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El desastre nuclear de Fukushima y la Estrategia Nacional de Energía
Este País | Elizabeth Mar Juárez | Nicolás Domínguez Vergara | Clemente Juárez Soto | Anwar Gerardo Moreno Salcedo | 01.07.2011 | 0 Comentarios

Los grandes riesgos asociados con la generación eléctrica proveniente de energía nuclear parecen bastar para vetarla en definitiva. Sin embargo, una serie de consideraciones menos evidentes pero que no deben pasarse por alto recomiendan un análisis puntual, detenido y, hasta donde cabe, ecuánime del tema.

©istockphoto.com/arin arici

La energía nuclear y sus catástrofes

El viernes 11 de marzo de 2011, el mundo se estremeció con las imágenes de destrucción que nos llegaron desde Japón después del terremoto de 8.9 grados en la escala de Richter y del enorme Tsunami que éste provocó. El desastre continuó al inundarse la planta nuclear de Fukushima Daiichi, lo que ocasionó explosiones debidas a fallas en los sistemas de enfriamiento de tres de los seis reactores. A pesar de los esfuerzos hechos por las autoridades y los responsables de la planta, la percepción generalizada es que las acciones para controlar la situación no fueron suficientes pues la fuga de radiación y de materiales radiactivos al medio ambiente fue significativa.

Desafortunadamente, los detalles de esta crisis y sus últimas consecuencias no los conoceremos por mucho tiempo. Esto no es nuevo: uno de los principales obstáculos para la definición de estrategias de reacción ante incidentes y accidentes en plantas nucleares en el mundo ha sido el ocultamiento y la tergiversación de la información durante las emergencias o después de ellas. Esta manipulación informativa ha provenido tanto de los operadores de las plantas nucleares como de los gobiernos y medios de comunicación de los países en los que han tenido lugar los hechos.

Como ejemplo tenemos lo ocurrido en 1979 en la Isla de Three Mile, en Pennsylvania, Estados Unidos, donde se dio una combinación de errores del personal, deficiencias de diseño y fallas de los componentes que llevaron al meltdown (fundición del núcleo) parcial del reactor nuclear y a la liberación de gases radiactivos. La empresa dueña de la planta nuclear no informó a tiempo de la severidad del accidente a las autoridades. Otro caso importante es, por supuesto, el de Chernobyl en 1986. El gobierno soviético no dio a conocer la magnitud del desastre ocasionado por el sobrecalentamiento del reactor, y la consecuente explosión y destrucción de su contenedor, sino hasta que una gran cantidad de material radiactivo había ya escapado a la atmósfera y alcanzado otros países.

Ahora, en Japón, la sociedad externó reiteradamente su preocupación por el supuesto ocultamiento de información por parte de la Compañía Eléctrica de Tokio respecto de los problemas que surgieron en las unidades nucleares de Fukushima.

La realidad es que las catástrofes nucleares son muy difíciles de controlar y los resultados de las medidas tomadas para aliviar las emergencias no se observan inmediatamente. ¿Es la empresa la única responsable de esta falta de información? Uno esperaría que ante este tipo de emergencias, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), dependiente de las Naciones Unidas, asumiera un rol más activo y asertivo. Es cierto que en el sitio de internet de la oiea1 se encuentra la crónica diaria de lo sucedido en Fukushima para quien lo quiera consultar (sólo en inglés, por supuesto), pero recalquemos lo escueto de la información y su falta de distribución, en contraste con el bombardeo “informativo” de los medios de comunicación, un caso típico de asimetría de la información.

Lo sucedido en la planta nuclear de Fukushima era poco probable, pero ocurrió. En el mundo existen casos de éxito respecto al uso de energía nuclear: Francia, Suecia y Alemania. Japón era un caso relativamente exitoso hasta 2011. ¿Abandonará Japón la generación eléctrica nuclear en los próximos años? La respuesta es no. La ruta energética seguida por esa nación se basa en la premisa de un abasto suficiente, relativamente seguro y confiable de energía al menor costo posible, minimizando la dependencia respecto a fuentes extranjeras, y la energía nuclear satisface esta premisa, al menos para el tiempo previsible.

Desafortunadamente, un hecho evidente es que cada vez que la era atómica está por aparecer en el horizonte con bombo y platillo, sucede un aparatoso accidente nuclear. Las lecciones son las mismas que en otras ocasiones. Fukushima nos recuerda con contundencia que debe mejorarse la cultura de higiene y seguridad en el trabajo mediante planes de mantenimiento estrictos, y que deben suponerse escenarios catastróficos a fin de desarrollar planes de contingencia y de evacuación.

Las opciones energéticas existentes

Existen accidentes catastróficos y preocupantes con pérdida de vidas humanas y daños medioambientales serios en otras áreas del sector energético. Dos ejemplos recientes: en primer lugar, la explosión y destrucción de la plataforma petrolera Deepwater Horizon y el consecuente derrame petrolero del pozo Macondo en el Golfo de México; en segundo lugar, la explosión de un ducto de pemex en San Martín Texmelucan, Puebla. Estos hechos cobraron vidas humanas, causaron daños materiales y tuvieron efectos medioambientales.

