En mi comunidad, Ayutla, la lengua mixe, al igual que en muchas comunidades, se encuentra amenazada. A diferencia de lo que sucedía durante mi infancia, el mixe cada vez pierde más espacios de uso y la transmisión de una generación a otra no está garantizada. Aunque los censos indican que más de 80% de la población de mi comunidad puede hablar mixe eso no significa necesariamente que se hable de manera cotidiana en todos los espacios de la comunidad.
Como sucede con todos los mixe-hablantes, confieso que le tengo un gran cariño (irracional, como los cariños verdaderos) a la manera particular de hablar mixe en mi comunidad: me gusta la manera en la que conjugamos los verbos, las palabras de etimología oscura, la forma en la que hacemos las preguntas y la entonación peculiar con la que vamos pronunciando las palabras. Además de la razones obvias, me da una profunda tristeza pensar que el mixe de Ayutla pueda desaparecer algún día, el mixe de mi comunidad es único e irrepetible y nos caracteriza dentro de las pueblos mixes.
Hace algunos años, de manera bastante ingenua, comencé a realizar algunas actividades para promover el uso del mixe en mi comunidad, en colaboración con muchas personas realizamos un encuentro de la palabra en mixe, concursos de oratoria, concursos infantiles sobre el conocimiento de palabras antiguas, una lotería de núcleos silábicos, una lotería de números, conciertos de música en mixe y, últimamente, publicaciones. A todo aquel que me quisiera escuchar, le hablaba de la importancia de preservar nuestra lengua, de transmitirla a los niños, de usarla de manera cotidiana, de darle nuevos espacios de uso.
Aún cuando todas estas actividades han tenido cierto impacto en cuanto a reconocer la gravedad de la situación, tengo que aceptar que en muy poco, si no es que nada, han contribuido a incrementar el uso del mixe de manera concreta. Me di cuenta con desencanto que muchas personas sólo le hablaban en mixe a sus hijos si yo me encontraba cerca (como una cortesía hacia mi interés) o lo usaban para establecer diálogos conmigo sin que eso significara que ahora lo usaran con personas con las que antes hablaban en español. En general, las personas a las que más “di sermones” sobre la importancia de preservar el uso del ayuujk no cambiaron sus hábitos lingüísticos.
Después del golpe inicial, me pregunté seriamente sobre el derecho que tengo a intentar influir en los hábitos lingüísticos de las personas. ¿Por qué intentaba cambiar la conducta de las personas que “elegían” hablar en español a los niños y no en mixe? Por otra parte, siempre he estado segura de la importancia de la transmisión y fortalecimiento del mixe. ¿Cómo promover el uso del mixe y su fortalecimiento de manera adecuada? ¿Para quién era importante hacerlo? Algo no estaba bien.
Me di cuenta de que el uso del mixe no se promueve con palabras, tal vez ni siquiera con argumentos, sino a través de experiencias de disfrute concretas. El uso del mixe debe promoverse no como un deber sino como una posibilidad rica y regocijante de vivir en esa lengua. Las personas que han dejado de transmitir y usar la lengua pueden, después de un curso, estar bastante convencidas de la importancia de nuestra lengua y aún así no poder modificar los hábitos lingüísticos cotidianos de hablar en español a sus hijos pequeños. Ideologización lingüística no redunda necesariamente en cambio de hábitos lingüísticos. Para muestra tenemos a muchas personas involucradas en el proceso de reivindicación de los pueblos o activistas de la educación bilingüe que, a pesar de conocer mejor que nadie la importancia del mixe, no han transmitido esta lengua a sus hijos. Como todo hábito, los hábitos lingüísticos son difíciles de cambiar y se resisten a los mejores argumentos.
Por otra parte, me convencí aún más de que nadie decide dejar de hablar un lengua si antes los hablantes no han sido expuestos a discriminación constante y sistemática. Sería por lo menos extraño que una pareja en Berlín cuya lengua materna es el alemán decidiera no enseñarle esta lengua a sus hijos y enseñarle sólo inglés. Aunque esta pareja intente que sus hijos aprendan también inglés, eso nunca significará que no deseen heredarles su lengua materna, el alemán. Detrás de la aparente “decisión” de dejar de hablar una lengua como el mixe pesan siglos de discriminación y de combate frontal al uso de estas lenguas.
No sólo se trata de predicar la importancia del mixe a los hablantes que la están dejando de hablar, es necesario combatir todos los factores sociales y políticos que la hacen una lengua discriminada. En este sentido, yo no quiero promover la transmisión del mixe de una generación a otra, quiero promover que desaparezcan los factores políticos y sociales que impiden lo que sería natural: aprender la lengua que hablan tus padres, tus tíos, tus abuelos y tu comunidad. Si los hablantes de la lengua mixe no fueran discriminados y sus derechos lingüísticos no fueran violados, si recibiéramos educación en nuestras lenguas y fuéramos alfabetizados en ella, si los sistemas de salud y de acceso a la justicia tomaran en cuenta el mixe y hubiera intérpretes capacitados, si contáramos con publicaciones, gramáticas y material de aprendizaje en mixe, si todo esto fuera una realidad y aún en este contexto alguien decidiera dejar de transmitirle el mixe a sus hijos me parecería raro, pero no sería yo quien crititicara esta desición ni intentaría cambiarla.
Mientras eso no suceda, no puedo sólo pedirle e insistirle a los hablantes de la importancia del mixe, tengo que exigirle también al Estado mexicano que las condiciones de estos hablantes y de esta lengua sean las justas. No puedo hacer lo primero sin exigir lo segundo.
Entiendo, por otro lado, que al fin de cuentas la vida del mixe se encuentra en los propios hablantes. Ante esto, los sermones, la ideologización y menos los regaños parecen ser una buena respuesta. La respuesta para casos como el de mi pueblo es, creo, promover el disfrute, dar una clase de ajedrez, un taller de fotografía o una clase de karate totalmente en mixe será más efectivo para preservar la lengua que una clase de mixe. Eso creo. Por ahora.
¿Sirve promover entonces el uso de las lenguas indígenas? Sí pero, como siempre, la diferencia la puede hacer el “cómo”. ¿Cómo le hacemos?