Páginas que siguen, envolventes y bárbaras. Esto fué la revolución, esto es Méjico; pero no toda la revolución y menos todo Méjico. los de abajo no aspiran a tanto. Demetrio Macías anduvo en “corridos” por el Bajío: guerrillero afortunado, desdeñoso y melancólico. Como Demetrio Macías son los caudillos esenciales: Villa, Obregón, y alguno iluminado y patriarcal: Emiliano Zapata. Como el jaliscience, lucharon por instinto, sin saber que iban contra los milenios sobre las espaldas de los indios. Durante ciento treinta años —con la pausa porfirista, sombría—, Méjico ha luchado y sufrido por encontrar su ritmo propio, perdido por los “encomenderos” y los tiranos. Así, cada día: diez ahorcados y veinte canciones, todo en el crepúsculo parroquial. La revolución de 1910, que hoy —con el Gobierno del Presidente Calles—, está dando forma a las ideas de liberación y renovación, y que ha sido la más honda y cruel, sólo tiene una expresión literaria: los de abajo, novela sin gramáticas, en ése su estilo seco, preciso y hondo, de bellas virtudes epopéyicas, que recoge admirablemente el lenguaje oído y lo plasma en frase sencilla y directa.
Novela síntesis. Del momento patético. Tal esas frases musicales que son, para nosotros, toda la sonata: culminan. No falta ni un eco del vendaval. Ni siquiera el más siniestro: “¡Ya viene Pancho Villa!” Desconcierta y asusta. “La revolución es el huracán —dice Solís a Cervantes—, y el hombre que se entrega a ella no es ya el hombre…” Los de arriba están creados, no descritos, en dos o tres líneas. Los de abajo, la gente que más ha sentido Mariano Azuela y sobre la que ha escrito magníficas páginas, gozan vitalidad más eficaz y menos perecedera que la que lucieron en las ferias del Bajío. Y a todo lo largo, el galopar de los rancheros sublevados, dueños del celeste campo infinito…
Esta novela ha ido imponiéndose muy lentamente. Publicada en El Paso de Texas, era desconocida del público mejicano en 1918. El nombre mismo de Mariano Azuela no era sino el de un humilde médico de barrio, guardado en su propia austera intimidad. En 1924, una revista mejicana —El Universal Ilustrado— la divulgó y aventó a la celebridad el nombre oscuro y retraído. En España, en 1926, espíritus perspicaces como Enrique Díez-Canedo y Fabián Vidal se ocuparon de los de abajo. Gracias a la penetrante estimación que la nueva juventud española alienta por mi país, es posible esta edición de los de abajo con toda la categoría editorial de que es digna la novela.
Los jóvenes mexicanos admiran y respetan a Mariano Azuela. Se le llega a señalar como punto de partida. Arranque peligroso, sin su poderoso don expresivo, sin ese otro tan humano de sentir y comprender al pueblo. Algunos novelistas nuevos continuarán lo que Azuela, con fervorosa humildad, ha iniciado.
G. Ortega.
Madrid, 1927. ~