El número actual de Foreign Affairs incluye una entrevista con Enrique Peña Nieto, cuya gestión ha despertado algo de fervor en Estado Unidos (donde queremos a todo líder político con algo de la pinta de Kennedy) y otras partes del mundo también. El interés de la revista en Peña Nieto es en sí una muestra del entusiasmo que ha generado, y la entrevista profundiza sobre las causas de la peñamanía, ya que el mandatario recorre los logros de su primer año en el puesto [traducción mía]:
Este gobierno no ha venido a mantener sino a transformar. Parte de lo que ha permitido esto es el Pacto por México. El Pacto nos dejó el espacio para debatir y ponernos de acuerdo sobre los cambios que necesita México, y esto es justamente lo que ha pasado durante el año pasado. Hemos hecho ajustes en lo laboral, la educación, las finanzas, en asuntos fiscales, y espero en la energía también. Todos estos ajustes —y eso es natural— han enfrentado la resistencia de la gente afectada. Pero hemos estado construyendo las bases de un país que será más prometedor en el futuro.
Es un análisis sesgado, pero su optimismo es justificado, al menos parcialmente: sí fue un año inusualmente lleno de reformas, incluso algunas (como hemos comentado en este espacio) que acaban con las vacas sagradas en la economía y la política mexicana. Pero escribo “parcialmente” porque cuando el periodista responde a Peña Nieto con una pregunta lógica, el presidente no tiene una muy buena respuesta:
Pero para mexicanos normales, estos cambios pueden parecer abstractos. ¿Puedes asegurarles que el crecimiento mejorará pronto…?
Responde Peña Nieto en afirmativo, pero su respuesta no convence. Los críticos del presidente podrían decir que los logros del año pasado son de papel, y hasta el momento tienen algo de razón. Finalmente hay bastante distancia entre los cambios prometedores del año pasado y una mejoría material en la vida de los mexicanos.
El aniversario de TLCAN nos recuerda que los cambios drásticos en el marco económico, por más recomendable que sea la filosofía detrás de ellos, no siempre tienen el impacto buscado. En el caso del TLCAN, el comercio entre Estados Unidos y México sí se disparó luego de que entró en vigor, pero el crecimiento acelerado (y por tanto las reducciones en la pobreza) no se han dado. Es más, comparado con sus vecinos en Perú, Brasil, Chile y Colombia, la economía mexicana ha vivido la mayoría de los años recientes un estado de rezago. Es decir, los grandes cambios del primer año peñista son loables, pero no equivalen a una garantía de crecimiento acelerado.
Más concretamente, las reformas que hemos visto hasta el momento o son apuestas a largo plazo (la reforma educativa) o tienen muy poco que ver con las MIPyMES, el sector que más mexicanos emplea, que suma la mitad de la actividad económica, y que más frena el crecimiento. Lógica pero lamentablemente, este sector es el que menos acceso tiene a los instrumentos de crédito, el que menos participa en el mercado internacional, y el menos innovador. Para que México crezca más ya, los cambios que más urgen son los que impulsan este sector.
Luego en la entrevista Peña Nieto habla de sus esfuerzos para facilitar el acceso de las MIPyMES al crédito, y de la necesidad de generar cadenas de suministro, para que los beneficios de la apertura económica en México se queden limitados a multinacionales como Volkswagen. Esto da algo de confianza pues demuestra que está consciente de los pendientes más importantes, pero no indica que el equipo de Peña Nieto tiene un plan para desatar este nudo eterno. Finalmente, hablar de soluciones resulta más fácil que armarlas.
Hasta que cambie esto, el entusiasmo desbordado sobre el México de Peña Nieto —léase este artículo si quiere un buen ejemplo— no será justificado.