Para Iván Gardea,
quien mantiene viva
la memoria literaria de su padre
En 2014 Jesús Gardea habría cumplido setenta y cinco años, pues nació el 2 de julio de 1939, en Ciudad Delicias, Chihuahua. Murió el 2 de marzo de 2000, cuando estaba de visita en la Ciudad de México, y nos dejó una obra literaria en la que destacan los libros de cuentos: Los viernes de Lautaro (1979), Septiembre y los otros días (1980), De alba sombría (1985), Las luces del mundo (1986), Difícil de atrapar (1995) y Donde el gimnasta (1999); y las novelas: El sol que estás mirando (1981), La canción de las mulas muertas (1981), El tornavoz (1983), Soñar la guerra (1984), Los músicos y el fuego (1985), Sóbol (1985), El diablo en el ojo (1989), El agua de las esferas (1992), La ventana hundida (1992) y Juegan los comensales (1998). Con Septiembre y los otros días, su segundo libro de cuentos, obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia.
Su descubridor —casi todo el mundo lo sabe— fue Jaime Labastida, quien lo dio a conocer, hace treinta y cinco años, en Siglo XXI Editores, con Los viernes de Lautaro. Toda su obra es un antecedente del auge de la narrativa norteña de México, abigarrada de violencia y sequedad, en un ambiente de gran desolación. Algunos lo consideraron heredero directo de Juan Rulfo, pero lo cierto es que su estilo, parco, duro, de una brevedad casi telegráfica, es la aportación propia que hizo a la exuberante literatura mexicana.
Vicente Francisco Torres, investigador riguroso de la literatura mexicana, lo definió del mejor modo posible:
Los viernes de Lautaro, primer libro de cuentos de Jesús Gardea, llamó la atención por las atmósferas de amargura y desencanto que envolvían un paisaje desolado y árido. El denso lirismo de ese libro era un recurso para presentar la abrasadora geografía del norte de México. Desde entonces, Gardea apareció dueño de una voz parca y evocadora, de una prosa pausada y certera que conseguía una belleza hosca. Sus libros están llenos de interrogantes, luces, ecos, silencios, fríos, vientos y sopores.
Al examinar su propia obra, Gardea dijo en cierta ocasión: “Mis libros reflejan un poco mi estilo de vida, aislado, un tanto apartado, y el lector requiere cierta tranquilidad para acercarse a ellos. Mis personajes son seres muy concentrados, encerrados, a lo mejor en cierto momento revelan un poco mi forma de ser”. En otro momento afirmó: “Lo que más me importa es vencer la resistencia del lenguaje, visible u oculta, en la cabeza o en el papel”. Y su conclusión era firme: “Confío absolutamente en que voy a dar en el clavo. No es una confianza regalada. Pienso que voy a salir adelante con el lenguaje. Quizá haya ciertas dudas en algunos momentos, pero lo demás es todo un fondo de confianza”.
El ruidoso medio literario, el vanidoso ambiente de los “literatos”, nunca le interesó, no le atrajo jamás. Seguramente por ello, a una buena parte de los literatos no le interesó (ni le interesa hoy) Gardea. Pero lo cierto es que sus novelas y sus libros de cuentos siguen vivos, se pueden leer y releer, a pesar de que no se reediten. Y mucho ganaría la literatura mexicana reeditándolos y volviéndolos a poner en circulación.
Cuando lo conocí en persona (estupenda persona) estaba por cumplir cincuenta años; fue en 1989, y un día de ese año le mandé una carta por correo postal (aún no disponíamos del correo electrónico) con una serie de preguntas que pretendían ser una entrevista epistolar. (No dejaba de ser curioso, irónico y paradójico que ese escritor de ambientes secos, desolados, hubiera nacido en Delicias, y viviera en la calle de Camelias, en la colonia Las Rosas, en Ciudad Juárez, y que el topónimo literario de su invención haya sido Placeres.)