Lo cierto es que todas las fuentes de energía tienen ventajas y desventajas. Las fuentes de energía renovable no son la panacea que todos deseamos y necesitamos o que los medios de comunicación y los políticos nos aseguran que son. El viento, las mareas y el sol son intermitentes, por lo que es necesario tener fuentes de energía de respaldo. Una solución es sustituir la generación de electricidad a escala regional e incluso local con fuentes alternas de energía disponibles. Pero, ¿están dispuestos los usuarios a carecer de electricidad cuando no haya viento ni sol ni agua? Las comunidades, ¿estarían dispuestas a desviar cuerpos de agua para la construcción de presas mini o microhidráulicas?

En cuestión de riesgos, la opción es clara. ¿Cuál sería el peor accidente imaginable en una granja eólica? ¿Y en el caso de la energía solar? Es evidente que los riesgos en el uso de cada fuente de energía son muy diferentes, así como lo son los costos de inversión y operación y el tiempo de construcción para cada una de ellas.

Las fuentes de energía fósil (gas natural, carbón y derivados del petróleo) son de las más confiables para una generación pronta y de bajo costo, y algunas se pueden construir en poco tiempo. Las desventajas son que no son inmunes a los accidentes; su consumo contamina el medio ambiente —con consecuencias globales ya reconocidas que podrían desencadenar crisis como el cambio climático—, y utilizan recursos no renovables de la naturaleza.

Fukushima está generando una amplia resistencia al uso de la energía nuclear para la generación de electricidad. En este sentido Alemania, a los pocos días del evento, anunció que suspendería la expansión de su sistema basado en energía nuclear, para posteriormente anunciar su paulatino desmantelamiento. A nivel mundial, se verá una proliferación de incentivos para el desarrollo de las energías renovables “seguras” y “sustentables”, tendencia que ya se había observado ante la crisis del cambio climático. Por lo mismo, habrá enormes esfuerzos para aumentar la eficiencia energética en el sector doméstico, y se impulsará la conservación de la energía. En contraparte, la estrategia de la industria nuclear será mostrar las bondades de los nuevos diseños de reactores y demostrar que son mucho más seguros que los de Fukushima.

Japón requerirá construir plantas de generación de electricidad basadas en el consumo de gas natural, derivados de petróleo o carbón en el corto plazo para subsanar la pérdida de capacidad de generación, pero no abandonará su ruta energética basada en la energía nuclear.

Gran parte del problema de la industria nuclear son los reactores que ya han llegado o pronto llegarán al fin de su vida útil, pero que siguen operando. En este sentido, el sistema mediante el cual se regula esta industria requiere un ajuste y, por supuesto, más transparencia. Lo que es claro es que la oiea debe tener un rol más activo.

Quienes compartimos la responsabilidad presente y futura de encontrar un equilibrio entre energía, desarrollo y medio ambiente, tenemos que dar su dimensión exacta a cada una de las ventajas y desventajas que presenta la energía nuclear. Es posible afirmar que a pesar de los riesgos que conlleva, a pesar de los residuos radiactivos, la energía nuclear es una opción para México. Sin embargo, es importante promover mecanismos que ofrezcan un espectro de seguridad más amplio que el que existe actualmente.

Si parte de la solución está en la energía nuclear, la Estrategia Nacional de Energía debería modificarse para incluir explícitamente la creación de mapas de riesgos para el sector energético, y la elaboración y actualización de planes de emergencia, contingencia y evacuación a gran escala de las regiones vulnerables en caso de catástrofes.

Sería adecuado hacer una revisión minuciosa de la seguridad de la planta nuclear de Laguna Verde. Verificar que existan planes documentados para la prevención de catástrofes y anticipar y estudiar los peores escenarios posibles: por ejemplo, cómo impactaría un desastre en los alrededores de la planta, cuáles son los planes de contingencia, si se han hecho simulacros adecuados y si las autoridades civiles y militares conocen estos planes.

La Estrategia Nacional de Energía

De acuerdo con el documento de la Estrategia Nacional de Energía,2 el Sistema Eléctrico Nacional tenía en 2009 un margen de reserva (diferencia entre la capacidad de generación de electricidad y el consumo de electricidad) de 47.3% y un margen de reserva operativo de 20.3%. En México, la mayor parte de la electricidad se genera usando gas natural y derivados petrolíferos; la generación nucleoeléctrica proporciona el 4.5 por ciento.

Asimismo, la Estrategia propone alcanzar en 2024 una generación limpia de electricidad de 35% del total producido. Pensar que las energías renovables puedan tener un papel importante en esta tarea es confiar en avances tecnológicos que deberían suceder más rápidamente de lo esperado a nivel mundial.
México necesita desarrollarse y no hay desarrollo sin energía segura y accesible, pero es claro que algunas opciones tecnológicas pueden ser preferibles a otras. Desafortunadamente, la Estrategia Nacional de Energía es vaga respecto a la pertinencia de las diversas fuentes energéticas disponibles a nivel mundial. No plantea escenarios posibles de producción de energía basadas en fuentes energéticas alternativas. Es decir, México sólo tiene una ruta energética en estos momentos.

