Hace poco menos que cincuenta años, los Estados Unidos pasó por uno de los momentos más sorprendentes, escandalosos, y trascendentales de su historia política. Me refiero, claro, al asesinato de John F. Kennedy, por el rifle de Lee Harvey Oswald, mientras el presidente pasaba en carro por las calles de Dallas, saludando a la gente que salió para verlo.
A medio siglo de aquel momento, el mito de Kennedy sigue muy vigente en la imaginación americana. Nos deja un legado muy complicado. Para muchos, fue un presidente fracasado que no estaba a la altura de su puesto. Aprobó la invasión de Cuba en la Bahía de Cochinos, un desastre militar y una vergüenza diplomática que las fuerzas de Castro lograron revertir en dos días. Su primer encuentro –en Viena en 1961– con su gran rival y contrincante soviético, Nikita Khrushchev, dejó la impresión de que Kennedy era un peso pluma peleando contra los heavyweight. Gracias a ello, Khrushchev sintió la seguridad de mandar armas nucleares a Cuba, cosa que provocó la Crisis de los Misiles en Cuba y casi desató una guerra nuclear entre los dos poderes. Y Kennedy fue el presidente que inició los envíos de tropas a Vietnam, cosa que puso al país en el camino para la guerra más tonta y lamentable en la historia del país.
Hay muchísimos que disputan la calificación negativa a Kennedy. Para ellos, sigue siendo un icono liberal y un modelo para políticos demócratas hoy en día. Fue el primer presidente que tomó en serio el movimiento por los derechos civiles para los afroamericanos, que dio lugar a la legislación histórica durante la gestión de su sucesor, Lyndon Baines Johnson. Además, las mayores tachas en su contra –Vietnam y la Crisis– no deberían de contarse así; el debacle en Vietnam fue obra de Johnson y Nixon, mientras la Crisis se estalló gracias a las maniobras de Khrushchev, y su resolución fue el logro más brillantes de Kennedy.
Los dos lados del argumento tienen méritos a su favor, y es parte de la razón que el legado de Kennedy sigue siendo un tema de interés.
También pesa mucho el personaje de Kennedy. Fue un héroe de la Segunda Guerra Mundial, y producto de la familia política más famosa del siglo XX. Su elección le dio un toque de juventud y glamour a la presidencia, sobre todo con la figura de su esposa Jackie. Ayudó a arrancar la época política actual, en cuanto a la relación entre el presidente y el público. Es decir, fue el primero en ocupar el papel del presidente como estrella, y así, fue un modelo para Reagan, Clinton, y Obama, entre otros. Además, Kennedy fue un mujeriego legendario; entre sus amoríos más conocidos estuvo nada menos que Marilyn Monroe. Fue el presidente que hubiera mandado Hollywood; así pues, sirvió de un puente entre el estilo antiguo de la política y la presidencia moderna.
Además, Kennedy nos sigue interesando por su trágica muerte. La caída repentina de un líder poderoso y un hombre joven siempre cautiva, más en el caso de Kennedy por las preguntas duraderas sobre su muerte. Oswald se murió a balazos a dos días del asesinato de Kennedy –ya arrestado, fue ultimado por un apoyador de Kennedy mientras lo trasladaban a la corte– así que nunca dejó para el público su explicación. Desde hace 50 años, han perdurado preguntas sobre los motivos y los posibles colaboradores de Oswald. Entre otros, han surgido versiones que apuntan hacia Castro y agentes cubanos, la mafia italiana, la CIA, y los rusos. Lo más probable es que Oswald –un comunista declarado que había vivido durante varios años en la Unión Soviética– actuó a solas, o para impresionar a el mundo comunista o en un intento demente de hacer algo importante con su vida. Pero las evidencias no son absolutas, y las preguntas siguen.
Finalmente la muerte de Kennedy, después de dos años y 10 meses de gestión, nos deja con la eterna curiosidad de que habría pasado si hubiera vivido. ¿Habría sido igual de catastrófica la guerra en Vietnam? ¿Habría acabado tan desacreditado el liberalismo tradicional, como pasó en las décadas después de su muerte? ¿Le habrían seguido sus hermanos, o su hijo décadas después, en la presidencia? ¿Habría salido espacio para la candidatura de Nixon? ¿Habría existido tanto impulso conservador como para lanzar a Reagan a la presidencia?
A fin de cuentas, es imposible saber, y es irresistible especular. Hasta cincuenta años después.
(Imágenes tomadas de John F. Kennedy Presidential Libray and Museum)