Calvino, Italo,
Seis propuestas para el próximo milenio,
Aurora Bernárdez (trad.), Madrid: Ediciones Siruela, 1989, pp. 144.
La mañana del 19 de septiembre de 1985, abrumados por la tragedia del terremoto que pulverizó el Distrito Federal, los mexicanos dejamos pasar desapercibida otra tragedia —quizá sólo relevante para los amantes de la literatura—: la muerte de Italo Calvino.
Al momento de su muerte, Calvino preparaba las ya célebres Six Memos for the Next Millennium, como él las tituló, o las Seis propuestas para el próximo milenio, como las conocemos. Dichas propuestas eran seis conferencias destinadas a ser expuestas en la Universidad de Harvard, con el propósito de que el escritor ocupara la cátedra “Charles Eliot Norton Poetry Lectures”, antes habitada por personajes como T. S. Elliot, Igor Stravinsky o Jorge Luis Borges. Calvino nunca llegó a impartir dichas conferencias, pues un ataque cerebro vascular interrumpió su vida una semana antes del viaje a Estados Unidos.
Las conferencias fueron publicadas con posterioridad, y aunque el título hace mención de seis propuestas, en realidad estaban pensadas para ser siete. Los títulos de los tópicos que a Calvino parecían fundamentales, no sólo para la literatura, en particular, sino para la creación poética en general, eran: 1) levedad, 2) rapidez, 3) exactitud, 4) visibilidad, 5) multiplicidad, 6) consistencia, y 7) sobre los comienzos y los finales de las novelas; de las cuales sólo existen las primeras cinco.
Mucho se ha hablado de estas conferencias como recomendaciones para para hacer subsistir la literatura en este siglo XXI, ante los insospechados riesgos de la “tecnologización” de la que somos testigos; sin embargo, antes que ubicarnos en la coyuntura apocalíptica, creo que Italo quiso dejar plasmados los hallazgos hechos de manera tan ferviente en la materia que le llevara toda una vida de estudio y descubrimiento: la literatura.
Es cierto, las seis características que para él son fundamentales, de ser seguidas con fidelidad quizá consigan hacer buenos novelistas o poetas actuales, pero no sólo eso: han conseguido ser los cimientos de la mejor literatura de todos los tiempos, de ahí que Calvino ejemplifique cada uno de sus ensayos con autores que van desde los griegos hasta los contemporáneos (Balzac, Baudelaire, Boccaccio, Borges, Bruno, Campanella, Cardano, Cavalcanti, Cervantes, Conrad, Cyrano de Bergerac, Dante, De Quincey, Dostoievsky, Epicuro, Euclides, Flaubert, Gadda, Goethe, Hawthorne, Henry James, Kafka, Kant, Kundera, Leibniz, Leopardi, Lucrecio, Monterroso, Novalis, Ovidio, Petrarca, Pico della Mirandola, Poe, Proust, Shakespeare, Swift, Tolstói, Turguéniev, Valéry, Whitman, Wittgenstein, Zola), y con múltiples citas llenas de maestría y belleza. Hablamos de seis ensayos escritos por quien fuera uno de los lectores más ávidos y de los escritores más ambiciosos, no olvidemos que para poder escribir, Calvino se hacía de mucha información no perteneciente a la creación literaria: ciencia, tecnología, biología, informática, antropología, etcétera; buscando, recopilando, aprendiendo. Recordemos que gracias a todo ello, Calvino ha logrado colocarse en los últimos cincuenta años como uno de los escritores más innovadores.
Ésta es la parte que me gusta del humilde Calvino (a mi parecer, su sencillez lo hacía estar al servicio de la creación y no al revés), la modestia para reconocer que debía estar en constante aprendizaje, en continuo abrevamiento, en incansable búsqueda, y si seguimos por este camino, yo encontraría en él, no sólo un novelista de los mejores, si no un magnífico poeta, para volver al concepto primigenio de poiesis, que extrajo de la vida misma las mejores enseñanzas del humano para ser plasmadas con tinta.
Si lo que usted pretende es dedicarse a la creación literaria, éste es un excelente documento para darse cuenta de que el trabajo de escribir no proviene del “soplo divino de las musas”, sino que es una labor constante que debe ejercitarse de forma cotidiana, con tesón, con pasión y con la ejercitación permanente de la materia gris y los cinco sentidos. Si sus pretensiones son sólo lectoras, le servirá para dar un repaso sobre muchos de los mejores novelistas y poetas de todos los tiempos.
