Esta semana se cumplen 70 años del inicio de la invasión anfibia más importante de la historia humana: la llamada Operación Overlord del 6 de junio de 1944. Los 150 mil soldados estadounidenses, británicos y canadienses que llegaron a las costas de Francia abrieron un tercer frente contra el ejército de los nazis, junto a la batalla entre los Aliados y los alemanes en la península italiana y el frente masivo entre los alemanes y los rusos en el este. Así, dieron un golpe decisivo y aceleraron el fin de la Segunda Guerra Mundial. La pelea en las playas de Normandía fue horrible, con unas 20 mil bajas en los días después de la invasión, pero en un año, Hitler se había suicidado, los campos de concentración habían sido liberados y el régimen más terrible del mundo moderno había caído.
Además de una buena excusa para volver a ver la escena que abre Rescatando al soldado Ryan, el aniversario de la invasión de Normandía sirve como recordatorio de lo mucho que hemos avanzado como civilización en tan poco tiempo.
Uno de los grandes logros de la Segunda Guerra Mundial fue el arreglo político de Europa Occidental. Las fuerzas del fascismo fueron extinguidas para siempre y el comunismo autoritario nunca llegó a ocupar un espacio comparable. Desde el fin del conflicto con los Nazis, alguna especie de democracia liberal ha sido el modelo dominante en toda Europa Occidental. (Con algunas excepciones, claro). Quizá no representa el fin de la historia, como diría Fukuyama, pero al menos en el contexto europeo, el gran debate sobre la ideología política ideal se acabó. Y por lo tanto, Europa Occidental es un modelo mundial de estabilidad, libertad, y prosperidad.
Gracias a esta unanimidad política, lo que era el continente más bélico e indomable se ha convertido en el más pacífico. Desde la perspectiva de 1944, una paz europea era un sueño imposible. En 70 años, el continente había sufrido tres guerras entre grandes Estados, más aún una de las guerras civiles más sangrientas. Durante siglos, los periodos de paz fueron escasos. Además, tales momentos fueron cargados con tensión más que por una paz duradera, Europa tenía plazos de preparación para el siguiente conflicto, que siempre se vislumbraba.
Ya no es así. No es solamente que los poderes de Europa Occidental han logrado varias décadas de tranquilidad; es que sus intereses fundamentales ya no dejan espacio para la guerra, de tal forma que un nuevo conflicto bélico entre Francia y Alemania (la rivalidad tradicionalmente más peligrosa) es impensable. Durante la crisis económica más grave desde la Gran Depresión, nadie especuló sobre un conflicto entre los diferentes vecinos, ni mucho menos empezó a prepararse para una nueva guerra. Fue igual durante la guerra civil en Yugoslavia hace 20 años,y durante las provocaciones recientes del gobierno ruso en Ucrania. Es imposible saber cuáles más giros se darán, pero por lo pronto no existe un escenario factible en el que se rompa la paz en Europa Occidental.
Setenta años realmente no es mucho en el camino de la historia. Son apenas tres generaciones. Claro, es suficiente tiempo para que sucedan eventos que marcan la historia, pero la evolución de las normas culturales y políticas suele ser sumamente paulatinas. Sin embargo, así sucedió en Europa Occidental el siglo pasado. Las normas son fundamentalmente pacíficas de una forma que no eran hace 70 años. La diferencia entre la vida hoy y cuando la invasión de Normandía abrió la fase final de los Nazis no podría ser más grande. En lugar de millones de muertos violentos y miseria material en una gran parte del mundo, ahora existe una expectativa casi permanente de paz y prosperidad.
Es una diferencia que alienta el optimismo, tanto en Europa como en todos los demás rincones del mundo.