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Cuatro reflexiones en torno a los impuestos
Escritos De Frontera | Este País | Arturo Damm Arnal | 29.10.2009 | 0 Comentarios

En materia tributaria lo óptimo es un impuesto único ideal (ni uno más), universal (sin excepciones), homogéneo (la misma tasa en todos los casos), no expoliatorio (para que su cobro no degenere en un robo con todas las de la ley), al consumo (no al ingreso, no al patrimonio), que debe servir para calificar los cambios que en materia de impuestos se propongan (por el Ejecutivo) y se aprueben (por el Legislativo).

I.

Por lo pronto la Secretaría de Hacienda ha propuesto, para el año entrante 1) la creación de un nuevo gravamen, que sería un impuesto general a las ventas del 2%, por lo cual los productos que hoy no están gravados (medicinas, alimentos, libros) pagarían ese impuesto, y aquellos ya gravados con el IVApasarían de 15 a 17%; 2) la creación de otro nuevo impuesto a servicios de telecomunicaciones (telefonía celular, telefonía fija, televisión restringida e internet, quedando exentos la telefonía pública y la rural), mismo que se cobraría a una tasa de 4%; 3), aumentar la tasa del impuesto a los depósitos en efectivo de 2 a 3% y reducir la cantidad a partir de la cual se cobra de 25 mil a 15 mil pesos; 4) el incremento en la tasa marginal del Impuesto sobre la Renta de 28 a 30%; 5) aumentos al Impuesto Especial sobre Producción y Servicios, cobrado a cigarros y bebidas alcohólicas, todo lo cual apunta en la dirección contraria a la que aconseja el sistema tributario ideal del impuesto único, universal, homogéneo, no expoliatorio y al consumo. Por ello los legisladores deben echar para atrás la propuesta del Ejecutivo y proponer, en su lugar, una que apunte en la dirección correcta. Los legisladores, ¿estarán a la altura?

La propuesta tributaria de Hacienda muestra que los ahorros que se pretenden obtener de acciones que van desde la eliminación de secretarías de Estado, hasta un ejercicio más honesto y eficaz del gasto gubernamental, no se traducirán, ¡como debería ser!, en una menor carga tributaria para los contribuyentes, quienes, por lo menos en 2010, y si los legisladores no disponen otra cosa, terminarán tributando más: el gobierno los obligará a entregarle una mayor parte del producto de su trabajo, y no con el fin de que los gobernantes cumplan con honestidad y eficacia la tarea de garantizar la seguridad contra la delincuencia e impartir justicia, sino con el objetivo de seguir redistribuyendo, ya sea en la modalidad de gobierno-hada madrina, que pretende concedernos todos los bienes, ya como ángel de la guarda, cuya pretensión es preservarnos de todos los males, gobierno-ángel de la guarda que se llevará seis de cada diez pesos del presupuesto, gobierno-hada madrina que se llevará tres de cada diez, gobierno-gobierno al que le quedará el peso restante, gobierno-gobiernocuya tarea es garantizar la seguridad contra la delincuencia e impartir justicia, presupuestariamente lo menos importante.

II

Por obra y gracia de la “reforma fiscal”, que entró en vigor en 2008, se eliminó el Impuesto al Activo y se crearon el Impuesto Empresarial a Tasa Única, el Impuesto a los Depósitos en Efectivo y, en el marco del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios, un nuevo tributo que grava juegos y sorteos, de tal manera que el gobierno federal pasó de cobrar diez impuestos en 2007 (sobre la renta; al activo; al valor agregado; especial sobre producción y servicios; tenencia o uso de vehículos; automóviles nuevos; servicios expresamente declarados de interés público por ley; a los rendimientos petroleros; al comercio exterior y a los accesorios) a cobrar once en 2008 y 2009 (todos los anteriores, menos el impuesto al activo, más el Impuesto Empresarial a Tasa Única, el Impuesto a los Depósitos en Efectivo, el nuevo Impuesto Especial sobre Producción y Servicios, que se aplica a juegos y sorteos, y que no supuso la creación de un nuevo impuesto sino la ampliación de uno ya existente).

(El Impuesto Especial sobre Producción y Servicios, para tenerlo presente, se divide en cuatro: gasolinas y diesel para combustión automotriz; bebidas con contenido alcohólico, cervezas y bebidas refrescantes; tabacos labrados y a juegos y sorteos.)

Aprobar el paquete fiscal presentado por Hacienda dará como resultado el cobro, por parte del gobierno federal, de trece impuestos distintos, tres más en comparación con los que se cobraban en 2007, lo cual supondría un incremento, en la cantidad de impuestos recaudados, ¡de 30%!, sin contar el aumento en la tasa de los que ya se cobran, todo ello, no porque el gobierno tenga el derecho de hacerlo, sino por que cuenta con el poder para llevarlo a cabo, ¡algo muy distinto!

III

La propuesta del Ejecutivo es una muestra de que la discrecionalidad del gobierno para cobrar impuestos, es decir, para obligar al contribuyente a entregarle parte del producto de su trabajo, es total: basta y sobra que el Ejecutivo lo proponga, y que el Legislativo lo apruebe, para que al día siguiente el contribuyente tenga que entregarle al recaudador un mayor porcentaje del producto de su trabajo, lo cual supone algo muy grave: que el derecho de propiedad sobre los ingresos no está ni plenamente reconocido, ni puntualmente definido, ni jurídicamente garantizado.

