Tania Favela Bustillo,
Pequeños resquicios,
Textofilia, 2013.
En poesía hay que amar
las palabras, las ideas, las imágenes
y los ritmos con toda la capacidad
con que uno ama cualquier cosa.
W. Stevens
Debo comenzar este texto diciendo que me interesa observar siempre un poema, o una serie de ellos, dentro de una totalidad llamada libro. Quiero decir que un solo poema no me basta o que exijo más de un autor, siempre más. Leer un buen poema es siempre una experiencia placentera, un regocijo para el corazón, la sensibilidad y el pensamiento. Cuando digo que un poema no me basta, trato de decir que un poema, un gran poema, siempre surge acompañado de otros, quizá no tan grandes o logrados, o quizá sí. Al leer una cantidad considerable de versos de un autor, uno desea encontrar una monotonía, como quería Cesare Pavese y Hugo Gola, una reiteración continua de cosas (o una inmersión más profunda en las mismas), una manera de ver y de sentir, una reincidencia de gestos que informen, que puntualicen que esa persona creadora —el poeta— es un individuo. Traigo a colación lo anterior porque encuentro este elemento monótono, reiterativo, en el libro Pequeños resquicios de Tania Favela Bustillo.
La autora publicó en 2006 el libro Materia del camino, una reunión de treinta poemas cortos que escribió a lo largo de doce años. Pasaron siete más para que publicara su segundo libro: Pequeños resquicios. Con esto, Favela Bustillo parecería decirnos implícitamente que el ejercicio, el trabajo con la poesía, requiere de tiempo, paciencia, silencio, intimidad, algo que, en la actualidad, es inusual o se trata de evitar: parece que al hombre actual no le interesa lo íntimo sino que ha vuelto su mirada hacia lo público. No es necesario ahondar en lo anterior, es algo constatado diariamente.
Regresando a Favela Bustillo, ¿qué ha cambiado en su quehacer poético del primer al segundo libro? Creo que en Materia del camino la poeta encontró su instrumento, lo afinó y lo tocó. Si uno lee esos versos, diría que se encuentra con vislumbres de energía, chispazos, impresiones que, directamente, con gran economía de lenguaje, sin metáforas, la poeta nos informa de las experiencias profundas que ha tenido. Un ejemplo:
Un poema
se hace
de nada
un poema
se hace
de pequeñas cosas
nace solo
o no se hace
nace así
como si nada
así nace
se hace
poco
o nada
llega a la orilla
al fin
Al decir arriba que la poeta encontró, afinó y tocó su instrumento, quiero decir que encontró un tono y una musicalidad particulares, como en el poema anterior. Obviamente este gira en torno a la s, a las sílabas que se forman por la reiteración de ese sonido.
Como dije, en Materia del camino la poeta encontró su instrumento y lo tocó de manera, diré, casi tímida, como si comenzara a aprender a hablar una lengua.
En Pequeños resquicios, ya aprendió a hablar y ahora amplía sus registros: los poemas ya no son vislumbres, percepciones fugaces, chispazos, puntualizaciones de momentos o sucesos importantes para ella: ahora nos encontramos con que un mayor despliegue de energía, de temas diversos, de sonoridades más complejas, entretejen sus poemas: ya no toca uno sino varios instrumentos.
Quisiera referirme a un elemento que Favela Bustillo incorpora en este volumen que en el anterior no estaba. El libro está dividido en cuatro partes. Las dos primeras, diremos, giran en torno a anécdotas o historias que la poeta leyó, vio o escuchó y que fueron tan importantes que generaron la necesidad y el deseo de escribir.
Por supuesto, no cualquier anécdota le sirve para comenzar a escribir; las que le interesan, según constatamos en el libro, tratan de vidas particulares, de vidas de artistas, de sueños, situaciones y pensamientos. Estas anécdotas le enseñan distintas maneras de vivir con las cuales comulga o admira o se embriaga. Estas historias se vuelven la materia con la cual se va a construir el poema. Pero detengámonos un poco: la anécdota o la historia, lo extraordinario que la autora encuentra en lo leído o escuchado, es el motor que moviliza su deseo de escribir, de ir dando cuenta, a partir de las palabras (de lo sonoro, lo conceptual y lo imaginario que en ellas se encuentran), de esa emoción que le ha causado el conocer o saber algo con lo cual se identifica o ha llegado a amar. La anécdota es el pivote para comenzar a escribir pero, a continuación, comienza el trabajo real: la poeta construye con palabras el estado anímico, perceptual y conceptual que la llevó a escribir, y nos informa “lo máximo”, la potencia, la condensación de la experiencia, de lo que la motivó a escribir. La poeta es poeta, entonces, no por los temas que aborda, sino por la manera en que lo hace: el orden minucioso de las palabras que quedan asentadas en la página, los silencios, la repetición de sonidos, el ritmo pausado. Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en “A Bill Evans (pianista de jazz)”:
abandonó
su instrumento
por la muerte
de Scott LaFaro
Bill Evans
abandonó su instrumento
15 años
guardó silencio
como Rublev
guardó silencio
decepcionado de los hombres
decepcionado de la vida
y la muerte
sus manos dejaron de hablar
su boca
detuvo la palabra
hasta que el golpe
de la campana
la resonancia
de la campana
inundó el corazón de Rublev
despertó
su corazón
la campana de Bill Evans
fue un hombre
Eddie Gómez
logró resonar
más allá de la muerte
y avivar
la música callada
En este fragmento encontramos algunas cosas que hay que puntualizar ya que son elementos que se encuentran a lo largo del libro. En los poemas de Tania encontramos un ritmo lento, sin apresuramientos, ni en lo que informa ni en el cómo lo informa. Si Rublev dejó de hablar siete años y Bill Evans no tocó su instrumento durante quince, los versos deben informar, en su construcción, el paso lento del tiempo. El poeta es alguien que se detiene ante las cosas, las vive, las experimenta y quizá, como quería Rilke, algún día, el menos pensado, de todo lo vivido puede que surja el primer verso de un poema que dará cuenta, con sus silencios y sus palabras, de la condensación y la huella de una vida única. En todo el libro Pequeños resquicios encontramos esta visión y esta constatación: los poemas son la huella de la vida y de la visión de la existencia de la poeta. Por supuesto, quedarían muchas otras cosas que decir sobre el libro. Por lo pronto, para finalizar este texto, citaré de nuevo a W. Stevens, quien escribió: “Cosechar poesía de la propia experiencia en el curso de la vida es distinto de simplemente escribir poesía”. Esto mismo sucede con la poesía de Tania Favela Bustillo.
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LUIS M. VERDEJO (Tijuana, 1967) es artista plástico y escritor. Estudió la licenciatura en Literatura Iberoamericana y la maestría en Artes Visuales. Ha escrito textos sobre los pintores Rodolfo Zanabria, Diego Cíntora y sobre el escultor Javier del Cueto. Ha publicado poemas y traducciones sobre pintura y escultura en distintas revistas. En 2008 publicó el libro Poemas de la mano izquierda.