Uno de los muchos propósitos que puede tener un taller de poesía es el de compartir los productos surgidos de él. Un taller no es una clase; nadie puede enseñar ni aprender a escribir, pero sí se puede orientar, revisar, compartir y corregir lo escrito. Un poeta deber ser ante todo lector, sólo así puede encontrar su voz.
Rafael Ríos, Telar,
Instituto de Cultura de Morelos,
México, 2010.
Alfredo Cabildo, Talismanes,
Instituto de Cultura de Morelos,
México, 2010.
Del taller literario del maestro Alfonso D’Aquino surgen dos jóvenes poetas que, ante todo, son lectores de poesía: Rafael Ríos y Alfredo Cabildo. Conducirlos en la búsqueda y el hallazgo de sus voces mediante el ejercicio de la escritura ha sido un acierto aplaudible de D’Aquino.
Rafael Ríos y Alfredo Cabildo ahora han dado a conocer una selección de sus trabajos bajo el auspicio del Instituto de Cultura de Morelos, como parte de la colección “La Hojaza”.
En Telar, el poemario de Rafael Ríos, es notable la economía de recursos y el empleo de la sinestesia. El telar de palabras y colores conduce al lector a un proceso de asimilación en el que se observan de modo original las influencias —nunca imitaciones— de las composiciones breves, a la manera de haikús, de José Juan Tablada, o bien de las jitanjáforas o composiciones breves de don Alfonso Reyes.
Rafael Ríos se muestra como un joven poeta que ha sabido asimilar y recrear, a partir de considerables lecturas, ciertas formas métricas y propuestas estéticas. Las secciones de su poemario oscilan entre la imagen bien elaborada y la transposición de colores e imágenes recurrentes, como el hilo opaco a la vez que cristalino que teje la araña. Insectos como las mariposas nocturnas, las tijerillas, la catarina, el escarabajo o la libélula se convierten en animales-objeto que se contemplan y poetizan:
En la colmena
paciente geometría
todo lo ordena.
Crisálida
Cápsula donde la oruga incuba
el sueño de unas alas.
La propuesta de Ríos consiste en tejer un discurso donde los objetos cotidianos son poética. El lenguaje del diario atraviesa las construcciones lingúisticas del autor para formar un telar de sensaciones, colores y palabras.
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Talismanes, de Alfredo Cabildo, indaga en la arquitectura abstracta de las constelaciones, mezcla de elementos disímbolos en una antítesis de armonías. Por este poemario desfilan “sueños abiertos”, “jardines de oro”, “piedras iluminadas”, “mundos ausentes” o “vagabundos de la suerte”.
El contenido de este poemario se antoja como una especie de gurú literario, un cúmulo de palabras que forman imágenes y destinos poéticos a los que el lector llega. Los poemas de Alfredo Cabildo son talismanes abiertos; en ellos se describen espacios oníricos. El poeta trabaja con gran acierto el cromatismo, la imagen y la antítesis de los universos de la suerte. También concibe la fusión de elementos cotidianos y astrales como una comunión. Nutre así el espacio de los versos, que sugieren ensueños, amores y algunos paisajes eróticos en plena constelación.
Cada página del libro de Cabildo resulta un recorrido astral por una sinuosidad de significados y significantes. La suma de páginas establece un espacio en el que las imágenes construyen la carta de los destinos, las vidas, la poesía, como en su poema “Piscis”, uno de los más logrados:
Nadas en el profundo enigma
con el cuerpo herido de recuerdos
tu oído se ha ausentado del mundo
y en este vacío
sólo escuchas tu sangre
buscas la perla que lamen los días
y surges de la red de espejos
con la piedra pintada por manos
muertas.