Las acciones que se toman para transformar las condiciones de inequidad entre los géneros que se viven de manera cotidiana en nuestra sociedad son recibidas con resistencia o franca hostilidad por diversos sectores de la población y muchas de estas reacciones tienen como subtexto una culpabilización de las víctimas.
Exponiendo la necesidad de transformar estas condiciones, en contextos socioculturales muy diversos, me encuentro recurrentemente con la opinión de otros hombres que me dicen, “bueno, pero ya se están pasando, ¿no?”
Sin discutir la eficacia de las medidas que se toman para la defensa de los derechos de las mujeres, porque no es el motivo de esta entrega, ni tampoco el objeto de las muchas veces que me han señalado que éstas han ido ya demasiado lejos, alguien me dijo alguna vez , “es que ya hay vagones (los del metro y metrobus), camiones y HASTA cines sólo para mujeres”. Lo que está detrás de estas opiniones es una sensación de indignación ante lo que se percibe como injusto y desproporcionado, y en la mayoría de los casos lleva aparejado un, “porque ellas también hacen cosas”. Valdría la pena preguntarse, ¿qué son esas cosas que ellas hacen para que se “justifique” el tipo de reacciones que “cosechan”?, es decir los altos índices de violencia que padecen en México.
Una sociedad que tolera y solapa la violencia contra las mujeres.
Como parte de los tratados internacionales en materia de derechos humanos, los países firmantes se comprometen al escrutinio externo y la aceptación de los organismos internacionales creados para vigilar su cumplimiento. Tal es el caso de la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra las Mujeres (CEDAW).
En 2005, la cancillería mexicana involucró a su instancia de vigilancia para emitir un informe sobre los feminicidios en Ciudad Juárez frente a la inoperancia de las autoridades encargadas de investigar y castigar los crímenes. Las mal llamadas muertas de Juárez, que en realidad deberían ser llamadas las asesinadas de Juárez, pues es claro que no se murieron solas.
El informe habla de que “no se trata de casos aislados, esporádicos o episódicos de violencia, sino de una situación estructural y de un fenómeno social y cultural enraizado en los costumbres y mentalidades” de una “aceptación de la violencia contra las mujeres considerada como fenómeno “normal” en un contexto de discriminación sistemática y generalizada con base en el sexo”.
Entre las situaciones que encontró la comisión relatora fueron, un enorme grado de impunidad, altos funcionarios del estado de Chihuahua y del municipio de Juárez culpando públicamente a las propias víctimas por su “forma de vestir, por el lugar en que trabajan, por su conducta, por andar solas, o por falta de cuidado de los padres”;
personal policiaco encargado de las investigaciones que “más bien se interesan por la vida privada de las víctimas buscando justificación a los asesinatos”; complicidad de las autoridades y en algunos casos autoría de los crímenes; el patrón de las autoridades para “negar el problema, minimizarlo, descalificar a las víctimas, haciéndolas responsables de su suerte y fabricar culpables”; hostigamiento y amenazas a los familiares que buscan justicia, así como a los defensores y defensoras de derechos humanos u OCS que los apoyan. Estas últimas señaladas por algunas autoridades del Gobierno del Estado con el argumento de que “algunas lucran con el dolor”.
Un problema nacional.
Muchísimos son los hombres que siguen pensando que se exagera y también un gran número de mujeres, que viven con la misoginia de la civilización introyectada.
Cuando expongo esta información, algunas personas se cuestionan y transforman su perspectiva porque se dan cuenta de lo que sí sucede, pero también sigo recibiendo comentarios del estilo de: “bueno eso es en Juárez que es tierra de nadie” o “esos son los narcos”.
El informe de la ONU “De sobrevivientes a defensoras: Mujeres que enfrentan la violencia en México, Honduras y Guatemala” señala que entre 2006 y 2012 los feminicidios en México aumentaron 40 por ciento. En algunos estados, como Chihuahua y el estado de México, los asesinatos de mujeres son 15 veces más altos que el promedio mundial. En México, se cometen 6.4 asesinatos de mujeres por día, 95% de los cuales quedan impunes.
Chihuahua, Guanajuato, Nuevo León, Estado de México, Morelos, Chiapas, Oaxaca, Veracruz , Sonora, Querétaro, Michoacán, San Luis Potosí, Durango, Guerrero, Baja California, Nayarit, Coahuila, Sinaloa, Tamaulipas y el Distrito federal, más de la mitad de las entidades federativas, son señaladas por distintos actores políticos incluyendo instituciones públicas (la Secretaría de Gobernación, el INEGI, el INMUJERES) y OSC (Amnistía Internacional, Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio) como lugares en los que la violencia hacia las mujeres, incluyendo los feminicidios, presentan niveles gravísimos cuya atención es urgente.
