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<p>A simple vista, los dibujos y bocetos que la artista propone en esta entrega
de <strong>EstePaís|cultura</strong> se debaten entre la abstracción
y un surrealismo mesurado, matemático —si ello cabe. Pero tras
un tiempo de observación, la percepción rebasa el filtro de las
categorías plásticas y se interna en un ámbito personal,
uno que parte no del tributo, ni siquiera del diálogo deliberado con
la tradición pictórica y sus clasificaciones, sino del centro
de la creadora, de sus más íntimas visiones. Ana Míriam
rebasa incluso el orden de los valores espaciales —la geometría,
la perspectiva, la línea recta… todos ellos valores aprendidos, pero
<br>
que determinan nuestra sensibilidad y nuestra imaginación— y emerge
a un mundo anterior al mundo organizado. Pareciera que la artista ha existido
sólo en una matriz elemental, y que por tanto su fantasía tiene
a esa matriz como único referente. Entonces, una vez ahí, nociones
básicas, previas a la cultura, aparecen: agua, planta, filamento. Y entidades
tan elementales como éstas, tan neutrales, por así decirlo, nos
atemorizan, no porque nos amenacen sino porque nos excluyen. No caben allí
el ser humano y su civilización, sólo la esencia consustancial
a la creación. </p>
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La obra de Ana Míriam Peláez ha sido expuesta en numerosas galerías
y museos del país y del extranjero. Este mes se suma al ya amplio grupo
de artistas jóvenes que han enriquecido las páginas del suplemento
con su trabajo. Así, se despliega en este número el universo personal
de la artista y deja abiertas en el lector sugerentes interrogantes. </p>
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