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Este País | Lo Que Sí Podemos Hacer | Susan Pick | 01.08.2014 | 0 Comentarios

Madurar es responsabilizarse. En el país los males no ocurren por sí solos: los causamos nosotros o dejamos que sucedan. Llamar a la participación ciudadana es llamar a la responsabilidad compartida.

©iStockphoto.com/venimo

Mi padre, inmigrante alemán, llegó a México huyendo de los nazis. Desde el primer día se enamoró de este país —su clima, su gente, su comida— pero siempre tuvo una duda: “¿Por qué en México decimos ‘se cayó’, ‘se rompió’? ¿Acaso las personas no tienen claro que las cosas se caen o se rompen porque alguien tomó una decisión y no por algo fuera del control de la persona? ¿Por qué en México no nos responsabilizamos por nuestras decisiones y nuestros actos?”.

En la preparatoria me aburría en clase. No bastaba aprender geografía, matemáticas e historia. Tampoco bastaba ir los domingos al orfanatorio de la hermana Celina a jugar con las niñas y llevarles comida. Así que me iba de pinta para tomar clases de axiología en la UNAM con Robert Hartman, quien hablaba de valores extrínsecos (materiales), intrínsecos (de la persona) y sistémicos (para quedar bien con el sistema). Allí empezaba a ver la relación entre hacer las cosas solo para quedar bien con otros y el “se cayó” de mi padre, es decir entre la no responsabilidad propia y los valores. En las caritas de las niñas huérfanas también veía que faltaba algo más.

Después, estudiando en Inglaterra, conocí a Martin Fishbein, quien había revolucionado la teoría de cambio de conductas, y a Amartya Sen (Premio Nobel de Economía 1998), quien hablaba de la importancia del desarrollo como la expansión de las libertades humanas, sin limitarlo a lo económico.

Fueron esas cuatro influencias —mi padre, Hartman, Fishbein y Sen— lo que me dio la base para entender que, más allá de ayudar, lo que se requiere es formar; que más allá de comprometerse a participar para regalar, para quedar bien con los demás, es clave hacerlo para inculcar conductas que mejoren el bienestar de modo sostenible, a partir de nuevas habilidades, normas sociales, valores y comportamientos.

De igual manera, comprendí que los grupos más marginados de la población querían aprender a participar como ciudadanos responsables, no como meros sujetos de las necesidades de otros. Con esta perspectiva fundamos la ONG Yo quiero Yo puedo (Imifap)1 hace 30 años.

Rápidamente me di cuenta de que somos pocos los que participamos como sociedad civil, y aún menos quienes lo hacemos con la perspectiva de que cada persona desarrolle su potencial. La mayoría no participa y dentro de la minoría que sí lo hace, sigue siendo mayoría la gente que asume una visión asistencialista, la que trabaja con la idea de “resolver”. Esto no es sustentable.

Afortunadamente, hay progreso. Cuando arrancó Yo quiero Yo puedo en 1985, el tercer sector en México era mínimo. De hecho, cuando la Organización Panamericana de la Salud me invitó a organizar una ONG, mi respuesta fue: “¿Qué es una ONG?”.

En México hoy existen casi 23 mil 500 ONG.2 Esto representa un crecimiento exponencial, si se considera que entre 1980 y 1989 solo mil 208 organizaciones fueron fundadas.3 Desde 2009 existe Filantrofilia, institución dedicada a calificar las ONG (es como el ISO 9000 del tercer sector). Sin embargo, al compararnos con países como Chile, vemos que en México hay una OSC por cada 20 mil habitantes, cuando en aquel país hay 100 por cada 20 mil.4

Yo quiero Yo puedo cuenta con más de 40 programas de educación, salud, ciudadanía y productividad, enfocados a que la persona desarrolle su potencial y ejerza con responsabilidad su capacidad de decisión y acción. Entre otros resultados, hemos logrado una reducción estadísticamente significativa en deserción escolar, embarazos en la adolescencia, cáncer cervical y bullying, así como aumentos en ahorro y productividad <www.yoquieroyopuedo.org.mx>.

Más de 20 millones de personas en 14 países (mayoritariamente en México) han participado. Desarrollamos y evaluamos los programas en pequeña escala y luego trabajamos con gobiernos y empresas para aplicarlos a mayor escala. Un testimonio ejemplifica los cambios: “No fui a la escuela, pero en el taller aprendimos que sí podemos y ya tenemos nuestros ahorros […]. Qué bonito se siente saber que uno puede” (mujer, Oaxaca).

Participa para que por lo menos una persona más logre tener voz. Puedes ser parte de un consejo, difundir resultados, abrir puertas en empresas y gobiernos para aplicar a nivel estatal o nacional programas exitosos, promover que tus empleados se involucren, establecer alianzas empresa-OSC o llevar a la familia a visitar programas de desarrollo.

Es responsabilidad de todos, no solo de unos cuantos, formar más ciudadanos responsables que en vez de decir “se cayó”, con confianza digan “lo tiré, lo recojo y enseño a otros a hacerlo”.

 

1El nombre oficial es Instituto Mexicano de Investigación de Familia y Población, A.C. (Imifap); sus programas se llaman “Yo quiero Yo puedo”. Usamos también “Yo quiero Yo puedo” para referirnos a la institución.

2Directorio de Instituciones Filantrópicas, Cemefi <http://directorio.cemefi.org//Estadisticas/frmoOrganizacionesPorEstado.aspx>.

3“Geoestadísticas de las ONG en México hoy”, en <http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/polis/cont/20021/pr/pr8.pdf>.

4Ernesto Rowe <www.iamericas.org>.

 

_________________________

SUSAN PICK es profesora e investigadora de la Facultad de Psicología de la UNAM y presidenta de Yo quiero Yo puedo.

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