A pesar de ello, muchas de estas entidades se han negado a emitir una alerta de género, que consiste en implementar medidas urgentes e inmediatas de seguridad y prevención para evitar la violencia y crímenes contra las mujeres. No sólo por la extendida práctica entre los políticos de vivir de que los ciudadanos creamos que hacen su trabajo en lugar de hacerlo, por lo que no quieren manchar su imagen haciendo lo que les toca y por lo que les pagamos con nuestros impuestos, sino porque ellos mismos, quienes operan las instancias de impartición de justicia y amplios sectores de la sociedad siguen creyendo que las victimas “se lo buscaron”.
Ignorancia e irresponsabilidad
Como señaló el notable neurólogo y psiquiatra Viktor Frankl, autor de la corriente de la logoterapia, los límites entre lo inconsciente, es decir aquellos comportamientos que se repiten de forma automática o impulsiva, y la conciencia, lo que se decide, son permeables. Una vez que tenemos un nuevo punto de vista con el cual comparar nuestras viejas creencias (las que dan pie a comportamientos inconscientes) y podemos detectar sus inconsistencias, lo antes inconsciente se vuelve consiente y nuestros comportamientos destructivos antes ignorados, si se sostienen, ya sin ninguna duda pasan a ser de mala fe o dependiendo de su intensidad abiertamente criminales. Las creencias de la población con respecto a la superioridad de lo masculino con respecto a lo femenino crean en nuestro país un contexto a modo y hacen que la violencia hacia las mujeres se tolere y solape.
Múltiples son las narrativas utilizadas para sociabilizar nuestras ideas del mundo que promueven equívocos, prejuicios y falsas creencias, para reforzar la idea de la “natural superioridad” de un sexo sobre el otro. Si la sociedad no dispone los suficientes esfuerzos a desarticularlas las víctimas de una enorme tragedia social y humana seguirán siendo invisibles y se seguirá generalizando la opinión ante los insuficientes esfuerzos de una parte de la sociedad para frenarla de que “ahora si se están pasando”.
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Fotografía tomada de http://autobusesycamiones.blogspot.mx
Más información sobre el autor en www.sexologohumanista.com
Muy bueno. Estoy de acuerdo con que la separacion de generos, aunque ayuda momentaneamente, probablemente no haga sino fortalecer la idea de la superioridad masculina. Aunado a ello, esta la reciente cultura de las «princesas» que promueve a la mujer como una una rapunzel indefensa encerrada en una torre esperando a un principe que venga a liberarla y asi convertirse, eventualmente, en un «trofeo» de dicho liberador.
Nos siguen pintando como el sexo débil, las que se buscan sus problemas, las que tienen la culpa, pero no hay más, no podemos culpar al entorno ni su visión, no podemos seguir quejándonos, tenemos que demostrar con hechos que la actitud de las mujeres no es ser varoniles porque efectivamente si SOMOS DIFERENTES, si tenemos menos fuerza física, más ello no conlleva a que valgamos menos, somos el sexo da vida física, demos vida energética.
«Poner a parte» a las mujercitas de ninguna manera es una forma de prevenir ni protegerlas de la violencia, sino por el contrario, es una manera de continuar con el patrón, «como el hombre es violento, agresivo, asesino, violador, tenemos que ponerlas a salvo de los malos» cuando lo que se debe hacer es educar a sus hombres, no resguardar a sus mujeres, eso es solo una manera de SEGUIR diciendo(apoyando y solapando): LOS HOMBRES SON MALOS Y LAS MUJERES SON DÉBILES (y a parte culpables).
Un camión pintado de rosa (y luego de rosa…) para ellas, es más una burla que una medida de solución.
Estoy completamente de acuerdo con Enrique Cerón. Pienso que las «medidas» tomadas por los gobiernos para combatir la inequidad nos poenen en desventaja a las mujeres. Nos hacen ver como débiles, diferentes y además estas acciones incrementan el resentimiento y odio entre géneros. Lo único que demuestran es que nuestran autoridades no saben nada de estudios de género.
La sociedad desde siempre ha solapado la violencia hacia la mujer,LA CULPA se agrega a la educación de la mujer,debido a eso no puede ser libre.
Lúcido análisis de Enrique Cerón sobre la inequidad en que convivimos, hombres y mujeres y como la justificamos socialmente, en una ceguera absoluta que abre espacio a mayor violencia.
Cómo desestructurar en una cultura que todavía es patriarcal, esa misoginia, esa inequidad,esos feminicidios que no sólo suceden en la frontera. Para que el otro no sienta que se están pasando, que es una realidad la violencia hacia la mujeres y que si bien los hombres también son vulnerables a ella, son quienes con mayor medida siguen violentando, sobre todo a las menos empoderadas y en situaciones de mayor marginalidad.