Querido amigo de esta revista, el autor ha estado cerca de las publicaciones culturales mexicanas de las últimas décadas. Recuerda en esta pieza una de sus últimas conversaciones con Octavio Paz, previa a la despedida de Vuelta y el surgimiento de la revista que por iniciativa de Enrique Krauze la sucedería: Letras Libres.
Foto Octavio Paz de Rogelio Cuéllar/Archivos Este País.
“¿Te das cuenta, Humberto, que los controles que tu profesión diseña y maneja, y que la información financiera que genera, si lo hace cumpliendo cabalmente con su oficio, produce transparencia? ¿Captas que sin información fidedigna y competente la transparencia es imposible y que sin ésta la democracia jamás podría madurar? Ustedes, los contadores públicos, son trabajadores silenciosos por la democracia. Garantes del mecanismo fundamental que la sostiene.” Es la voz —después me lo puso por escrito para usarlo en un artículo— de Alejandro Rossi. Estamos comiendo en El Café de París de Coyoacán en octubre de 1997, a pocos días de que yo rindiera protesta como Oficial Mayor de la Cámara de Diputados.
Tengo el privilegio de haber disfrutado de la apacible y amistosa sabiduría de Rossi, inolvidable, exquisito, filósofo riguroso “que se abrió y buscó la belleza en la expresión, creando otra forma de pensar: una filosofía sin limites” (Luis Villoro) y que tuvo “una derivación lograda y originalísima de la filosofía hacia la literatura” (Krauze). A los cuarenta años empezó a publicar en la revista Diálogos de Ramón Xirau, y más tarde en Plural, de Octavio Paz, revista que sucumbió en el atrabiliario golpe de Echeverría al Excélsior y que dio origen a Editorial Vuelta (y a la revista del mismo nombre), de cuyo Consejo yo era comisario y Alejandro consejero: ahí se incubó nuestra amistad. Estando en Plural inició una serie de relatos sorprendentes que dieron origen al memorable Manual del distraído.
Su último libro, Edén, vida imaginada (Premio Xavier Villaurrutia 2006), es una delicia. Rossi nació en Florencia —de madre venezolana, descendiente directa del general José A. Páez, quien fue tres veces presidente de Venezuela en el siglo xix;—, vivió su niñez y adolescencia en Italia, Caracas y Buenos Aires. “Edén” es el nombre de un hotel que ahora es museo, cerca de Córdoba, Argentina, donde las familias acomodadas, allá por los años 30 y 40, pasaban el verano. Un hotel mítico, como el de aquella chulada de película Dile al tiempo que vuelva, y que, por mitotero, conocí en 2008 cuando fui en automóvil de Córdoba a Salta; acababa de leer el libro. Adolfo Castañón, en el homenaje de cuerpo presente a Rossi en Bellas Artes, dijo que ese libro “es una joya que sólo se muestra al que sabe que va a morir”.
Pero volvamos al Café de París. Alejandro me invitó porque estaba muy entusiasmado, exultante, a partir del hecho de que el Vuelta sobrevive.
—¡No! [tajante].
Tardé en entender que su decisión de fondo era que la revista “se fuera con él”. Él era la revista. Manejamos varios esquemas, incluso cometí la majadería de sugerir que Letras Libres —que tenía un interesante patrimonio, todo invertido en valores de renta fija y una cuenta por cobrar a Editorial Vuelta—, le diera un anticipo equivalente, “para que escribiera sus memorias”. Con elegancia, la dejó pasar.
Nos volvimos a reunir el 6 de noviembre y en diciembre le envié una carta registrando lo conversado, que tiene firma de recibido y guardo como tesoro para mí. Textualmente, la majadería se lee como sigue: “6. Letras Libres tiene recursos en efectivo de consideración (no tiene pasivos), mismos que podrían ser entregados a usted como anticipo de un encargo específico que se le hiciera —estoy seguro que quienes constituyeron Letras Libres no tendrían inconveniente al respecto”.
El final de la historia es que Octavio Paz murió en abril de 1998; el presidente Zedillo influyó para que a Editorial Vuelta le compraran sus inventarios; con esos recursos la editorial liquidó su pasivo con Letras Libres; Enrique Krauze compró las acciones de Octavio Paz (no supe si también las del resto de los accionistas), negociación que incluyó el formidable nombre de Letras Libres; la revista Vuelta desapareció, nació la revista Letras Libres, dignísima heredera de la calidad de Vuelta; la sociedad anónima Editorial Vuelta subsistió con su nombre y hace la revista Letras Libres; la asociación civil Letras Libres cambió su denominación a Amigos de Octavio Paz, la cual preside Marie José Paz, son consejeros quienes crearon la a.c. (Zaid, Krauze y Carral, entre otros) y este escribidor es el tesorero.
El bellísimo e inteligente nombre de Letras Libres y sus recursos bien merecen unas líneas acerca de su origen. Han de recordar que en el verano del 90, Octavio Paz convocó al memorable “Encuentro Vuelta. El siglo xx: la experiencia de la libertad”, el cual se celebró y televisó del 27 de agosto al 2 de octubre en asociación con la Fundación Cultural Televisa. Esto fue a diez meses de la caída del muro de Berlín, al inicio de la reintegración de Alemania, de la desintegración de la urss y de los países del este europeo, y se trataba de reflexionar acerca de lo que para el mundo significaría la consecuente recomposición geopolítica y económica en un entorno de libertad. La respuesta a la capacidad de convocatoria de Paz quedó de manifiesto: dieciséis pensadores mexicanos y algo más de treinta extranjeros, todos ilustres y de todos los “sabores”, entre ellos Mario Vargas Llosa.
Mira la discusión sobre la «dictadura perfecta»
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Fue en esa ocasión —para quien no se acuerda— cuando Vargas Llosa dijo: “México es la dictadura perfecta. No lo es el comunismo, ni la Unión Soviética, ni Fidel Castro; es México porque es una dictadura camuflada que utiliza como medio al pri… y ¡sálvese el que pueda! Antes de veinticuatro horas, Vargas Llosa abandonó el país, el escándalo fue fenomenal, la frase agarró calle y Salinas, el entonces presidente, a pregunta expresa contestó: “Vargas Llosa es un buen novelista”.
Paz comentó: “La ausencia de mi querido amigo Mario ha provocado insinuaciones aviesas; eso de que se fue por presiones gubernamentales es una acusación ridícula que no valdría la pena contestar si no fuera en sí misma una calumnia”. Pero le tupió al pri: “Ese partido hegemónico, ese partido creado por el Estado posrevolucionario, está en crisis y está en vías de desaparecer o bien de transformarse”.
De ese encuentro, a Editorial Vuelta le quedaron algunos millones de pesos; no tocó un centavo y con ellos creó la asociación civil Letras Libres y esa historia de la que fui testigo. Así es como la recuerdo.