El Domador de Polillas | Rocío Franco López
Como ya lo dije en alguna otra ocasión [http://archivo.estepais.com/site/?p=47371] la manufactura de libros de texto es una tarea ardua. Como podrán leer allí, lo que escribí entonces causó controversia, en los comentarios se manifiestan tanto personas que estuvieron a favor, como quienes estuvieron en contra. A esos comentarios, se sumaban muchos más de personas que son incapaces de ver la profundidad de los problemas planteados con la denuncia de cómo se hacen los libros de texto gratuitos en México (con independencia de mis erratas, mi mala redacción y mis quejumbres o cómo quieran decirles).
Así que retomando los comentarios superficiales, haré, de nuevo, una escueta aclaración de cuál es el meollo del asunto, que a mí en lo particular me preocupa demasiado. Me preocupa como ciudadana, como editora, como madre de un niño que cursa la educación primaria, y me preocupa porque sí, porque como persona de a pie tiene que preocuparme la educación del país, y ahora también, me preocupa la ejecución de los presupuestos en este mismo rubro.
El escándalo que se ha desatado debido a las múltiples declaraciones del actual secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor, involucra a amplios sectores de profesionales del país, uno de ellos, al que pertenezco, es el editorial. Sin embargo, a pesar de todas las acusaciones que se puedan hacer, como dije en aquella ocasión y reitero en ésta, el problema no es (o no sólo es) de los editores, sino de todo un escalafón burocrático que depende económica y políticamente de las más altas esferas gubernamentales de este país.
Los errores que ya se han hecho evidentes en los libros, no sólo corresponden a insignificantes erratas, que si bien no pueden ser soslayadas, no hacen un libro, sea de texto o no. Los errores, como bien declaró unos meses más tarde la Academia Mexicana de la Lengua (que yo agradezco la hayan obligado a salir de su nube “intelectual” para obligarla a poner los pies en la tierra y poner sus conocimientos al servicio del mundo real) son de fondo, no sólo simples erratas.
Por poner ejemplos, cuando yo revisé algunos de esos libros encontré cosas como: que la constitución de 1812 aprobada por las Cortes de Cádiz fue firmada en el zócalo de Tlaxcala o que doña sor Juana Inés de la Cruz había sido independentista (no se ría, es en serio); como podrá darse cuenta, las dos oraciones anteriores están bien redactadas, no tienen errores ortográficos; sin embargo, son aberrantes.
Y además de estos equívocos informacionales, hay otros tantos que corresponden al rubro de la pedagogía y la didáctica y que, por lo general, conllevan a inadecuadas prácticas o actividades en el aula. Pondré otro ejemplo (ojalá no se aburra): en una actividad de un libro de “La entidad donde vivo” (no diré de qué entidad hablamos), se les pedía a los niños de tercero de primaria hacer, en equipos, diversas actividades para conocer los lugares en los que viven, luego de lo cual, la propuesta era difundir lo que se había aprendido en esas visitas, y al final, para obtener “el producto” (se supone que además de aprendizajes, los educandos deben hacerse luego de cada actividad con productos tangibles que den muestras de sus habilidades escolares) habrían de hacer un tríptico (con todos sus elementos: texto, imágenes, información, etc.) con la exposición de los lugares visitados, y para llevar a cabo la socialización (en términos constructivistas, cuando uno aprende debe verificar y compartir su aprendizaje mediante la socialización de lo aprendido) de tal actividad y tal producto organizarían una exposición de corte cultural (es decir, como si fuese un museo que exhibe pinturas) para presentar sus diferentes trípticos y la amenizarían con un brindis. Fin de la actividad.
