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De Vuelta a Letras Libres
Cultura | Humberto Murrieta | 19.01.2011 | 0 Comentarios

Querido amigo de esta revista, el autor ha estado cerca de las publicaciones culturales mexicanas de las últimas décadas. Recuerda en esta pieza una de sus últimas conversaciones con Octavio Paz, previa a la despedida de Vuelta y el surgimiento de la revista que por iniciativa de Enrique Krauze la sucedería: Letras Libres.

VueltaOctavioPazComp

Foto Octavio Paz de Rogelio Cuéllar/Archivos Este País.

“¿Te das cuen­ta, Hum­ber­to, que los con­tro­les que tu pro­fe­sión di­se­ña y ma­ne­ja, y que la in­for­ma­ción fi­nan­cie­ra que ge­ne­ra, si lo ha­ce cum­plien­do ca­bal­men­te con su ofi­cio, pro­du­ce trans­­pa­ren­cia? ¿Cap­tas que sin in­for­ma­ción fi­de­dig­na y com­pe­ten­te la trans­pa­ren­cia es im­po­si­ble y que sin és­ta la de­mo­cra­cia ja­más po­dría ma­du­rar? Us­te­des, los con­ta­do­res pú­bli­cos, son tra­ba­ja­do­res si­len­cio­sos por la de­mo­cra­cia. Ga­ran­tes del me­ca­nis­mo fun­da­men­tal que la sos­tie­ne.” Es la voz —des­pués me lo pu­so por es­cri­to pa­ra usar­lo en un ar­tí­cu­lo— de Ale­jan­dro Ros­si. Es­ta­mos co­mien­do en El Ca­fé de Pa­rís de Co­yoa­cán en oc­tu­bre de 1997, a po­cos días de que yo rin­die­ra pro­tes­ta co­mo Ofi­cial Ma­yor de la Cá­ma­ra de Di­pu­ta­dos.

Ten­go el pri­vi­le­gio de ha­ber dis­fru­ta­do de la apa­ci­ble y amis­to­sa sa­bi­du­ría de Ros­si, inol­vi­da­ble, exquisito, filósofo ri­gu­ro­so “que se abrió y bus­có la be­lle­za en la ex­pre­sión, crean­do otra for­ma de pen­sar: una fi­lo­so­fía sin li­mi­tes” (Luis Vi­llo­ro) y que tu­vo “una de­ri­va­ción lo­gra­da y ori­gi­na­lí­si­ma de la fi­lo­so­fía ha­cia la li­te­ra­tu­ra” (Krau­ze). A los cuarenta años em­pe­zó a pu­bli­car en la re­vis­ta Diá­lo­gos de Ra­món Xi­rau, y más tar­de en Plu­ral, de Oc­ta­vio Paz, re­vis­ta que su­cum­bió en el atra­bi­lia­rio gol­pe de Eche­ve­rría al Ex­cél­sior y que dio ori­gen a Edi­to­rial Vuel­ta (y a la re­vis­ta del mis­mo nom­bre), de cu­yo Con­se­jo yo era co­mi­sa­rio y Ale­jan­dro con­se­je­ro: ahí se in­cu­bó nues­tra amis­tad. Es­tan­do en Plu­ral ini­ció una se­rie de re­la­tos sor­pren­den­tes que die­ron ori­gen al me­mo­ra­ble Ma­nual del dis­traí­do.