Para finalizar, he de agregar que la versión en español de las Seis propuestas, pertenece a Aurora Bernárdez, quien como ya sabemos es una de las mejores e incansables traductoras al español.
1) Levedad. […] Podemos decir que dos vocaciones opuestas se disputan el campo de la literatura a través de los siglos: una tiende a hacer del lenguaje un elemento sin peso que flota sobre las cosas como una nube, o mejor, como un pulvísculo, o mejor aún, como un campo de impulsos magnéticos; la otra tiende a comunicar al lenguaje el peso, el espesor, lo concreto de las cosas, de los cuerpos, de las sensaciones.
[…] Para ejemplificar la levedad en al menos tres acepciones diferentes:
• Un aligeramiento del lenguaje mediante el cual los significados son canalizados por un tejido verbal como sin peso, hasta adquirir la misma consistencia enrarecida.
• El relato de un razonamiento o de un proceso psicológico en el que obran elementos sutiles e imperceptibles, o una descripción cualquiera que comporte un alto grado de abstracción.
• Una imagen figurada de la levedad que asuma un valor emblemático.
2) Rapidez. […] La rapidez y la concisión del estilo agradan porque presentan al espíritu una multitud de ideas simultáneas, en sucesión tan rápida que parecen simultáneas, y hacen flotar el espíritu en tal abundancia de pensamientos o de imágenes y sensaciones espirituales, que éste no es capaz de abarcarlos todos y cada uno plenamente, o no tiene tiempo de permanecer ocioso y privado de sensaciones. La fuerza del estilo poético, que en gran parte es una con la rapidez, no es placentera sino por estos efectos y no consiste en otra cosa. La excitación de ideas simultáneas puede derivar de cada palabra aislada, o propia o metafórica, y de su ubicación, y del giro de la frase, y de la supresión misma de otras palabras o frases, etc.
3) Exactitud. […] El gusto por la composición geometrizante,[…] tiene como fondo la oposición orden-desorden, fundamental en la ciencia contemporánea. El universo se deshace en una nube de calor, se precipita irremediablemente en un torbellino de entropía, pero en el interior de este proceso irreversible pueden darse zonas de orden, porciones de lo existente que tienden hacia una forma, puntos privilegiados desde los cuales parece percibirse un plan, una perspectiva. La obra literaria es una de esas mínimas porciones en las cuales lo existente cristaliza en una forma, adquiere un sentido, no fijo, no definitivo, no endurecido e una inmovilidad mineral, sino viviente como un organismo.
4) Visibilidad. […]La memoria está cubierta por capas de imágenes en añicos, como un depósito de desperdicios donde cada vez es más difícil que una figura logre, entre tantas, adquirir relieve.
Si he incluido la visibilidad en mi lista de los valores que se han de salvar, es como advertencia del peligro que nos acecha de perder una facultad humana fundamental: la capacidad de enfocar imágenes visuales con los ojos cerrados, de hacer que broten colores y formas del alineamiento de caracteres alfabéticos negros sobre una página blanca, de pensar con imágenes. Pienso en una posible pedagogía de la imaginación que nos habitúe a controlar la visión interior sin sofocarla y sin dejarla caer, por otra parte, en un confuso, lábil fantaseo, sino permitiendo que las imágenes cristalicen en una forma bien definida, memorable, autosuficiente, “icástica”.
5) Multiplicidad. La excesiva ambición de propósitos puede ser reprobable en muchos campos, no en literatura. La literatura sólo vive si se propone objetivos desmesurados, incluso más allá de toda posibilidad de realización. La literatura seguirá teniendo una función únicamente si poetas y escritores se proponen empresas que ningún otro osa imaginar. Desde que la ciencia desconfía de las explicaciones generales y de las soluciones que no sean sociales o especializadas, el gran desafío de la literatura es poder entretejer los diversos códigos en una visión plural, facetada del mundo.
6) Consistencia. Esta conferencia no llegó a existir, lo único que se sabe es que trataría sobre Bartleby, el escribiente de Herman Melville.
7) Sul cominciare e sul finire. Sobre cómo escribir el comienzo y el final de las novelas, ponencia que tampoco fue escrita.