La diferencia entre una lengua muerta y una lengua viva es que esta última aún es adquirida como la lengua materna de muchas personas. Pensemos por un momento en el latín, existen muchas gramáticas que nos hablan acerca de su funcionamiento, nos describen a detalle los patrones de la conjugación de los verbos y el sistema de pronombres; aunado a esto contamos con muchísimos diccionarios que registran el significado de las palabras en latín y nos proporcionan información gramatical sobre cada una de las entradas. Por si todo esto fuera poco, contamos con una cantidad extraordinaria de textos escritos en latín tocando una gran variedad de temas: literatura, filosofía, tratados de física, textos sobre medicina, argumentación jurídica entre muchísimos más. El latín cuenta con una tradición escrita desarrollada durante siglos y, sin embargo, a pesar de la existencia de todo esto, es una lengua muerta.
Por el contrario, podemos pensar en el mixe de Acatlán el Grande: no conozco ninguna descripción gramatical sobre él, tampoco tenemos información sobre el funcionamiento de sus patrones de conjugación o su sistema fonológico, no existe un diccionario en donde podamos informarnos de su léxico y si ha sido registrado mediante la escritura es algo que desconozco, pero si existe, seguro se trata de un corpus más bien muy pequeño. Sin embargo, a diferencia del latín, el mixe de Acatlán es una lengua viva: se utiliza en los espacios públicos y en contextos familiares, se habla en ella de los más variados temas, se discuten asuntos políticos y asuntos sentimentales. Es la lengua mediante la cual se transmite el conocimiento sobre el mundo y se discute sobre él pero, sobre todo, es la lengua que los niños aprenden como lengua materna.
Esta diferencia aparentemente trivial entre las lenguas muertas y las vivas me parece fundamental como indicador para tomar en consideración en el momento en el cual se comienzan, desarrollan y evalúan procesos de fortalecimiento y revitalización lingüística. Las acciones y las medidas que se toman para impulsar el uso de las lenguas que se encuentran en riesgo de extinción tienen un fin último: que los niños vuelvan a aprenderla como lengua materna. Las actividades que se emprenden deben estar enfocadas, directa o indirectamente, a lograr este objetivo.
Para ejemplificar, se puede plantear un caso hipotético en el que una lengua determinada se encuentra en riego de desaparición y, para fortalecerla, se plantea una serie de proyectos (comunitarios o institucionales) entre los que encuentran el diseño de un abecedario para la escritura, la recopilación de un vocabulario, la edición de una serie de libros que recopilan la tradición oral en dicha lengua y la planeación de un curso para aprender la lengua en cuestión. Aún cuando estas acciones son muy importantes, es importante preguntarse qué tanto garantizan la vitalidad de una lengua. No quisiera sugerir que no deben realizarse, solo hay que preguntarse si se tratan de acciones de revitalización lingüística y si son la mejor manera de alcanzar el objetivo planteado: ayudar a que la lengua se mantenga viva.
¿Cómo se podrá evaluar el éxito de estas acciones? La respuesta, creo yo, se encuentra estrechamente relacionada con la repercusión en la cantidad de niños que vuelven a aprender la lengua como materna. Esa me parece una de las medidas de éxito más confiables dado que si una lengua deja de adquirirse como primera lengua está condenada a la muerte. Creo que cada vez que se emprenden proyectos de revitalización y de fortalecimiento lingüístico es necesario preguntarse en qué medida van a repercutir en la adquisición de la lengua y causar, directa o indirectamente, que un niño que no la hubiera adquirido como lengua materna ahora pueda hacerlo.
Cualquier acción que no repercuta a corto o mediano plazo en la adquisición de una lengua como lengua materna no la está fortaleciendo: puede estarla registrando, difundiendo o estudiando pero no deteniendo el proceso de su muerte. En última instancia, tendremos lenguas con abecedarios para escribir, con gramáticas que expliquen a detalle su funcionamiento, con diccionarios que compilen su léxico, con un gran corpus escrito pero al final, eso no evitará que se conviertan en lenguas muertas, tan muertas como el latín.
Muchas gracias, Yasnayuujk, por la manera tan amena en la que transmites tus ideas, este texto me ayuda a despejar algunas dudas que tenía acerca de los verdaderos esfuerzos que podemos hacer para apoyar la sobreviovencia de nuestras lenguas originarias.