No se necesita ser un experto para darse cuenta que todo en esta actividad está mal, por no hablar de lo alarmante que es que se proponga a niños de tercero de primaria hacer un brindis. (No quería hacerlo, pero ahora sí me voy a reír, jajaja.) ¿Qué está mal? Desglosemos: 1. Esa actividad no era una, eran por lo menos una decena de actividades. 2. Los niños de ocho o nueve años no tienen independencia suficiente para andar por las calles visitando los lugares más bonitos del lugar en que viven, ni aunque vayan en equipo. 3. ¿Por qué no se explicaban en tal actividad de forma elemental los pasos a seguir para poder hacer un tríptico? 4. ¿Por qué se solicitaba una exposición totalmente inadecuada para un producto como un tríptico? Es decir, no era un álbum de fotos. 6. ¿Cuál era el propósito educativo de tan descabellada actividad? 5. La última y el colmo, ¿por qué se pide a los niños hacer un brindis? Con ello me di cuenta que el autor de tal actividad, ignora que un brindis indefectiblemente está relacionado con el consumo de alcohol, y que si se hace con agua de jamaica de cualquier manera, es una actividad inductora, que de alguna manera promueve el alcoholismo social.
Pues bien, éste es el tipo de contenidos que se encuentran en esos libros, y esto que acabo de hacer brevemente, es el tipo de trabajo que debe hacerse a diario con los libros de texto (sean gratuitos o no), con todas y cada una de sus actividades (por no hablar de todos los demás recursos que acompañan a las actividades, como referencias bibliográficas y digitales, ilustraciones, mapas, fotografías, y un largo etcétera). Como se puede ver, las habilidades empleadas para la revisión de estos libros va más allá de la ortografía y las erratas.
Explico de nuevo (y por favor, subráyelo con rojo): es necesaria la creación, gestión, capacitación, manutención, actualización y respeto de cuerpos colegiados de intelectuales, profesionales e interesados en la educación y en los distintos rubros y ámbitos que ésta alcanza para la conformación de un equipo especializado (muy especializado), no sólo en los libros educativos, sino también en actividades en el aula, en enseñanza, aprendizaje, constructivismo (o la línea que se le quiera dar a la educación en este país), psicología, valores, ética y lo que se acumule (fin del subrayado); es decir, lo que a usted como ciudadano que quiere ser de un primer mundo se le antoje para que la educación que se imparte en este país también sea de primer mundo y más tarde tengamos en nuestros hijos ciudadanos de primer mundo. Sin embargo, esto no se hace. Y a las personas que están interesadas en ello, o que se dedican a ello NO SE LES PAGA.
Como lo lee. Junto a las declaraciones descalificadoras del señor Chuayffet, a la aprehensión de la señora Gordillo, a las múltiples noticias que hay a diario acerca del bullying y la ineficiencia e ineficacia del sector magisterial (no de todo, aclaro), a las noticias acerca de un profesor que tiene un salario que quintuplica el del presidente de la nación, junto a todos estos escándalos que en nada benefician a la educación del país, está también, una dependencia, como la Secretaría de Educación Pública que amparada detrás de la rechoncha figura del secretario, contrata a personal independiente para hacer el trabajo por el que exige una magnánima calidad, sin que medie por ello un salario, ya no digamos justo, sino un salario a secas.
Hay un grupo de cerca de 300 trabajadores independientes (freelancers) de la industria editorial, editores, correctores de estilo, asesores, dictaminadores, ilustradores, fotógrafos, redactores, revisores técnicos, autores, y otros tantos a los cuales, desde hace cerca de un año la SEP no les ha pagado sus honorarios devengados por la entrega de diversos trabajos correspondientes a sus habilidades. La razón, o al menos, lo que les han explicado a ellos, es que incurrieron en un subejercicio del presupuesto del 2013.
¿Entonces quién pagará los entre cinco a 10 millones de pesos que la SEP debe a estas personas?
Todo comenzó cuando hace un par de meses un grupo de 32 personas envió una carta a la Dirección General de Materiales Educativos, actualmente coordinada por Laura Athié y María Antonia Chávez Arellano (ampliamente conocida en el mundo editorial por sus prácticas fraudulentas y engañosas para la contratación de personas y la evasión de pagos de honorarios durante los cerca de 20 años que estuvo al frente de la gerencia de libros de texto de editorial Patria), para reclamar el pago de cerca de cinco millones de pesos que sumaban entre todos [http://www.noticiasmvs.com/#!/noticias/debe-sep-mas-de-5-mdp-a-editores-independientes-624.html].
