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Trabajar por México desde Estados Unidos
Este País | Gabriela Pérez Báez | 02.06.2011 | 0 Comentarios

En febrero de 2012 cumpliré 20 años de vivir en Estados Unidos. Cuando lo pienso, me dan escalofríos, pues en 1992 que partí para estudiar la licenciatura, el plan era a corto plazo.

Comencé la carrera de diseño gráfico en la Universidad Anáhuac del Sur en el Distrito Federal en septiembre de 1991, con un apoyo de mi mamá limitado al primer semestre. No sabía cómo lograría sostenerme durante el resto de la carrera y, mientras me lo planteaba, tuve la oportunidad de solicitar un puesto de guía multilingüe en las Naciones Unidas en Nueva York. Yo había oído decir que en Estados Unidos era común trabajar durante el día y estudiar en la noche, por lo que me pareció buena idea irme allá a continuar mis estudios. En noviembre me entrevistaron y poco después me ofrecieron un puesto de medio tiempo. Me fui de México a finales de febrero de 1992 y en septiembre retomé mis estudios en el Fashion Institute of Technology. En mayo de 1997 me recibí de la licenciatura en diseño de empaques.

Ahora bien, ¿por qué no regresé a México en ese momento? Supongo que por muchas razones, y estoy segura que cualesquiera que hayan sido, no me las planteé formalmente a la hora de graduarme. Para mayo de 1997 ya llevaba cinco años viviendo en Nueva York y había logrado establecer algo muy importante: una relación fantástica con quien ahora es mi marido y el papá de mi niña. Ambos disfrutábamos muchísimo de la ciudad y dudo que en el momento en que me gradué nos haya pasado por la mente la posibilidad de mudarnos a algún otro lugar, includo México. La inercia de ubicación de los últimos cinco años siguió, pero no por eso me olvidaba de mi país.

En los años siguientes tuve muchos cambios profesionales. En agosto de 2001 dejé por completo la carrera de diseño gráfico para explorar la disciplina de la lingüística dentro del programa de maestría que ofrece el departamento de lingüística de la Universidad de Búfalo. La decisión de cambiar de carrera fue muy pensada, consideré con detenimiento distintos factores tanto personales como profesionales. Uno de estos factores era la necesidad de tener una carrera y un trabajo que me llevara a México con frecuencia y/o por periodos largos, y que me permitiera conocer mi país con mayor profundidad. Otro factor era mi deseo de participar en el reconocimiento de los pueblos indígenas a través del estudio de sus idiomas y del análisis de los procesos que los han puesto en riesgo de desaparición. En el primer año de la maestría me di cuenta de que había encontrado mi vocación y la maestría se convirtió en doctorado. Así pues, obtuve el grado de doctor en lingüística en septiembre de 2009. Para entonces ya llevaba 17 años en Estados Unidos. Sin embargo, en los últimos ocho había llegado a conocer mi país muchísimo más que durante los primeros 21 años de mi vida creciendo en el Distrito Federal. Desde 2002, he pasado cada verano en México llevando a cabo trabajo de campo en Oaxaca, Veracruz y Chiapas. Además, regreso una o dos veces más cada año para participar en congresos.

Volvemos a la misma pregunta de hace dos párrafos: ¿por qué no me regresé a México al recibir el doctorado? La respuesta no es que no hubiera oportunidades de trabajo en México. Incluso, el mercado de trabajo académico en Estados Unidos durante el ciclo 2008-2009 básicamente desapareció debido a la crisis financiera del país y, en un momento dado, la opción de trabajo que parecía más factible consistía en la posibilidad de integrarme a una institución de investigación en México por medio de un programa de repatriación. Esta opción me hubiera permitido trabajar con un equipo de investigadores lingüistas de alto calibre en una preciosa ciudad mexicana, a sólo unas horas de la comunidad donde llevo a cabo mi trabajo de campo. Mi marido y yo consideramos esta posibilidad muy seriamente, pues ambos sentíamos que era una oportunidad particularmente especial. ¿Por qué no seguí por ese camino? Francamente, no sé si puedo dar una respuesta sencilla a esta pregunta.

Después de obtener el doctorado, pasé meses contemplando mi futuro profesional y sé que en todo momento tuvimos —mi esposo y yo— un sinfín de consideraciones que nos llevaron adonde nos encontramos actualmente. Desde enero de 2010 tengo el puesto de Curadora de Lingüística en el Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian Institution en Washington, d.c. En mi situación actual, creo que puedo contribuir de manera positiva y fuerte al estudio de los idiomas indígenas de México y a su mantenimiento. Sigo yendo a México durante el verano a realizar trabajo de campo y siempre voy en compañía de mi hija de cinco años, quien se declara mexicana y goza de cada minuto de sus estancias en México. Yo sigo asistiendo durante el año a congresos que me permiten estar en contacto con los investigadores que residen en México y procuro mantener los lazos profesionales mediante colaboraciones de investigación y publicación. He logrado obtener algunos fondos recientemente para continuar con mis investigaciones en México y estoy en espera de la decisión sobre solicitudes adicionales de apoyo para proyectos de revitalización lingüística de lenguas mexicanas. Justamente creo que, estando en donde estoy, tengo acceso a apoyos que se pueden canalizar para reforzar la investigación y el mantenimiento de los idiomas indígenas mexicanos. En fin, llevo casi 20 años viviendo fuera de mi país y, sin embargo, estoy fuertemente conectada con él y con la confianza de que no por estar fuera he dejado de contribuir a su progreso.

gabriela pérez báez es doctora en Lingüística por la Universidad de Búfalo. Se desempeña actualmente como curadora de Lingüística en el Museo de Historia Natural de la Smithsonian Institution y su investigación se centra en el estudio y conservación de las lenguas indígenas de México y en especial de las zapotecas.

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