The illiterate of the 21st century will not be those who cannot read and write, but those who cannot learn, unlearn, and relearn.
Alvin Toffler
La historia del nuestro Occidente, desde una perspectiva económica y político-social, ha sido siempre dirigida, sutilmente o no, por el control de la información y el acceso a la misma. Nuestra evolución cultural ha caracterizado sus grandes cismas históricos con los paradigmas de una sociedad civil cada vez más participativa y empoderada por la posesión de estos medios informativos. Aquel proceso de liberalización iniciado por la Revolución francesa, a su vez un producto históricamente lógico de la revolución de Gutenberg, ha logrado obtener una fuerza sin precedentes para el accionar social en gran parte gracias al resultado (o la serie de resultados) de las diversas revoluciones tecnológicas. El mundo de las redes cibernéticas bajo ésta lupa se presenta como la última gran pieza de un rompecabezas cuyo fin desconocemos pero, de alguna manera, nos es perfectamente claro.
Presagios en un momento utópicos ahora se materializan. Desde hace un poco más de cuatro años, varias de las más prestigiosas universidades estadounidenses (las de Yale y Berkeley, el Instituto Tecnológico de Massachussets) han optado por regalar y propagar su contenido académico, sin costo alguno, a través de la red. Cursos de nivel básico, medio y superior se encuentran al alcance de cualquier actor social que esté dispuesto a adquirirlos. Al hacerlo, aumentará la ocupación total de la memoria de su CPU por un número variable de archivos—dependiendo del contenido y la naturaleza del curso— que van desde sencillos resúmenes de lo visto clase a clase, lecturas de interés, indicaciones para posibles prácticas de campo, hasta video grabaciones claras y editadas de las cátedras mismas. Toda la valiosa y envidiada información antes poseída exclusivamente por éstas instituciones educativas ahora está al alcance de todos, con un máximo de cinco días de diferencia.
Es tan fácil exagerar como minimizar las implicaciones de lo descrito anteriormente. Podría representar el comienzo del final de toda organización social conocida hasta ahora por el hombre occidental, si tomamos el argumento histórico-dialéctico presentado originalmente de que la evolución social del hombre es la evolución del control de sus propios contenidos informativos. Lo que es más, una situación así podría arrojarnos un panorama tan distinto a lo que nuestros paradigmas cognitivos conocen que terminaría siendo tan imaginable como cualquier relato de ficción.
Sin embargo, somos también una civilización eficaz en cuanto a la adaptabilidad de esos mismos paradigmas, logrando siempre la manera de que el orden establecido se mantenga constante aún cuando los cambios dramáticos sean profundos y claramente visibles.
Lo único que tenemos por cierto hasta el momento es que será el tiempo y no otro factor lo que determine el final acomodo de todas las cosas sociales en relación al tema bajo estudio. Más aún, esperar que éste proceso sea uno que en verdad favorezca al grueso de la población mundial, iniciando finalmente un proceso de emancipación política, económica y social dadas las nuevas (y desconocidas) reglas de un juego nuevo. Educación, ahora sí, para todos.
Fotografía tomada de:
http://www.flickr.com/photos/isaiah115/7301506118/sizes/m/in/photostream/
Jaja. No ofreces más que un mal construido instrumental histórico que apoye tu hipótesis. Que osadía la de publicar éste tipo de artículos, con una cabeza tan llamativa e interesante y con nulo valor epistemológico que no da mas que para un cuento de ciencia ficción, debo admitir que es buen argumento -desconozco sí ya se ha escrito algo recientemente. Y veo que tus demás publicaciones tienen ideas bastante interesantes, lástima que no las desarrolles. Quizás te robe la idea y la desarrolle, ya sea que haga una novela o un trabajo académico, por supuesto, tendrá otro título. Jajaja.
Saludos.