El 8 de mayo de 1989 recibí sus respuestas en una carta donde me decía: “Por fin puedo contestar a tus preguntas. Te ruego me disculpes la tardanza en hacerlo. Voy pues”. Fiel a su estilo directo y parco, no necesitó más de cuartilla y media para responder a la veintena de preguntas que le formulé, y al final añadió: “Si hay respuestas que no te convenzan, mándalas al diablo”. Hoy, en vísperas de cumplirse el setenta y cinco aniversario de Jesús Gardea, recupero de mi archivo personal esta entrevista que lo retrata fielmente:
JUAN DOMINGO ARGÜELLES:
¿Dónde y cuándo naciste?
JESÚS GARDEA: En Ciudad Delicias, Chihuahua, el 2 de julio de 1939.
¿Cómo te iniciaste en la literatura?
Creo que leyendo literatura. Después, intentando escribirla hacia los veintiocho o los veintinueve años. Pero intentándolo, como se dice, de filo.
¿A qué generación perteneces o en qué generación literaria te inscriben?
No lo sé. En la que quieran encasillarme. He crecido casi solo.
¿Cómo entiendes la literatura?
Como un trabajador de ella, campo de lucha. Pero también ejercicio de lucidez.
La precisión de la palabra es para ti muy importante. ¿Cómo defines tu relación con ella?
Desde su interior, no sabría decir cuál es mi relación con las palabras. Desde fuera tal vez sí, pero entonces, ni ellas serían ya ellas, ni yo sería yo.
¿Qué opinión tienes de la nueva literatura mexicana?
De la forma de la nueva narrativa apenas si entiendo algo.
Hay quienes dicen que tú eres uno de los más importantes exponentes de esa nueva narrativa nacional.
Algunos lo piensan así. A mí me toca escribir y ya.
Tu persistencia como escritor parece que va más allá del éxito entre la crítica.
La disciplina me ha mantenido, hasta ahora, en el camino.
¿Crees en la inspiración?
Como un fruto de la disciplina.
¿Qué te dicen las palabras verdad y justicia?
Hay una palabra que invariablemente me gusta asociar con esas otras dos: transparencia.
¿Cuál es tu libro más satisfactorio?
No lo sé. De todos modos, a mí no me corresponde decirlo.
¿En diez años, ha habido algún cambio en tu escritura desde Los viernes de Lautaro (1979) hasta El diablo en el ojo (1989)?
Si ha habido un cambio de estilo, cosa en la que no entro ni salgo, de un libro a otro, tal vez obedezca a la creciente resistencia que me presenta el lenguaje.
¿Qué es lo que más admiras en un escritor?
La valentía. Como en la guerra, como en el toreo, también en la literatura hay cobardes. Hay la novela de la cobardía. Novelas que parecen “pleitos arreglados”.
¿Qué opinión tienes del poder?
Que no vale la pena. El poder siempre supone la muerte del otro, dijo Camus. Discúlpame la cita.
Vives en Ciudad Juárez, lejos de la capital del país; no tienes vínculos con el medio literario “nacional” y, sin embargo, eres un escritor de importancia nacional.
No leo periódicos ni revistas, tampoco veo televisión, ni me carteo con otros escritores. Ni asisto, salvo en Ciudad Juárez, a encuentros de escritores. Por lo tanto, mi conciencia de ser escritor nacional es muy fragmentaria y pobre. Quizá sea mejor así. Aquí vivo y escribo, y eso es todo.
¿Qué es lo que más te gusta en las obras de los autores de tu predilección?
La gracia.
¿Cómo te ha tratado la crítica literaria?
Me ha tratado bien. La crítica literaria me parece un muy alto ejercicio del saber y la inteligencia. Yo no podría hacerla.
¿Qué libro volverías a escribir?
Todos, si me volvieran a ayudar a vivir.
¿Escribir para ti es un sufrimiento o un placer?
Mentiría si digo que gozo. Mentiría menos si digo que sufro.
¿Te interesa la posteridad?