Su úl­ti­mo li­bro, Edén, vi­da ima­gi­na­da (Pre­mio Xa­vier Vi­llau­rru­tia 2006), es una de­li­cia. Ros­si na­ció en Flo­ren­cia —de ma­dre ve­ne­zo­la­na, des­cen­dien­te di­rec­ta del general Jo­sé A. Páez, quien fue tres ve­ces pre­si­den­te de Ve­ne­zue­la en el si­glo xix;—, vi­vió su ni­ñez y ado­les­cen­cia en Ita­lia, Ca­ra­cas y Bue­nos Ai­res. “Edén” es el nom­bre de un ho­tel que aho­ra es mu­seo, cer­ca de Cór­do­ba, Ar­gen­ti­na, don­de las fa­mi­lias aco­mo­da­das, allá por los años 30 y 40, pa­sa­ban el ve­ra­no. Un ho­tel mí­ti­co, co­mo el de aque­lla chu­la­da de pe­lí­cu­la Di­le al tiem­po que vuel­va, y que, por mi­to­te­ro, co­no­cí en 2008 cuan­do fui en au­to­mó­vil de Cór­do­ba a Sal­ta; aca­ba­ba de leer el li­bro. Adol­fo Cas­ta­ñón, en el ho­me­na­je de cuer­po pre­sen­te a Ros­si en Be­llas Ar­tes, di­jo que ese li­bro “es una jo­ya que só­lo se mues­tra al que sa­be que va a mo­rir”.

Pe­ro vol­va­mos al Ca­fé de Pa­rís. Ale­jan­dro me in­vi­tó por­que es­ta­ba muy en­tu­sias­ma­do, exul­tan­te, a par­tir del he­cho de que el Vuel­ta so­bre­vi­ve.

—¡No! [ta­jan­te].

Tar­dé en en­ten­der que su de­ci­sión de fon­do era que la re­vis­ta “se fue­ra con él”. Él era la re­vis­ta. Ma­ne­ja­mos va­rios es­que­mas, in­clu­so co­me­tí la ma­ja­de­ría de su­ge­rir que Le­tras Li­bres —que te­nía un in­te­re­san­te pa­tri­mo­nio, to­do in­ver­ti­do en va­lo­res de ren­ta fi­ja y una cuen­ta por co­brar a Edi­to­rial Vuel­ta—, le die­ra un an­ti­ci­po equi­va­len­te, “pa­ra que es­cri­bie­ra sus me­mo­rias”. Con ele­gan­cia, la de­jó pa­sar.

Nos vol­vi­mos a reu­nir el 6 de no­viem­bre y en di­ciem­bre le en­vié una car­ta re­gis­tran­do lo con­ver­sa­do, que tie­ne fir­ma de re­ci­bi­do y guar­do co­mo te­so­ro pa­ra mí. Tex­tual­men­te, la ma­ja­de­ría se lee co­mo si­gue: “6. Le­tras Li­bres tie­ne re­cur­sos en efec­ti­vo de con­si­de­ra­ción (no tie­ne pa­si­vos), mis­mos que po­drían ser en­tre­ga­dos a us­ted co­mo an­ti­ci­po de un en­car­go es­pe­cí­fi­co que se le hi­cie­ra —es­toy se­gu­ro que quie­nes cons­ti­tu­ye­ron Le­tras Li­bres no ten­drían in­con­ve­nien­te al res­pec­to”.

El fi­nal de la his­to­ria es que Oc­ta­vio Paz mu­rió en abril de 1998; el pre­si­den­te Ze­di­llo in­flu­yó pa­ra que a Edi­to­rial Vuel­ta le com­pra­ran sus in­ven­ta­rios; con esos re­cur­sos la edi­to­rial li­qui­dó su pa­si­vo con Le­tras Li­bres; En­ri­que Krau­ze com­pró las ac­cio­nes de Oc­ta­vio Paz (no su­pe si tam­bién las del res­to de los ac­cio­nis­tas), ne­go­cia­ción que in­clu­yó el for­mi­da­ble nom­bre de Le­tras Li­bres; la re­vis­ta Vuel­ta de­sa­pa­re­ció, na­ció la re­vis­ta Le­tras Li­bres, dig­ní­si­ma he­re­de­ra de la ca­li­dad de Vuel­ta; la so­cie­dad anó­ni­ma Edi­to­rial Vuel­ta sub­sis­tió con su nom­bre y ha­ce la re­vis­ta Le­tras Li­bres; la aso­cia­ción ci­vil Le­tras Li­bres cam­bió su de­no­mi­na­ción a Ami­gos de Oc­ta­vio Paz, la cual pre­si­de Ma­rie Jo­sé Paz, son con­se­je­ros quie­nes crea­ron la a.c. (Zaid, Krau­ze y Ca­rral, en­tre otros) y es­te es­cri­bi­dor es el te­so­re­ro.