Desde el punto de vista tecnológico, el sector energético mundial innova constantemente en busca de una mayor competitividad. Como es sabido, no todos los países tienen el know-how para el desarrollo tecnológico, ni el acceso a algunas de las tecnologías más sofisticadas. El desarrollo de fuentes energéticas diversas supone curvas de aprendizaje específicas y tiene costos implícitos elevados. Por tanto, la Estrategia Nacional de Energía debe tener en cuenta una evaluación adecuada de las opciones tecnológicas y una propuesta en términos del desarrollo y la obtención de tecnologías.

La Estrategia Nacional de Energía puede convertirse así en una herramienta económica para la generación de oportunidades de inversión y participación tanto del sector empresarial como del académico.

¿Se encuentra la energía nuclear en el futuro energético de México?

Hasta hace unos años, la estrategia energética de México se centraba sólo en garantizar el abasto de energía de manera segura, confiable y suficiente. Ahora se deben considerar asuntos que van desde la seguridad nacional hasta el cambio climático. El accidente devastador que ocurrió en Japón sólo pone de relieve ciertos problemas y trae a primer plano una pregunta fundamental: ¿hay un futuro para la energía nuclear en México? Cuando se hace la pregunta tan vagamente, la respuesta obvia es sí. Sin embargo, la pregunta debe considerar los desafíos energéticos a largo plazo y la decisión de permitir la construcción de nuevas centrales nucleares en México.

Y esto demuestra que existe una enorme brecha entre la sociedad y la información que la comunidad científica debiera proporcionar. No hay duda de que el desarrollo tecnológico nuclear continuará y, por supuesto, se buscarán sistemas más seguros. En el horizonte se encuentran los reactores nucleares de fisión de cuarta generación, pero como todo adelanto en tecnología, será hasta que se encuentren en operación cuando se identifiquen desventajas operativas y riesgos para la sociedad.

Los científicos nucleares y la industria nuclear en general han criticado mucho las preocupaciones de la sociedad sobre la exposición a la radiación y la seguridad de las centrales nucleares, pero debemos partir del hecho de que la sociedad no es irracional. Los desastres nucleares de la isla Three Mile, Chernobyl y ahora Fukushima generan suficientes argumentos para poner en duda el uso de la energía nuclear. Cuando se habla de energía nuclear, incluso al interior de la comunidad científica se llega a conclusiones divergentes y hasta contradictorias. Esto da lugar a que la sociedad cuestione el uso de energía nuclear por razones de seguridad y daños a la salud por la radiación.

¿Qué información tiene la sociedad mexicana para tomar una decisión sobre la energía nuclear? Muy poca. Lo que tenemos es un esbozo de estrategia energética que se centra en dos objetivos: luchar contra el cambio climático y garantizar la seguridad energética, y que propone de manera básica tres líneas de acción: (1) ahorro de energía; (2) desarrollo de fuentes de energía más limpia, donde se asocia la generación eléctrica con energía nuclear, y (3) suministro confiable de energía reduciendo importaciones.

Esto es claramente insuficiente en la actualidad. Quedan muchas preguntas por resolver y esperamos que, a diferencia de otros tiempos, la sociedad mexicana sea quien tome las decisiones sobre su futuro energético, y no que quede como un espectador de las decisiones de los grupos legislativos y ejecutivos. Para ello, deberá tomar en cuenta:

  • La obsolescencia del sistema eléctrico nacional y las opciones para reemplazarlo;
  • El cambio climático, vinculado a las emisiones de dióxido de carbono que provienen de fuentes de energía basadas en combustibles fósiles;
  • Los suministros domésticos de combustibles fósiles y los niveles de importaciones de gasolina, diésel y gas natural;
  • El consumo energético que cada mexicano requerirá para mantener un nivel de vida digno, y su disposición a hacer ciertos “sacrificios” en pos de un futuro diferente.

La respuesta a estos retos debería señalar el camino a seguir en el mediano y largo plazos. La energía es imprescindible para el uso de computadoras, el internet y teléfonos celulares; para cocinar e iluminar nuestros hogares; para que nuestra industria produzca; para el transporte de personas y mercancías. Sin un suministro seguro y suficiente de energía, nuestra sociedad como la conocemos no sería capaz de funcionar. ¿Podemos obviar o postergar el uso de una fuente energética como la nuclear? Quisiéramos encontrar la respuesta en la Estrategia Nacional de Energía. Desafortunadamente, por ahora no es posible.

1 http://www.iaea.org/
2 http://www.sener.gob.mx/res/1646/EstrategiaNacionaldeEnergiaRatificadaporelHCongresodelaUnion.pdf

_______________
ELIZABETH MAR JUÁREZ y CLEMENTE JUÁREZ SOTO son consultores de Planeación Energética. NICOLÁS DOMÍNGUEZ VERGARA y ANWAR GERARDO MORENO SALCEDO laboran en el Departamento de Sistemas de la Universidad Autónoma Metropolitana.

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