elemental paso de los días.
Este blog, “El domador de polillas” intenta domeñar el apetito de estos saprófagos, para evitar que devoren libros empolvados en algún resquicio de alguna biblioteca… la biblioteca ignota de mi mente.
¡Cuánta negritud! Se logra captar el sentido q para el poeta tuvo la poesía también como una forma de revelar su condición de clase y raza, y rebelarse, pero sobre todo de continuar con el conocimiento de su obra y de su vida. No abrieron las ligas sugeridas, pero habrá otras maneras de acercarse a su obra y conocerla. Gracias por la invitación.