El be­llí­si­mo e in­te­li­gen­te nom­bre de Le­tras Li­bres y sus re­cur­sos bien me­re­cen unas lí­neas acer­ca de su ori­gen. Han de re­cor­dar que en el ve­ra­no del 90, Oc­ta­vio Paz con­vo­có al me­mo­ra­ble “En­cuen­tro Vuel­ta. El si­glo xx: la ex­pe­rien­cia de la li­ber­tad”, el cual se ce­le­bró y te­le­vi­só del 27 de agos­to al 2 de oc­tu­bre en aso­cia­ción con la Fun­da­ción Cul­tu­ral Te­le­vi­sa. Es­to fue a diez me­ses de la caí­da del mu­ro de Ber­lín, al ini­cio de la rein­te­gra­ción de Ale­ma­nia, de la de­sin­te­gra­ción de la urss y de los paí­ses del es­te eu­ro­peo, y se tra­ta­ba de re­fle­xio­nar acer­ca de lo que pa­ra el mun­do sig­ni­fi­ca­ría la con­se­cuen­te re­com­po­si­ción geo­po­lí­ti­ca y eco­nó­mi­ca en un en­tor­no de li­ber­tad. La res­pues­ta a la ca­pa­ci­dad de con­vo­ca­to­ria de Paz que­dó de ma­ni­fies­to: dieciséis pen­sa­do­res me­xi­ca­nos y al­go más de treinta ex­tran­je­ros, to­dos ilus­tres y de to­dos los “sa­bo­res”, en­tre ellos Ma­rio Var­gas Llo­sa.

Mira la discusión sobre la «dictadura perfecta» aquí

Fue en esa oca­sión —pa­ra quien no se acuer­da— cuan­do Var­gas Llo­sa di­jo: “Mé­xi­co es la dic­ta­du­ra per­fec­ta. No lo es el co­mu­nis­mo, ni la Unión So­vié­ti­ca, ni Fi­del Cas­tro; es Mé­xi­co por­que es una dic­ta­du­ra ca­mu­fla­da que uti­li­za co­mo me­dio al pri… y ¡sál­ve­se el que pue­da! An­tes de vein­ti­cuatro ho­ras, Var­gas Llo­sa aban­do­nó el país, el es­cán­da­lo fue fe­no­me­nal, la fra­se aga­rró ca­lle y Sa­li­nas, el en­ton­ces pre­si­den­te, a pre­gun­ta ex­pre­sa con­tes­tó: “Var­gas Llo­sa es un buen no­ve­lis­ta”.

Paz co­men­tó: “La au­sen­cia de mi que­ri­do ami­go Ma­rio ha pro­vo­ca­do in­si­nua­cio­nes avie­sas; eso de que se fue por pre­sio­nes gu­ber­na­men­ta­les es una acu­sa­ción ri­dí­cu­la que no val­dría la pe­na con­tes­tar si no fue­ra en sí mis­ma una ca­lum­nia”. Pe­ro le tu­pió al pri: “Ese par­ti­do he­ge­mó­ni­co, ese par­ti­do crea­do por el Es­ta­do pos­re­vo­lu­cio­na­rio, es­tá en cri­sis y es­tá en vías de de­sa­pa­re­cer o bien de trans­for­mar­se”.

De ese en­cuen­tro, a Edi­to­rial Vuel­ta le que­da­ron al­gu­nos mi­llo­nes de pe­sos; no to­có un cen­ta­vo y con ellos creó la aso­cia­ción ci­vil Le­tras Li­bres y esa his­to­ria de la que fui tes­ti­go. Así es co­mo la re­cuer­do.

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