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Energía y competitividad internacional
Este País | Luis Téllez | 01.10.2013 | 0 Comentarios

La industria energética mundial está dando un vuelco ante la baja en el consumo de energía en Estados Unidos (y otros países desarrollados) y el incremento de su producción local; también por el crecimiento acelerado de su extracción de gas natural mediante la explotación de yacimientos de shale gas (gas de esquisto o de lutitas), con nuevas técnicas de perforación en formaciones geológicas. Esto, que puede calificarse como una revolución energética, está influyendo directamente en la competitividad de las economías nacionales. Sin embargo, la importancia de este fenómeno no se ha apreciado suficientemente en México. Para nuestro país, esta revolución no es un tema de valor energético. Va mucho más allá: es la oportunidad para la viabilidad productiva y la competitividad de nuestra economía.  LT

La Revolución Industrial en el siglo XVIII fue posible gracias a nuevas formas de generación de energía, que fueron el factor más importante para hacer cada vez más eficiente y masiva la producción de las industrias. El combustible de la primera Revolución Industrial fue el carbón, que dio viabilidad a las entonces poderosas máquinas de vapor. La segunda revolución industrial, al final del siglo XIX, fue impulsada por la generación a gran escala de electricidad, y en el siglo XX tuvo como fuente principal de energía el petróleo y sus derivados, que permitieron el desarrollo de los motores de combustión interna.

Actualmente está en marcha una nueva revolución energética, que está cambiando los procesos industriales, las relaciones económicas y los equilibrios políticos entre las naciones del mundo. Su combustible es el gas natural y, más específicamente, con el uso de nuevas tecnologías, el gas shale o gas de esquisto o de lutitas, que se obtiene fracturando con agua y sustancias químicas este tipo de formaciones rocosas en el subsuelo.

Y no debemos olvidar que desde hace algunos años en Estados Unidos la producción petrolera y de gas asociado se ha incrementado notablemente con las perforaciones en aguas marinas profundas, al tiempo que la demanda de energéticos se ha hecho más eficiente con el uso de plantas de ciclo combinado impulsadas por gas.

©iStockphoto.com/Jiripravda

Con esta nueva revolución energética, Estados Unidos ha incrementado 14 veces su producción de gas natural desde la década pasada. Al aumentar la oferta de gas natural, el precio de este se ha reducido a tan solo una tercera parte en cinco años, por lo que las industrias están cambiando crecientemente a este combustible. Cuando tuve el honor de servir como secretario de Energía a fines de los años noventa, el precio del gas en la cuenca de Texas se ubicaba en alrededor de 15 dólares, mientras que ahora fluctúa entre los 2.5 y los 4 dólares.

Estados Unidos se ha vuelto exportador neto de energía, sobre todo de gas natural y carbón, y en poco tiempo se convertirá también en uno de los más importantes productores y exportadores de petróleo del mundo. De acuerdo con distintas fuentes, a fines de esta década Estados Unidos será el mayor productor y exportador de petróleo, por encima de Rusia y Arabia Saudita. El sector productor más dinámico de Estados Unidos durante la administración del presidente Obama ha sido el energético, lo que ha resaltado una vez más la enorme capacidad empresarial y de cambio de ese país.

Paralelamente, Canadá ha incrementado su producción de crudo 30% en la última década, con la explotación de arenas bituminosas o de alquitrán en la provincia de Alberta, lo que en conjunto da una nueva posición estratégica a Norteamérica en materia de energía.

A esta nueva forma de extracción de gas natural y petróleo en Estados Unidos se ha unido una mayor eficiencia energética en las industrias, que ahora consumen menos combustibles. La economía más grande del mundo consume 10% menos petróleo que hace 10 años, al tiempo que su producción industrial ha aumentado 20% utilizando más gas natural, además de petróleo, en el mismo lapso.

