Durante más de dos años, el autor dedicó estas páginas bimestrales a explicar los principios fundamentales del capitalismo irrestricto y la forma en que un Gobierno debe actuar para acatarlos. Con esta entrega, en la que sintetiza lo expuesto en meses previos y perfila los beneficios de gobernar bajo dichos principios, esta serie concluye.
I.
En las últimas 11 entregas expuse y expliqué cada uno de los 10 mandamientos que integran el Decálogo para el buen comportamiento económico del Gobierno, mismo que, con el fin de tenerlo presente, transcribo nuevamente:
Reconocerás plenamente, definirás puntualmente y garantizarás jurídicamente la libertad individual para trabajar y emprender, invertir y producir, distribuir y comerciar, consumir y ahorrar, así como la propiedad privada sobre los medios de producción, el patrimonio y los ingresos.
Aceptarás que toda persona tiene el derecho de realizar la actividad económica que elija, tanto por el lado de la producción como del consumo, siempre y cuando al hacerlo no atente en contra de la vida, la libertad y la propiedad de los demás. En pocas palabras: no limitarás la libertad de los agentes económicos, salvo cuando ello atente contra los derechos de los demás (laissez-faire: dejar hacer).
Aceptarás que toda persona tiene derecho al producto íntegro de su trabajo. Dicho de otra manera: no limitarás la propiedad sobre los ingresos, el patrimonio y los medios de producción, salvo por la parte de los mismos que necesites, y obtengas por medio del cobro de impuestos, para realizar tus legítimas tareas, que son: garantizar la seguridad contra la delincuencia; impartir justicia; ofrecer los bienes y servicios públicos que realmente sean públicos y que realmente deban ofrecerse (por ejemplo: alumbrado callejero); ordenar la convivencia en los espacios públicos (por ejemplo: instalar semáforos para ordenar la convivencia de los automovilistas entre sí, y de estos con los transeúntes), nada de lo cual supone la redistribución del ingreso (laissez-avoir: dejar poseer).
Reconocerás que, además de la libertad individual y la propiedad privada, la competencia, sobre todo entre oferentes, es condición necesaria del progreso económico, razón por la cual no impondrás, por ningún motivo, ninguna medida que la limite. Por el contrario: harás todo lo posible para promoverla y defenderla, comenzando por los sectores estratégicos, para lo cual deberás permitir que todo aquel, nacional o extranjero (lo que importa es la competencia, no la nacionalidad de los competidores), que quiera participar, en cualquier sector de la actividad económica o en cualquier mercado de la economía, lo pueda hacer.
Aceptarás que, además de la libertad individual, la propiedad privada y la competencia en todos los sectores de la actividad económica y en todos los mercados de la economía, y una moneda sana y fuerte, que mantenga la estabilidad del índice de precios y preserve el poder adquisitivo de consumidores y ahorradores, son requisitos del progreso económico, por lo que (1) no generarás inflación y (2) combatirás la que, de manera espontánea, se genere en los mercados.
Reconocerás como grave error, tanto desde el punto de vista de la economía como del de la justicia, el otorgamiento de privilegios (apoyos, protecciones, subsidios, concesiones monopólicas, etcétera) a favor de grupos de intereses pecuniarios, independientemente de que sean productores o consumidores, razón por la cual, en ningún caso, por ningún motivo y en ninguna medida, los concederás, aceptando que tu participación en la esfera económica debe ser neutral.
Aceptarás como falta grave el déficit presupuestario y, por ello, el endeudamiento, motivo por el cual, por ninguna causa y en ningún monto, te endeudarás: financiarás todo tu gasto, única y exclusivamente, con impuestos (como al final de cuentas sucede).
Reconocerás como error grave la manipulación de precios, cualesquiera que estos sean (máximos, por debajo del precio de mercado, en supuesto beneficio de los demandantes; mínimos, por arriba del precio de mercado, en supuesto beneficio de los oferentes), motivo por el cual te abstendrás de practicarla.
Aceptarás que el sistema impositivo correcto —tanto desde el punto de vista de la eficacia recaudatoria (recauda más) como de la justicia impositiva (equidad y proporcionalidad perfectas)— es el del impuesto único (ni uno más), homogéneo (la misma tasa en todos los casos), universal (sin excepción de ningún tipo), no expoliatorio (expoliación que se da cuando se cobran impuestos con fines redistributivos), a las compras (no al ingreso, no al patrimonio), aceptación que te llevará a ponerlo en práctica.
