El carácter polifacético de Patricio Robles Gil es un reflejo de su pasión por la vida silvestre. Este fotógrafo mexicano, artista plástico, fundador de las organizaciones Agrupación Sierra Madre y Unidos para la Conservación, y editor de muchos libros, ha dedicado su obra a la celebración y defensa del mundo natural. Con motivo de la exposición Las onças pintadas del Mato Grosso, platiqué con él sobre su magno proyecto de fotografía de jaguares (onças pintadas) en El Pantanal brasileño, así como de sus perspectivas sobre la conservación y el papel de la fotografía de naturaleza en nuestra sociedad. JC
En primer lugar, le pregunté sobre su relación personal con el jaguar, protagonista de esta exposición (que podrá visitarse en la prestigiosa galería de Patricia Conde. Ver pág. 2).
Es una larga historia, desde muy niño, el jaguar está en mi mente por muchas razones. Mi padre y mi hermano mayor lo buscaron muchas veces al salir de cacería y nunca lo encontraron. Años después comencé a buscarlo como fotógrafo y fue la misma historia. Cuando ya había fundado dos organizaciones de conservación, nos dedicamos a estudiarlo en el sur de Yucatán. Capturamos veinticinco jaguares y les pusimos collares de telemetría para monitorearlos desde satélite. Entonces pude retratarlos, pero no era la misma experiencia que cuando ves a un animal completamente en estado silvestre. En mis excursiones por la selva Lacandona, por El Pantanal, el río peruano de Manú, el Amazonas, siempre estaba la emoción de ese posible encuentro frente a frente con un jaguar, pero nunca sucedió.
Hace alrededor de cinco años comencé a ver publicadas cada vez más fotografías de jaguares en libertad, indagué de dónde venían y encontré este sitio en el Mato Grosso. La primera vez que visité la región me asombró la oportunidad única que nos ofrecía la naturaleza de abrir una ventana a la vida de este animal tan misterioso y legendario.
Para mí, el jaguar es el emblema no solo de los bosques tropicales americanos, sino de toda la América. Este animal llegaba desde Sudamérica hasta Estados Unidos; desafortunadamente, el muro fronterizo le impide el movimiento natural que tenía antes. Sin el jaguar, se pierde un espíritu básico de los bosques. Aunque nunca lo veas cuando entras a una selva, nada más saber que está ahí produce el miedo sano, sabroso, de que en cualquier momento te puedes encontrar con un depredador astuto, poderoso, inteligente. El día en que ya no existan estos animales en libertad, cuando estén nada más en los zoológicos o como especímenes en los museos, va a faltar algo esencial en el planeta.
La abundancia de jaguares en esta región de Brasil se debe a las leyes que prohíben la cacería, a la extraordinaria abundancia de alimento en los ríos del Pantanal, y a que en esa zona los felinos se han acostumbrado a la presencia del hombre, ya que abundan los pescadores deportivos y, desde hace algunos años, los turistas. El encuentro de este paraíso generó sentimientos encontrados entre el fotógrafo que desea divulgar las imágenes de este lugar extraordinario y el activista que no quiere verlo destruido por el turismo irresponsable.
Hice tres viajes, y tuve ciento ochenta y cuatro encuentros con numerosos ejemplares del jaguar. Después de cuarenta años de no encontrarlo, era algo único. Pude verlo cazar, vi tres cópulas, vi a la cría de unas de esas cópulas en el hocico de una hembra. Esta oportunidad única de observación atrae a muchos turistas que van por uno o dos días y exigen al lanchero que se acerque mucho a los animales. Llegamos a ser quince embarcaciones en el río, cincuenta o sesenta personas. Hubo conflictos. Yo creo que es importante tener una preparación y entender la naturaleza como un lugar a donde debes entrar de una manera respetuosa.
Me tardé dos años en tomar la decisión de publicar estas fotos, porque me siento culpable de que este trabajo haga que cada vez más personas quieran ir a visitar la zona y el hábitat se arruine. Sin embargo, este es un material muy valioso, nadie había trabajado de manera tan íntima con esta especie, y sería una pena que no se conociera. Lo que quiero decir fuerte y claro es que aquellos que buscamos estos encuentros con la vida silvestre debemos tener una gran responsabilidad, no solo de aportar dinero o un poco de tiempo a su conservación, sino que debemos asumir el compromiso de conservar tanto al jaguar como a sus bosques, a estos pantanos, a la naturaleza en general.
De acuerdo con la experiencia de Robles Gil, la mayor amenaza para el jaguar es la fragmentación de los bosques en los que habita, ya que el aislamiento provoca la pérdida de diversidad genética, fundamental para la adaptación de una especie a su entorno. Uno de los estudios coordinados por él (el que involucró el rastreo satelital de veinticinco jaguares con collarín) se llevó a cabo para promover la creación de un corredor de bosque que permitiera al jaguar transitar entre las Reservas de la Biósfera de Sian-Ka’an y de Calakmul, en la península de Yucatán.
A continuación, platicamos sobre el reto de la fotografía de naturaleza para ser reconocida como una expresión artística. Uno de los propósitos de la exposición Las onças pintadas del Mato Grosso es abrir espacios vetados a este género. Entre otros aspectos técnicos del trabajo, Robles Gil me habló de los motivos para exponer la mayoría de las fotos en blanco y negro.