Este cambio en la industria energética ya es motivo de preocupación para las economías petroleras, como lo hizo patente el príncipe Al-Waleed bin Talal de Arabia Saudita en una carta al legendario ministro de petróleo saudí, Ali Al-Naimi, y al rey Abdullah, escrita en mayo de este año y publicada en el Financial Times a fines de julio. La carta se refiere a la amenaza que representan para su país el petróleo y el gas shale de Estados Unidos, dada la casi absoluta dependencia que tiene la economía saudí del petróleo crudo. El príncipe, uno de los inversionistas privados más importantes de Arabia Saudita y el mundo, llama en su misiva al rey a tomar medidas urgentes para diversificar la producción de su país, pues ve como inevitable que la economía global dependerá cada vez menos del petróleo de los países afiliados a la hasta ahora inconmovible Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

En el contexto actual (cuando ya se tienen datos sobre las reservas de petróleo y gas shale de los distintos países, de las cuales las más grandes pertenecen a Estados Unidos, China, Argentina, Argelia, Canadá y México), ciertas preguntas resultan inevitables: ¿cómo se verán afectados los precios de los hidrocarburos en los próximos años? y ¿de qué manera incidirá esto en la competitividad de las empresas y los países?

Es fácil suponer que ante una mayor oferta de petróleo crudo y gas, el precio de ambos combustibles descenderá, como lo estima la Agencia Internacional de Energía (AIE), por una reducción previsible en la demanda de crudo en los próximos cinco años.

Deben considerarse también las inversiones que se hacen en Estados Unidos para la interconexión y ampliación de ductos, así como las inversiones de Canadá en el ducto Keystone XL, que partirá de yacimientos que se encuentran en la provincia de Alberta y que llevará combustibles a lo largo de miles de kilómetros hacia el sureste de Estados Unidos. En el trayecto del petróleo crudo por los ductos, empresas estadounidenses podrán refinarlo y entregarlo así en el norte del golfo de México, con fines de exportación.

La red de distribución de combustibles en Estados Unidos reducirá los costos aún más y provocará un incremento de la producción manufacturera en ese país. El gas shale seguirá cotizándose por cuencas (por costos de transporte) y la más barata del mundo será la de América del Norte.

Al mismo tiempo, la mayor producción de crudo generará un incremento importante en la oferta mundial de hidrocarburos, particularmente en el golfo de México, pues ahí confluirá el abastecimiento de petróleo pesado y otros hidrocarburos por parte de los propios Estados Unidos y de México, Colombia, Venezuela y Canadá —en el caso de este país, mediante los ductos. Esto llevará a una caída en los precios del crudo y a la necesidad de buscar nuevos mercados donde colocarlo.

Es imposible que esto no afecte a México, y en el futuro nos afectará aún más. En 10 años, nuestra producción de petróleo ha descendido en aproximadamente 800 mil barriles diarios, alrededor de 25%, y nuestra exportación a Estados Unidos ha caído más de 40%, mientras que la producción de gas natural ha bajado en 650 millones de pies cúbicos diarios (MMPCD) en cuatro años, y ya no exportamos a Estados Unidos.

©iStockphoto.com/Jiripravda

El estancamiento de la producción de gas natural en México y la falta de construcción de gasoductos entre Estados Unidos y México han provocado que mientras en ese país la industria manufacturera tiene costos de gas natural de entre 2.5 y 4 dólares por millón de BTU, en México estos son por lo menos tres veces más caros.

Por otro lado, dado que el principal combustible para la generación de energía eléctrica es el gas natural, la industria manufacturera estadounidense tiene costos de electricidad entre 40% y 60% más bajos que los de la industria en México.

Ante estos hechos, la cuenca energética de Estados Unidos se visualiza como el centro manufacturero de menor costo del mundo. Sonará extraño, pero la mano de obra es un insumo cada vez menos intensivo por la automatización de los procesos industriales, de modo que los insumos energéticos se convierten en los grandes diferenciadores en los costos asociados a las manufacturas y, por tanto, en la competitividad.