Reconocerás que tu tarea en la economía no es la de intervenir en las decisiones, elecciones y acciones que los agentes económicos lleven a cabo, sino la de minimizar el costo de transacción de estas; no es la de modificar, de manera coactiva y a favor de uno de ellos, los acuerdos a los que lleguen productores y consumidores, oferentes y demandantes, vendedores y compradores, sino la de velar por el cumplimiento de dichos acuerdos; no es la de participar como productor de bienes y servicios, mucho menos la de planear, conducir, coordinar y orientar la actividad económica de las personas, sino la de garantizar el laissez-faire (dejar hacer) y el laissez-avoir (dejar poseer).
II.
(1) El apego al Decálogo daría como resultado —partiendo del respeto a la libertad individual (laissez-faire) y en beneficio de los consumidores— la mayor competencia posible en todos los sectores de la actividad económica y en todos los mercados de la economía. (2) La mayor competencia posible daría como resultado la trilogía de la competitividad: menores precios, mayor calidad y mejor servicio. (3) La trilogía de la competitividad daría como resultado más y mejores opciones de consumo. (4) Más y mejores opciones de consumo darían como resultado una menor escasez y, por ello, un mayor bienestar.
(1) Por su parte —partiendo igualmente del respeto a la libertad individual (laissez-faire) y en beneficio de los trabajadores—, el respeto al Decálogo daría como resultado la mayor inversión posible en todos los sectores de la actividad económica. (2) La mayor inversión posible daría como resultado la mayor apertura posible de empresas, la mayor producción posible de bienes y servicios, la mayor creación posible de empleos y la mayor generación posible de ingreso. (3) La mayor creación posible de empleos, combinada con la mayor generación posible de ingreso, daría como resultado el mayor consumo posible. (4) El mayor consumo posible daría como resultado la menor escasez posible y, como contrapartida, el mayor bienestar posible, nuevamente, para los consumidores, quienes antes de poder serlo tienen que ser trabajadores: primero se trabaja y luego se genera un ingreso; primero se genera un ingreso y luego se compra; primero se compra y luego se consume; primero se consume y luego se satisface la necesidad.
El respeto a este Decálogo tendría como consecuencias —partiendo del respeto a la propiedad privada (laissez-avoir), respeto que supone desde cobrar impuestos solo para financiar las legítimas tareas del Gobierno (al cobrar impuestos el Gobierno te quita dinero) hasta preservar el poder adquisitivo del dinero (al generar inflación, el Gobierno le quita poder adquisitivo a tu dinero) y en beneficio de todos los agentes económicos— las siguientes: (1) el mayor ingreso disponible (que es el que resta una vez que se han pagado los impuestos); (2) el mayor poder adquisitivo posible (que se logra si no hay inflación); (3) el mayor ingreso disponible, combinado con el mayor poder adquisitivo posible, tiene como consecuencia el mayor consumo posible; (4) el mayor consumo posible tiene como consecuencia un menor grado de escasez; (5) un menor grado de escasez tiene como consecuencia un mayor nivel de bienestar, siempre en beneficio de los consumidoresPodría seguir enumerando las consecuencias positivas que traería el respeto al Decálogo, pero con las mencionadas en los tres párrafos anteriores, todas a favor de los consumidores, es más que suficiente; no hay que olvidar que toda política, institución o conducta económica debe calificarse en función de sus efectos en términos del bienestar de los consumidores. Si actúan a su favor, hay que ponerlas en práctica. Si actúan en contra suya, hay que rechazarlas. Claramente, el Decálogo para el buen comportamiento económico del Gobierno actuaría a favor de los consumidores (sin olvidar el uso mucho más económico que se haría, por el lado de la oferta, de los factores de la producción que, por ser escasos y de uso alternativo, deben usarse de la manera más económica posible, lo cual quiere decir, para producir, al menor costo posible, lo que los consumidores aprecian más).
Pero en este, como en muchos otros temas, hay que ir más allá de las fronteras.
* Fotografía tomada de http://archivo.estepais.com/site/?p=49795
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ARTURO DAMM ARNAL es economista, filósofo y profesor de Economía y Teoría Económica del Derecho en la Universidad Panamericana.
([email protected]; Twitter: @ArturoDammArnal)