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Ya llega la calor
Cultura | Galaxia Gutenberg | Para No Eruditos | Miguel Ángel Castro | 01.03.2011 | 0 Comentarios

Sa­be­mos que las erra­tas no per­do­nan. Los es­cri­to­res con­sa­gra­dos han su­fri­do a es­tas vi­lla­nas que sue­len gas­tar bro­mas de di­ver­sos ca­li­bres y, en oca­sio­nes, dar nue­vos e in­sos­pe­cha­dos gi­ros a las ora­cio­nes y a las fra­ses, co­mo la que mo­ti­va el co­men­ta­rio de es­te nú­me­ro: “…las tro­pas re­ci­bie­ron ayu­da de las mu­je­res más ca­lien­tes del pue­blo…”, lo cual, aun­que pro­ba­ble, no era lo que se pre­ten­día re­sal­tar si­no el va­lor mos­tra­do por di­chas mu­je­res en un com­ba­te o si­tua­ción pa­re­ci­da.

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Foto tomada de Flickr/CC/rebbas

Lo cier­to es que lle­ga la pri­ma­ve­ra, nos pre­pa­ra­mos pa­ra el cam­bio de cli­ma y la pa­la­bra ca­lor se re­pe­ti­rá una y otra vez, nos lle­va­rá a ele­gir las pren­das más li­ge­ras y fres­cas del ro­pe­ro, guar­da­rro­pa o cló­set, a to­mar mu­cha agua y dis­fru­tar de una gran va­rie­dad de be­bi­das y ali­men­tos fríos y, se­gún ve­ne­ra­bles cos­tum­bres y nue­vas ru­tas co­mer­cia­les, a sen­tir­nos más dis­pues­tos a la vi­da amo­ro­sa.

En el Li­bro de Buen Amor, el Ar­ci­pres­te cuen­ta las pe­leas que te­nían don Car­nal y la Cua­res­ma, y aun­que los con­tin­gen­tes ma­ri­nos de la re­ca­ta­da se­ño­ra so­lían ob­te­ner la vic­to­ria, ad­vier­te el au­tor la pron­ta re­cu­pe­ra­ción de don Car­nal, que re­gre­sa al mun­do en com­pa­ñía de don Amor, don­de son re­ci­bi­dos con gran al­bo­ro­to y ale­gría por el cam­bio de es­ta­ción:

Era vi­gi­lia de Pas­cua ca­si a fi­nes abril,
ya ha­bía sa­li­do el sol, ra­yan­do to­da la tie­rra
gran rui­do se pro­du­jo por el mun­do to­do
por los dos em­pe­ra­do­res que al mun­do lle­ga­ron.

Es­tos em­pe­ra­do­res eran Amor y Car­nal
sa­len a re­ci­bir­los cuan­tos los es­pe­ra­ban
las aves y los ár­bo­les au­gu­ran buen tiem­po
los que a Amor es­pe­ran, se es­me­ran en re­ci­bir­le bien.

El ca­lor (o la ca­lor) se aso­cia a la sen­sua­li­dad que ani­ma los cuer­pos; así los can­tos go­liar­dos del Car­mi­na in­vi­ta­ban a go­zar a la de­sea­da pri­ma­ve­ra por­que el sol se­re­na to­do, ha­ce flo­re­cer al pra­do, el hie­lo se de­rri­te y la du­re­za del in­vier­no se ale­ja. La es­tre­cha re­la­ción de la car­ne y el ca­lor tie­ne una lar­ga his­to­ria, tan an­ti­gua co­mo la del Car­na­val, que se re­fle­ja en al­gu­nas de las acep­cio­nes que am­bas pa­la­bras han te­ni­do y que han si­do re­co­gi­das por los le­xi­co­nes de la Aca­de­mia, por ejem­plo car­ne es (ade­más de la par­te mus­cu­lar del cuer­po de los ani­ma­les; del ali­men­to con­sis­ten­te en to­do o par­te del cuer­po de un ani­mal de la tie­rra o del ai­re, en con­tra­po­si­ción a la co­mi­da de pes­ca­dos y ma­ris­cos; de la par­te mo­llar de la fru­ta, que es­tá ba­jo la cás­ca­ra o el pe­lle­jo); la par­te ma­te­rial o cor­po­ral del hom­bre, con­si­de­ra­da en opo­si­ción al es­pí­ri­tu, y uno de los tres ene­mi­gos del al­ma, que, se­gún el ca­te­cis­mo de la doc­tri­na cris­tia­na, in­cli­na a la sen­sua­li­dad y las­ci­via. Es­ta car­ne vi­va es por lo tan­to ca­lien­te, ad­je­ti­vo que (ade­más de re­fe­rir­se a lo que tie­ne o pro­du­ce ca­lor; a lo di­cho de una ha­bi­ta­ción, de una ves­ti­du­ra o al­go pa­re­ci­do que pro­por­cio­nan ca­lor y co­mo­di­dad; o a lo di­cho de una dis­pu­ta, de una ri­ña, de una pe­lea, cuan­do son aca­lo­ra­das o muy vi­vas) ca­li­fi­ca a al­guien de lu­ju­rio­so, de ser muy pro­pen­so al ape­ti­to se­xual o de es­tar ex­ci­ta­do se­xual­men­te.