Como pintor y artista en general, la foto en blanco y negro no me llamaba mucho la atención, pero al retratar a los jaguares llegué a pensar cómo las fotografías iban a tener mucha más fuerza en blanco y negro; el mismo patrón de pigmentación de la piel del jaguar se presta a ese contraste, su cara con marcas blancas y motas negras y los tonos pardos y naranjas que tiene, contrastados con la tierra un tanto rojiza y verde, al traducir todo esto al blanco y negro da como resultado unas imágenes muy poderosas, muy bellas.
Le comenté que una de las sensaciones que me produce su obra fotográfica (publicada en libros y revistas de todo el mundo) es el de una gran cercanía y familiaridad con la fauna retratada. Quise saber cómo lograba capturar esos rasgos que me permiten sentir la vitalidad particular de cada animal.
Lo que busco es lograr un trabajo profundo que refleje esa cercanía que se da cuando ya conoces a los individuos y ellos te conocen a ti, y actúan con más naturalidad. Al tercer mes de estar fotografiando a los jaguares, ya identificaba a los individuos por sus marcas, por su forma. Había una hembra que me parecía muy bella por sus ojos orientales, y ella cada vez me permitía acercarme más a retratarla. Estar de esa manera te permite lograr imágenes memorables de momentos únicos.
Al comenzar un viaje de fotografía, me toma diez días dejar atrás mis problemas y adentrarme en el lenguaje de la naturaleza. Es algo maravilloso y es algo que estamos perdiendo por falta de profundidad, por el deseo de ver todo de inmediato, como un espectáculo superfluo, sin tiempo para familiarizarnos y reflexionar.
A la par de su labor artística, Patricio Robles Gil ha sido un actor fundamental en la conservación de especies en peligro de extinción como la vaquita marina, el manatí, el oso negro, el águila real y el jaguar mismo. Su trabajo ha sido muy arduo y, con frecuencia, frustrante, puesto que hay numerosas fuerzas económicas que actúan en contra de la preservación de los espacios silvestres.
Patricio me confesó que muchas veces se ha sentido desalentado ante la falta de compromiso de todos los sectores de la sociedad para salvar la riqueza biológica de nuestro planeta. Sin embargo, durante el noveno World Wilderness Congress, que él mismo organizó en Mérida, Yucatán, en 2009, encontró una nueva fuente de inspiración artística, la cual se concretó en un proyecto que llama Los rituales de la extinción.
En el Congreso hice un ejercicio de cuerpos pintados, en el que invité a quince pintores a ilustrar dieciséis cuerpos de modelos humanos con temas ambientales; algunos de los mejores fotógrafos de naturaleza del mundo nos acompañaron a documentar esta forma de arte efímero. Cuando los setecientos delegados de todo el mundo se encontraron con la exposición escultórica de estos cuerpos pintados, me maravilló el respeto, el silencio que se suscitó; durante veinte minutos nadie dijo una palabra, nadie, y eso me impresionó profundamente, dije: aquí hay una veta que tengo que seguir. Inspirándome en obras icónicas del arte universal, he ido haciendo una serie de piezas que representan las problemáticas de lo que nos está sucediendo, de esos lugares donde cruzamos la línea irreversible de la destrucción natural. Pinto los cuerpos, los fotografío, y se convierten en esculturas, instalaciones, cuadros muy estimulantes. Esto me ha rejuvenecido, me ha vuelto a dar inspiración para seguir luchando por denunciar la pérdida de los espacios silvestres.
Para concluir la entrevista, le pregunté sobre cuáles pueden ser los efectos positivos generados por las obras que veremos en Las onças pintadas del Mato Grosso, así como en los cuerpos pintados de Los rituales de la extinción.
Quiero que en estas imágenes no veas a una bestia solamente, sino que veas a tu mundo, te reconozcas en él, y de esa manera reflexionemos sobre quiénes somos actualmente como sociedad, hacia dónde vamos…
Para mí es esencial encontrar un nuevo Renacimiento donde la naturaleza, en lugar de ser explotada y destruida, sea nuestro templo, por decirlo de alguna forma, un espacio donde podamos construir una nueva manera de ver el mundo, y crear una sociedad más consciente y comprometida con el medio ambiente.
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En ningún momento sentí que mi interlocutor tuviera prisa por concluir la entrevista. Su calma es una virtud inusual, sin duda cultivada en el mundo silvestre, en las horas de contemplación y espera. De manera amistosa, conversamos sobre temas tan diversos como el papel ambivalente de la caza deportiva en la protección de especies en peligro de extinción, los efectos del turismo en los bosques de la India donde sobrevive el tigre, y la necesidad urgente de un mayor compromiso del gobierno para defender el Parque Nacional Cabo Pulmo en Baja California, en donde los “desarrolladores” turísticos buscan construir un complejo hotelero que tendría efectos nefastos en el ecosistema. “A final de cuentas —me dijo—, el problema es la avaricia”. Con esas palabras resonando en mi mente, nos despedimos. Entonces sentí que este veterano de la conservación natural, cuya voz acusa la fatiga de muchos años de remar a contracorriente, no se ha dado por vencido. Me dieron ganas de subir al bote, tomar un remo y navegar también.~
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JORGE COMENSAL (Ciudad de México, 1987) es narrador y ensayista. Ha sido becario de la Fundación para las Letras Mexicanas y del Fonca. Actualmente está escribiendo un libro de ensayos sobre la extinción de la biodiversidad mexicana.