La reforma fiscal (la de fondo que, más allá de los cambios accidentales, cambie la esencia del sistema fiscal), debe ser, antes que tributaria –qué impuestos cobrar, a qué tasa, y a quién cobrárselos–, presupuestaria –en qué, cuánto y cómo gasta el gobierno. La respuesta, lo sabemos, es que el gobierno gasta en lo que no debe, gasta más de lo que debe, y con frecuencia gasta de mala manera.

Buen ejemplo de lo anterior lo tenemos en la UNAM, cuyo presupuesto, en este 2009, es de 24 337 millones de pesos que, principalmente, sale del bolsillo de los contribuyentes, y que no es otra cosa más que subsidio, que hace posible que todo aquel que quiera estudiar en la UNAM lo pueda hacer prácticamente gratis. Una muestra de que el gobierno gasta en lo que no debe (subsidiando la educación de muchos alumnos que sí pueden pagar la colegiatura), gasta más de lo que debe, gastando, ¡para colmo de males!, de mala manera (subsidiando la oferta educativa en vez de financiar su demanda).

El gobierno debe ayudar a quien necesite ayuda, en la medida en la que la necesite, y bajo ciertas condiciones; es un error que ayude a todos por igual, más allá de la ayuda que necesitan, y sin ninguna condición. En el caso de la UNAM lo anterior supondría que el gobierno ayude a los alumnos que lo necesitan (a los que no pueden pagar la colegiatura), en la medida en la que necesiten la ayuda (en el porcentaje que no puedan pagar), y bajo ciertas condiciones (de calificaciones, promedio, asistencia, comportamiento, titulación, etc.), todo ello bajo el esquema de la subsidiariedad responsable. (Subsidiariedad: ayudar únicamente a quien necesite ayuda, y sólo en la medida en la que la necesite. Responsable: bajo ciertas condiciones.)

Además, habría que sustituir el subsidio a la oferta educativa, darle el dinero a la UNAM, por el financiamiento a la demanda, prestarle el dinero a los alumnos (¿por qué a alguien capaz de estudiar una licenciatura hay que tratarlo como objeto de subsidio, como si fuera un niño desvalido, y no como sujeto de crédito, que llegará a ser alguien productivo?), para que tengan la libertad de elegir la universidad en la cual estudiar.

El caso de la UNAM es el ejemplo de lo que debe ser la reforma presupuestaria, cuyo resultado debe ser la sustitución del Estado-benefactor (toda la ayuda a todos) por el Estado-subsidiario (ayuda a quien la necesite, en la medida que la necesite, y bajo ciertas condiciones), lo cual supone descartar, de entrada, la intención de Calderón de establecer una cobertura universal de salud a nivel nacional, ¡independientemente de la condición económica de las personas!

Sin la reforma presupuestaria, sin la sustitución del Estado benefactor por el subsidiario, sin la revisión a fondo del qué, cuánto y cómo gasta el gobierno, éste carece de autoridad moral para cobrar más impuestos.

IV

¿Es posible una reforma tributaria para que el gobierno recaude más; que los contribuyentes paguen menos; que quienes no pagan impuestos lo hagan; que se simplifique el sistema tributario; que se incentive el ahorro; que se promueva (¡ojo!) la inversión privada; que el gobierno cuente con más recursos para ayudar a los más pobres? ¿Es posible la reforma tributaria ideal? Hagamos cuentas.

El año pasado el gobierno federal cobró once impuestos distintos y recaudó, según información de la Secretaría de Hacienda, 994 552 millones de pesos. Por su parte, en 2008, según datos del INEGI, el consumo privado (demanda por bienes y servicios de las familias) sumó 8 billones 525 mil millones de pesos.

Haciendo cuentas tenemos que si en 2008 el gobierno federal hubiera cobrado un solo impuesto de 15% al consumo de las familias, todo incluido, la recaudación hubiera sido de 1 billón 279 mil millones de pesos, ¡28.6% mayor que la conseguida con los mentados once impuestos! Otra muestra de que el sistema tributario mexicano es un engendro, una criatura sin forma, sin la proporción debida, mal concebida, a la cual, con la reciente propuesta de más y más elevados impuestos, se pretende deformar todavía más.

Si el año pasado el gobierno federal hubiera cobrado un solo impuesto al consumo total de las familias hubiera recaudado 28.6% más de lo que recaudó, lo cual demuestra que sí es posible llevar a cabo una reforma tributaria que logre, 1) que el gobierno recaude más (28.6%); 2) que los contribuyentes paguen menos impuestos (uno solo); 3) que quienes no pagan impuestos paguen (ya que se gravaría todo el consumo, y todos consumen algo); 4) la simplificación del sistema tributario (al tener que pagarse un solo impuesto); 5) que se incentive el ahorro (para pagar menos impuestos habría que consumir menos y, por lo tanto, ahorrar más); 6) que se promueva la inversión privada (las empresas no pagarían impuestos), y 7) que el gobierno cuente con más recursos para ayudar a los más pobres (porque la mayor recaudación vendría de los más ricos, que consumen más, no de los más pobres, que consumen menos, haciendo posible la redistribución).

Las cifras avalan mi propuesta a favor del impuesto único, homogéneo, universal, no expoliatorio, y aplicado al consumo. La propuesta tributaria del Ejecutivo apunta en la dirección contraria, hacia la manutención y agravamiento del engendro tributario, hacia más de lo mismo, siendo que lo mismo deja mucho, ¡pero mucho!, que desear.

En éste, como en muchos otros temas, ¡pero sobre todo en éste!, debemos ir más allá de las fronteras.

Arturo Damm Arnal

E-mail: [email protected]

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