Llama la atención que en México esto no sea un tema de discusión abierta, cuando sí lo es a escala global y cuando para las grandes empresas es un factor central en la toma de decisiones. Como lo ha dicho Héctor Aguilar Camín, “en México estamos haciendo maletas cuando el barco ya zarpó”.

Consideremos el ejemplo siguiente: en la actualidad, fabricar un bien duradero de uso doméstico, como una televisión, una estufa o un refrigerador, implica utilizar tan solo dos o menos horas de mano de obra, por lo que esta ya no es un diferenciador, y sí lo son los costos de energía, tanto en la manufactura como en el transporte a los centros de distribución. Nos enfrentamos, entonces, a una verdadera revolución que estará marcada por los costos de la energía.

Por tanto, la verdadera clave de una reforma energética como la que se discute en estos momentos en México va mucho más allá de agregar valor a este sector, lo cual debe entenderse como el medio. El fin es ser más competitivos. En Estados Unidos se ha comprendido claramente esto, lo que está afectando la economía global y particularmente a los mercados emergentes. En nuestro caso, las empresas ya no compararán la competitividad entre México y China, o entre México y Brasil, sino entre México y Estados Unidos.

Las exportaciones manufactureras de México son fundamentalmente automotrices, siderúrgicas, de minería y vidrio, todas intensivas en el uso de energía.

De acuerdo con los expertos en la materia, el verdadero valor de los recursos energéticos depende de diversos factores: el hecho de que sean reservas probadas, la facilidad de acceso a ellas, la velocidad con la que se pueden explotar, la infraestructura para su distribución, la capacidad para integrar la cadena de suministro y un marco legal apropiado, que es la piedra angular que puede incentivar o coartar el sano desarrollo de estas industrias. De ahí la importancia de una reforma energética oportuna y suficiente.

Una reforma integral debe aspirar a hacernos competitivos en todos estos aspectos. Por ejemplo, el hecho de producir más hidrocarburos a un costo competitivo no sería suficiente por sí solo. Además, debemos contar con una cadena de suministro apropiada y con buenas prácticas de comercialización en los mercados internacionales.

En la discusión de la reforma energética en México, con frecuencia se pierde de vista el tema de la competitividad en el contexto mundial, y se pone el énfasis en referentes internos, ajenos a las nuevas tendencias.

La iniciativa presentada al Congreso por el presidente Enrique Peña Nieto conserva la propiedad nacional del petróleo, pero abre oportunidades a la inversión de particulares, que cuentan con el capital y las tecnologías para explotar tanto el petróleo de aguas profundas en el golfo de México como el petróleo y el gas de los ricos yacimientos de esquisto que, como ya mencioné, nos ubican en el sexto lugar mundial. Se trata de una iniciativa con gran visión, audaz e inteligente, que toma en cuenta nuestra historia y la ubica en el contexto global actual para que nuestra economía pueda ser competitiva. Los mexicanos no podemos sino apoyarla resueltamente por los beneficios que traerá.

Si México se une a esta tercera revolución energética, podrá competir en mejores términos en los mercados internacionales y contará con un sector energético dinámico según los estándares internacionales de hoy, que generará reducciones importantes en los costos de producción manufacturera, con las consecuencias positivas que esto tendrá en la creación de empleos, la capacidad fiscal del Estado y la reducción de la pobreza y la desigualdad social.

Si no se lleva a cabo la reforma energética, los efectos serán exactamente los contrarios. De hecho, ya tenemos casos de grandes empresas transnacionales que empiezan a trasladar sus instalaciones industriales a Estados Unidos, e incluso de empresas mexicanas que están haciendo lo mismo, por los costos de la energía.

La reforma energética representa la oportunidad que tiene México para ser realmente competitivo y asegurar su desarrollo futuro. Sin reforma, enfrentaríamos la cancelación de ambas posibilidades. 

__________

LUIS TÉLLEZ  fue secretario de Energía y de Comunicaciones y Transportes. Actualmente es presidente de la Bolsa Mexicana de Valores.

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