Estas 32 personas trabajaron durante el segundo semestre de 2013 sobre los materiales que se distribuirán en las secundarias en el ciclo escolar 2014-2015, la promesa de pago fue hecha para el mes de noviembre de ese mismo año, y llegado marzo de 2014 el pago no se había hecho. La noticia fue difundida en diversos medios [http://www.jornada.unam.mx/2014/04/09/opinion/006o1eco] [http://shoutomatic.com/shouts/VgLqsscrEeOpVYQrK2zvNgeqeq/] [http://clientesmalos.com/2014/04/14/seppagame/] y hasta la fecha sigue sin ser atendida.
No sólo sigue sin verificarse el pago, a esta denuncia se han sumado otras tantas que ascienden a cerca de 300 de diferentes áreas de la misma dependencia, trabajadores de libros de primaria, de evaluación pedagógica, de evaluación curricular, redacción de informes, corrección de estilo y elaboración de guías del alumno, entre otros. Y se suman más profesionales independientes… ¡de otras dependencias! Como el INBA y el Conaculta.
La pregunta es, ¿qué le hacen al dinero del presupuesto federal, qué hacen con el erario? La SEP es una dependencia federal que recibe año con año recursos económicos pre-destinados para sus distintas actividades. Es decir, si a estos profesionales de la edición los contrataron en 2013, de antemano se tenía un dinero contemplado y resguardado para su pago. Si no fue así, al finalizar el 2013 “alguien” debía haberlo solicitado en la planeación presupuestal del 2014. Yo que también he trabajado alguna vez para dependencias gubernamentales sé bien que el presupuesto de este año ya se está ejerciendo al menos desde mediados de abril. ¿Entonces?
La otra pregunta que dejo para un periodista más avezado que yo es por qué cuando dicha Secretaría al fin paga lo hace a nombre de otras dependencias incluso no nacionales, como la Organización de Estados Americanos, otra vez, ¿en qué gastan el presupuesto? Si a usted esto no lo alarma, pues échese agua bendita, porque para mí habla de un Estado totalmente ineficiente, que nos viene tomando el pelo desde hace ya rato, para mejor decirlo, que nos viene robando desde hace años.
Si a los empleados federales (de la modalidad que sea) no se les paga, ¿qué nos podemos esperar quienes no poseemos ningún amparo laboral? Las consecuencias de la Reforma Laboral implementada hace apenas un par de años comienzan a tener sus efectos, así que no le extrañe que más pronto de lo que lo escribo, haya muchos casos semejantes.
La otra cuestión es (y espero que este mensaje llegue a las rubicundas orejas de mi paisano Chuayffet): señor secretario, ¿quiere usted una educación de calidad para este país? (ya sabemos que miente, pero al menos disimule y desquite su salario que es bastante alto), ¿quiere usted libros bien hechos para que lleguen a las aulas de los alumnos? (de cualquier manera, los libros se hacen con mucho esmero, lo sé bien porque durante siete años de mi vida me dediqué a hacer libros de texto), ¡PAGUE!
Y tiene que pagar, porque le recuerdo que ese dinero que gastará ni siquiera es suyo, es de la nación. Señor, en lugar de andar haciendo escándalos un día sí y otro también, concéntrese de verdad en ver qué es lo que le hace falta a la educación en este país: construya una nueva SEP que para eso se le paga.
PD: Si durante el próximo ciclo escolar ve usted un libro de texto, le recuerdo que fue hecho mediante trabajo gratuito, mejor conocido en otros tiempos como “esclavitud”, y acaso por conmiseración ¡cuídelo!
Excelente texto! Felicidades, esperando que haya eco por algun lado para que esto se regule.
Rocío, te comprendo, soy correctora de estilo en el IPN, a nosotros también nos atrasan los pagos, dos, tres, cuatro o hasta cinco meses. Por otra parte, coincido en que a veces ni nuestros jefes inmediatos tienen conocimiento de nuestra labor, por eso, ante cualquier error, la culpa es del corrector de estilo que no hace bien su trabajo. Nosotros somos tres correctores en una dependencia del IPN, se nos carga el trabajo, las materias que se suben a plataforma sólo tienen una primera revisión y sólo nos dan una semana, si bien nos va, eso sí, cualquier error es culpa del corrector que no hizo bien su trabajo.