Para nada.
De no ser escritor, ¿qué te hubiera gustado ser?
Grabador. ~
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JUAN DOMINGO ARGÜELLES (Quintana Roo, 1958) es poeta, ensayista, editor, divulgador y promotor de la lectura. Sus más recientes libros son: Lectoras (Ediciones B, 2012), La lectura: Elogio del libro y alabanza del placer de leer (Gobierno del Estado de México, 2012), Antología general de la poesía mexicana (Océano/Sanborns, 2012), Edades (Parentalia, 2013), Final de diluvio (Hiperión/Universidad Autónoma de Nuevo León, 2013), Ética y poética de la lectura: El derecho de leer, la libertad de saber (Letra Uno Ediciones, 2013), ¿Es la lectura un derecho? (Ediciones del Ermitaño, 2013), Pelos en la lengua (Ediciones del Ermitaño, 2013) y Cuentos inolvidables para amar la lectura (Ediciones B, 2014).
Muy apreciado Juan Domingo, agradezco mucho el recuerdo de mi padre y el fragmento de la bella entrevista que le hiciste. Agradezco tu puntual acto de justicia en éste territorio de desmemoria inmensa que es, ha sido y sigue siendo nuestro medio cultural. Me permito hacerte una precisión solamente a tu artículo, y me sirve para deshacer un vieja confusión que se ha venido repitiendo: Jaime Labastida jugó un papel muy importante como editor en el descubrimiento de mi padre, teniendo la valentía y la visión de publicar a un escritor prácticamente desconocido y que vivía en provincia sin relaciones de ningún tipo, en una editorial del prestigio de S.XXI. Mi padre siempre valoró mucho lo que Jaime Labastida hizo, y siempre le guardó una especial gratitud, pero quién fué la primer persona en ver la calidad de la obra de mi padre como escritor (y así lo consideraba mi padre) fue el escritor José Luis Gonzáles, quién fue el que primero leyó sus cuentos que le había llevado a su oficina de la UNAM un primo de mi padre, Humberto Gardea, y fue así que muy entusiasmado los llevó con Jaime Labastida, después de una tentativa fallida de publicación en otro lado. Fue la combinación y el auténtico entusisamo de estos dos hombres lo que hizo que se publicara el libro «Los viernes de Lautaro», emblemático, al decir de la crítica, de la cuentística mexicana. Solo es una precisión para rescatar la memoria de J.L Gonzáles y su importante papel en la vida de mi padre, como descubridor y decirlo así, generoso padrino. El relato del encuentro entre J.L Gonzáles está contado por éste en el texto que acompaña el disco de Jesús Gardea en voz Viva de México (todavía en acetato). Vaya mi reconocimiento y saludos cariñosos a Jaime Labastida y mi sentido recuerdo y gratitud a la memoria del queridísmo J.L Gonzáles. Asimismo mi aprecio profundo a mi primer y muy querido maestro de grabado Raúl Méndez, que dejó un mensaje aquí arriba y de quién siempre guardo un muy cálido recuerdo.
A JESÚS GARDEA LO CONOCÍ EN UNA PRESENTACIÓN DE UN LIBRO SUYO EN CASA LAM; ME LO PRESENTÓ SU HIJO IVÁN QUIEN EN ESE MOMENTO ERA MI ALUMNO DE GRABADO EN LA ESCUELA NACIONAL DE ARTES PLÁSTICAS.A PESAR DE LA BREVE CHARLA QUE TUVIMOS ME DEJÓ UNA GRATA IMPRESIÓN Y AL LEER EL ARTÍCULO DE DOMINGO ARGUELLES ME TRAE A LA MEMORIA EL RECUERDO DE ESE ENCUENTRO COMO SI HUBIERA SIDO AYER.DON JESÚS GARDEA NOS DEJÓ, PERO IVÁN GARDEA ANDA POR ESTOS CAMINOS GRABANDO FORJANDO EL SUYO PROPIO.