Los vínculos entre sexualidad y ciudadanía son múltiples y vitales; entender su relación permite visualizar las problemáticas y soluciones del desarrollo humano y social con mayor nitidez desde una perspectiva integral.
Existe una distancia entre la declaración de derechos y la posibilidad real de su observancia, exigencia y respeto, pues entre estas dos situaciones se interponen los valores culturales de las personas.
Sexualidad y derechos humanos
La ampliación de los derechos humanos durante el siglo XX, en busca de la visualización y las garantías a las condiciones básicas para la existencia digna de las personas, logró el reconocimiento de las desventajas existentes por cuestiones de género y la incorporación de las reivindicaciones de la igualdad entre los sexos, provenientes de las luchas encabezadas por los movimientos feministas, a través de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (1979). En este mismo sentido, y a partir de las distintas declaratorias y los tratados internacionales de derechos humanos, la Asociación Mundial de Sexología (WAS) formuló su declaratoria de los derechos sexuales en el XIII Congreso Mundial de Sexología, (1997). Ésta consigna, entre otros, los derechos a la privacidad y a la libre asociación sexual, a tomar decisiones reproductivas libres, a la información científica sobre sexualidad y a la educación sexual.
Sin embargo, para que estos derechos sean una hecho es necesario que concuerden con la cultura política de las personas, que son las creencias, sentimientos, valores, actitudes y expectativas sobre distintos temas de convivencia y ejercicio del poder presentes en la población. Una cultura política identificada con valores autoritarios como racismo, clasismo o sexismo, opuesta al principio de los derechos humanos como el reconocimiento de la igualdad formal de todos los seres humanos, genera situaciones de vulnerabilidad y marginación contra alguna parte de la población. Por el contrario una cultura política democrática asociada a valores como la valoración de la diversidad, la inclusión o la multiculturalidad es capaz de volver los derechos en hechos en la cotidianidad de las personas así como de transformar las instituciones o las leyes para la protección o creación de garantías para algún sector social.
Sexualidad y ciudadanía en este país
En México la cultura política es más bien autoritaria y la violencia simbólica constituida por las narrativas, sistemas de valores, practicas y actitudes que justifican y normalizan la invasión de unos seres humanos por parte de otros permean muchos ámbitos de la convivencia cotidiana. Así detrás de ciudadanías formales se encuentran exclusiones reales. Aquí algunos ejemplos: en 2012 el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), en conjunto con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) presentó el documento Mujeres y hombres en México, donde se consigna que casi el 50 % de las mujeres en nuestro país han vivido algún tipo de violencia en su actual o última relación de pareja. Más del 13 % ha sufrido violencia física y más del 7 % violencia sexual. En la Encuesta sobre discriminación en la Ciudad de México 2013, las personas homosexuales fueron el segundo grupo con mayor discriminación. Otro dato que puede ayudar a tener un pequeño bosquejo de nuestra situación son los resultados que arrojó el Diagnóstico de 15 Tribunales Superiores de Justicia Estatales que publica el Poder Judicial sobre la percepción que tienen las personas que imparten justicia respecto de la equidad de género en 2012. Encuestados, magistradas y magistrados, jueces, y secretarias y secretarios de juzgado, 43% ignoraban cuáles son las leyes nacionales específicas que protegen los derechos de las mujeres, 80% desconocía la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el instrumento jurídico internacional para su protección, y 33% tenía la percepción que la igualdad de género se trata de una moda.
Difundir los saberes sobre sexualidad humana para el desarrollo
Nos queda mucho por hacer para que la cultura política de la población permita una efectiva vida ciudadana. Es ahí que el estudio de la sexualidad humana puede y debe aportar bases solidas para la deconstrucción de los mitos, prejuicios y falsas creencias sobre los que se construye la violencia simbólica y la discriminación, como por ejemplo la superioridad “natural y necesaria” de lo masculino sobre lo femenino o la idea de la homosexualidad como una desviación que debe “curarse” o castigarse. La primera línea de la constitución de la UNESCO de 1945 señala, “Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”.
¿Qué percepciones sobre la sexualidad humana piensas que obstaculizan el libre acceso a el gozo de los derechos de las personas en este país?
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Más información sobre el autor en www.sexologohumanista.com
Me parece que sigue reflejándose una tensión entre naturaleza y cultura. Si resulta qué es una cuestión cultural, por qué habría qué cambiarla? O no será mas bien que hay naturaleza e identidad sexual natural y eso, ¿permitiría descubrir, hacer visible nuevos Derechos?
Aún en plena modernidad no se ha podido establecer una identidad completa para las mujeres, por todo el carácter socio cultural y las ideas que siguen rigiendo la vida del país, el machismo sigue imperando. Artículos como este, sientan las bases para un futuro prometedor para nuestro género.
Las mujeres desde siempre han sido reprimidas,no gozan de las mismas oportunidades que los hombres,lo podemos ver en cuestión de salario,por el mismo trabajo hecho,las mujeres reciben menos dinero.