Desde tiempos prehistóricos, el hombre recurrió a la creación artística con fines rituales, mágicos y espirituales. Lo primero que plasmó en las pinturas rupestres fueron animales: sabía muy bien que eran su sustento y, al mismo tiempo, sus iguales. Que les debía veneración y respeto.
En la actualidad, la mayoría de nosotros ha perdido esa conexión con la naturaleza, ya no somos capaces de ver que somos una pequeñísima parte de ese todo. Nos creemos aislados y fuera de ella: en nuestras ciudades, entre nuestros muros de concreto, en medio de nuestros rascacielos.
Sin embargo, en estas urbes que deliberadamente ignoran y dan la espalda al medio ambiente, algunos afortunados han podido volver a esos orígenes. Patricio es uno de ellos. Ha recorrido el mundo para constatar la magia que el encuentro con un animal en estado silvestre puede brindar.
A varios siglos de distancia de las pinturas rupestres, ya entrados en el XXI, Robles Gil utiliza la fotografía para dar testimonio de la enorme riqueza natural de nuestro planeta. Estas fotos, cuya técnica y belleza son incuestionables, tienen otro propósito aparte del estético: existen para concientizarnos sobre la necesidad de proteger la vida silvestre. Si somos capaces de reconocer nuestra propia esencia en las pieles de los jaguares, en las plumas de las aves, en las escamas del reptil, recordaremos que tenemos el compromiso vital de resguardar su hábitat. ~