Aprender otras lenguas es una de las maneras más obvias de disfrutar la diversidad lingüística del mundo. El cerebro humano tiene una capacidad asombrosa de aprender nuevas lenguas y en gran cantidad. Para lograrlo hace falta estar expuesto, por diversas razones, a un ambiente multilingüe o bien, tener una pasión peculiar por el aprendizaje de nuevas lenguas. Como muestra del primer caso pienso por ejemplo en el extraordinario músico de Mali Ali Farka Touré y en todas las lenguas que dominaba cuando era un comerciante nómada, casi podría apostar que su mente políglota influyó sutil pero contundentemente en la manera en la que creaba y ejecutaba su extraordinaria música, como lo demuestra Talking Timbuctú. Como ejemplo del segundo caso, un botón reluciente: el poeta y traductor Enrique Servín de Chihuahua. Políglota, escritor y traductor que lo mismo establece conversación en un cuidado rarámuri o traduce del árabe, del náhuatl o del ruso (recomiendo esta entrevista para conocerlo mejor: http://www.tierraadentro.conaculta.gob.mx/aprender-a-pensar-desde-los-verbos/ ).
Aprender otra lengua es una manera de otorgarle a la mente el don de la ubicuidad lingüística. Es un proceso placentero en el que las masas de sonido que son en principio una lengua que no entendemos se transforman en un edificio de sentidos y significados que podemos transitar, decorar y amueblar hasta poder habitarlo cómodamente. Aprender muchas lenguas es construirle múltiples hogares al pensamiento.
Existen sin embargo otras maneras de disfrutar de las delicias que el mundo Post-Babel nos ofrece. Uno puedo comerse deliciosos pasteles lingüísticos completos pero también es posible comer una rebanada de éste, picar un poco de aquel, complacerse con algunas moronitas de este otro o bien comerse sólo la cereza de ese pastel de pistache que, aunque delicioso, no nos cabe ya. Esta idea es la que que subyace a un planteamiento conocido como “language awareness” del que me habló el lingüista Michel Launey y que podría traducirse como “conciencia lingüística” y que, yendo un poco más allá de la traducción literal, podemos decir que se trata de una invitación a estar no solo conciente sino de disfrutar de la diversidad lingüística misma, estar abiertos y despiertos a ella.
Este disfrute puede darse de muy diversas maneras y a profundidades muy distintas. Pensemos por ejemplo en una mujer que habla zoque y español como lenguas maternas, aprende luego tojolabal e inglés a cabalidad como segundas lenguas, tiempo después decide aprender a leer ruso solo para poder entender un cuento de Chéjov en versión original, mientras hace todo eso aprende a cantar un par de canciones que le parecen hermosas en zapoteco de Teotitlán del Valle y una novia suya le enseña a decir “te extraño” en tsotsil mientras que, durante un viaje, pregunta y aprende a contar del 1 al 20 en rarámuri. Además de todo, ella conoce los nombres de las familias de lenguas que se hablan en su país, sabe saludar en chol, conoce algunas curiosidades del japonés y se sabe el nombre del planeta Venus en mixe.
Las maneras en las que podemos incorporarnos las lenguas del mundo son múltiples y nos enriquecen, nos hacen comprender que todas tienen algo valioso lo que a la larga genera mayores posibilidades de diálogo y el entendimiento con los otros, con los múltiples otros. Uno podría decidir en qué medida las lenguas del mundo forman parte de nuestro conocimiento del mismo.
Una educación de calidad debe incorporar estos caminos distintos por medio de los cuales es posible llegar a las lenguas que viven, que existen y que a fin de cuentas son patrimonio de la humanidad en tanto que son productos de nuestra especie y como miembros de ella podemos disfrutarlas, hablarlas, leerlas, conocerlas aunque sea sólo por medio de algunas palabras o saber al menos de su existencia y ubicación en el mismo país que habitamos.
Para comenzar, enlisto a continuación unos cuantos bocadillos para abrirles el apetito hacia las lenguas de México. Ustedes decidirán qué pastel y en qué cantidad gustan incorporárselo. ¿Aprender a hablar maya? ¿Aprender a leer náhuatl? ¿Sabe contar en zapoteco? ¿Decir “eres hermoso” en mixe? ¿Cantar una canción en purépecha? Las posibilidades son infinitas.
¿Sabías que los hablantes de chinanteco, una lengua tonal, pueden tener conversaciones completas chiflando los tonos de las palabras?
Un capítulo de Plaza Sésamo en náhuatl
¿Quieres hojear una reimpresión del Arte de la lengua zapoteca de Fray Juan de Córdova? La primera impresión de esta gramática es de 1578, ocho años antes de que se publicara la primera gramática del inglés:
¿Quieres cantar las mañanitas en otomí?
¿Quieres aprender a contar en tsotsil del 1 al 20?
Las posibilidades son casi infinitas.