El cuerpo es nuestra única posesión verdadera. No es de extrañar, entonces, que sea el eje alrededor del cual gira nuestra representación del mundo. Por eso atribuimos a la realidad —objetos, situaciones, ideas— características humanas. De este fenómeno universal que la retórica clásica llama “prosopopeya” se derivan decenas de expresiones que empleamos a diario. Es posible, por ejemplo, meter(se) cosas en la cabeza (la cual, por cierto, es nuestro más preciado bien), y que ella también se pueda perder, sentar, apostar, bajar, sacar, calentar y levantar (o no), mientras que las cosas llegan a estar de cabeza.1 El latín cápita se transformó en cabeza, de ahí sus allegados capitán y capital, ambos con la idea de encabezar.2 La persona cabizbaja anda cabeza abajo; echar de cabeza (a alguien) significa revelar su secreto. Además de los ajos, las familias, las playas y los clavos, los alfileres tienen cabeza (las agujas, en cambio, poseen ojos). Por su parte, arrostrar (de rostro) es lo mismo que dar la cara o afrontar (de frente). Poner (tu/su) car(ot)a, también jeta, implica desaprobar, recriminar. Caras hay en la luna, las monedas, las hojas y otros objetos; existen también las de pocos amigos.3
Cuerpo tienen el vino, los delitos, el ejército y la diplomacia. Los hay presentes, muertos, extraños y de rey. “En cuerpo y alma” significa totalmente.
Los ojos son los órganos del cuerpo que intervienen con mayor frecuencia en las expresiones que usamos (ojo del huracán, de agua, clínico, de buey, de tigre, de pescado, de sapo, de lince), además de las ciento cuarenta y dos locuciones como no pegar un ojo, “en un abrir y cerrar de ojos”, a ojo de buen cubero, ¡mucho ojo!, etcétera, que el diccionario académico tiene censadas. Algo frágil es la niña de los ojos, lo caro “cuesta un ojo de la cara”, el mal de ojo es un hechizo.
Cor, en latín, significa ‘corazón’ (de ahí viene cordial) y lo asociamos con el amor. Se puede abrir, tener en un puño o en la mano; a veces no cabe en el pecho: se es “todo corazón”. Se dice que una persona malvada carece de él (también se afirma que “tiene mala entraña”).4
Las personas tenemos pies, no patas, y manos en lugar de garras; no obstante, se dice patada (no *pieada) y agarrar (no *manear). Meto la pata cuando soy inoportuno, sé de qué pie cojea la persona cuyas debilidades conozco. Se ha utilizado también el cuerpo humano para algunas unidades de medida primitivas, como la pulgada o el pie.
Los espías son orejas, alguien experimentado tiene callo/colmillo. Los mexicanos hacemos la barba cada vez que damos coba. Hincar el diente es acometer una empresa, aunque sea a regañadientes; tener buen diente, ser comelón; de dientes para afuera, insinceridad. Los deslenguados hablan de más, igual que los lenguaraces. Se muerden la lengua aquellos que critican en otros un defecto propio, y varias otras locuciones las tengo en la punta de la lengua.
A muchos que aprenden el español les maravilla que los sufijos –azo y –ada signifiquen golpe de, ya que no hay equivalentes en sus lenguas. También que en ocasiones sea una parte del cuerpo la que golpea (palmada, taconazo) y otras veces el sitio golpeado (cachetada, nalgada).
Dar la espalda significa traicionar, lo opuesto a meter el hombro (apoyar);5 meter en cintura es disciplinar. Llamo brazo derecho a mi mejor colaborador; también dedo chiquito si deseo añadir afecto. Caen en el hígado o son higad(it)os los pedantes, cerebritos los brillantes que “no tienen un pelo de tontos”,6 mientras que los pusilánimes “tienen atole en las venas”. El apodo “La Quesadilla” se aplica a aquel que “no tiene más que una untada de sesos”; sorberlos significa embobar, devanárselos es reflexionar en exceso. A pesar de que nadie sabría dibujarla, conocer (algo) como la palma de la mano quiere decir de cabo a rabo. Tener fino olfato es ser perspicaz; dar cuello, aniquilar; codearse, alternar. Se “muestra músculo” en las marchas multitudinarias. Los amigos llegan a ser uña y carne.7 “Se echa un ojo” para vigilar; se ojean las cosas pero se hojean los escritos. Los guiños ya no son coqueteo sino complicidad.
Varias locuciones involucran secreciones: se puede derramar la bilis, ser un mocoso, sudar la gota gorda (padecer), sudar la camiseta, orinarse/mearse de risa, estar cagado, cagarse de miedo —o, también, de risa—, cag(ote)ar a alguien.8 La depresión, llamada melancolía en tiempos remotos, era concebida como una secreción oscura (‘bilis negra’ en griego). Leyenda urbana o no, los mexicanos asociamos el “agua de riñón” con enardecidas tribunas deportivas.
Algunas partes del cuerpo le dan nombre a prendas y cosas varias. Son metonimias por contigüidad: brazalete, pectoral, anteojos, collar, gargantilla, puñal, dedal, cinturón, así como las terminadas en –era que se refieren a tobillo, oreja, hombro, cabeza, muslo, codo, espinilla, ojo, pecho, ombligo, rodilla. Pulsera es una metonimia dentro de otra: no alude a la muñeca sino a las pulsaciones que en ella se palpan; todavía más lejos queda el calcetín (de calzar) de la palabra pie.
Algunos sangrones creen tener sangre azul cuando la tienen de chinche y se consideran el ombligo del mundo aunque no tengan dos dedos de frente.~
1Como es lógico, significa lo mismo que patas arriba.
2En español la morfología original solo se conserva en el verbo decapitar y en pena capital.
3Por el momento no nos interesan expresiones médicas vecinas como ser (algo) un cáncer, cortar por lo sano, tomar la temperatura o diagnosticar. Nos ocupamos aquí solamente de las expresiones que involucran partes del cuerpo humano.
4Algunas frutas y legumbres tienen corazón, al igual que las ciudades, y estas, a su vez, gracias a sus parques poseen también pulmones. Por otro lado, conocer las entrañas/tripas (de algo) es conocerlo al derecho y al revés.
5Echarse (algo) al hombro significa responsabilizarse mientras que encogerse de hombros es desentenderse.
6El pelo también se toma, se jala, se suelta, se pone de punta…
7En plan jocoso, uña y mugre.
8España es uno de los países donde las coprolalias son más abundantes (¡me cago en…!), apenas superado —tal vez— por Francia (merde!).
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Profesor de literatura francesa en la Facultad de Filosofía y Letras y de español superior en el CEPE de la UNAM, RICARDO ANCIRA (Mante, Tamaulipas, 1955) obtuvo un premio en el Concurso Internacional de Cuento Juan Rulfo 2001, que organiza Radio Francia Internacional, por el relato “…y Dios creó los USATM”. Es autor del libro de relatos Agosto tiene la culpa (Samsara, 2014).