Ta­les emo­cio­nes su­pe­ran des­de lue­go lo que es cá­li­do, es de­cir lo que no au­men­ta la tem­pe­ra­tu­ra en ex­ce­so. En es­te pun­to con­vie­ne re­cor­dar que el su­per­la­ti­vo irre­gu­lar ad­mi­ti­do de ca­lien­te era has­ta ha­ce unos años ca­len­tí­si­mo, sin em­bar­go el uso ha da­do lu­gar al su­per­la­ti­vo ca­lien­tí­si­mo, de la mis­ma for­ma que se ha abier­to pa­so la for­ma del di­mi­nu­ti­vo, tal y co­mo lo es­cu­cha­mos en el in­con­fun­di­ble pre­gón “¡Hay ta­ma­les oa­xa­que­ños, ca­lien­ti­tooos!”, que nos re­mon­ta a las vie­jas tra­di­cio­nes ves­per­ti­nas de las ca­lles de la Ciu­dad de Mé­xi­co.

Cuan­do de­ci­mos a una per­so­na que es­tá cer­ca de un lu­gar don­de hay un ob­je­to es­con­di­do o a pun­to de acer­tar en al­go, usa­mos la in­ter­jec­ción ca­lien­te, ca­lien­te, de mo­do que si se ale­ja pa­sa a frío, así has­ta que se que­ma. La lo­cu­ción ad­ver­bial en ca­lien­te, quie­re de­cir en el mo­men­to, in­me­dia­ta­men­te, sin per­der tiem­po, an­tes de que la co­sa se en­fríe o se so­sie­guen los áni­mos, tal y co­mo se di­ce de cier­ta po­lí­ti­ca que fue apli­ca­da en el ré­gi­men de Díaz pa­ra aca­bar con los ban­di­dos y sus ene­mi­gos.

Por otra par­te, ha­cer uso de pa­ños ca­lien­tes es una ex­pre­sión co­lo­quial que alu­de a las di­li­gen­cias y bue­nos ofi­cios que se apli­can pa­ra tem­plar el ri­gor o la as­pe­re­za con que se ha de pro­ce­der en una ma­te­ria, o a re­me­dios pa­lia­ti­vos e ine­fi­ca­ces; en es­tos ca­sos tam­bién se em­plea la for­ma pa­ños de agua ti­bia.

Se­gún el dic­cio­na­rio de la rae, una lí­nea ca­lien­te es un ser­vi­cio, ge­ne­ral­men­te te­le­fó­ni­co, de aten­ción di­rec­ta a re­cla­ma­cio­nes, opi­nio­nes, pre­gun­tas o pro­ble­mas con­cre­tos. En efec­to, la fra­se ha­cía re­fe­ren­cia tam­bién a un ser­vi­cio de ur­gen­cia co­mo el que se en­cuen­tra en al­gu­nas ca­rre­te­ras e in­clu­so al de aten­ción a clien­tes por te­lé­fo­no. Sin em­bar­go, la­men­ta­mos in­for­mar­les a nues­tros ami­gos, por es­te me­dio, que lo que hoy la ma­yo­ría de los ha­blan­tes en­tien­de por lí­nea ca­lien­te es un ser­vi­cio de lla­ma­das re­la­cio­na­das con el se­xo.

Has­ta aquí lle­ga­mos con es­ta que creía­mos pa­pa ca­lien­te, es de­cir un pro­ble­ma gra­ve e in­có­mo­do de so­lu­ción di­fí­cil que so­le­mos pa­sar al ve­ci­no más pró­xi­mo pe­ro que, tal vez, no lo es tan­to, por­que to­tal: “an­de uno ca­lien­te, ría­se la gen­te”.

Las personas que estén in­te­re­sa­das en res­pon­der o en ha­cer co­men­ta­rios a es­ta sec­ción pue­den es­cri­bir­nos a in­for­ma­cion­@fun­deu­me­xi­co.org  ~

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