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El retrato vivo
Blog | Optográfica | Helena Okón | 28.04.2011 | 1 Comentario

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Cuando niña, la ritual visita dominguera a casa de mi abuela se caracterizaba por ser aburrida, especialmente porque era la primer nieta sin primos con quién jugar, inaugural intromisión de niñez en la familia. Mientras los adultos acompañaban la comida con chisme, yo me sumía en el tedio y trataba de entretenerme con lo que podía. Uno de mis pasatiempos incluía recorrer las decenas de fotografías que mi abuela tenía colgadas en las paredes y retacadas en los libreros y estanterías. Bodas, graduaciones, bautizos, quince años y primeras comuniones, retrataban las generaciones pasadas y ofrecían historias infinitas que inventar. Al cúmulo de rostros se agregaban otros trozos de memoria, zapatos infantiles, medallas ganadas y otros objetos que parecían más ofrendas que recuerdos. Pero había un retrato en particular que se destacaba entre los otros porque sus orejas se podían tocar y sus ropajes se podían desempolvar, mientras su bigote protuberaba incitando al tacto. Cierto vendedor ambulante ofreció alguna vez a mi abuela transformar uno de sus retratos en una “fotoescultura”, un retrato tridimensional. Así fue como terminó un ejemplar de este hoy ya perdido y poco reconocido arte, sobreviviendo en la sala familiar.

IMAGEN. El retrato vivo. fotesculturas
Fenómeno al parecer exclusivamente mexicano, la tradición de la fotoescultura surgió entre los años treinta y cincuenta. Se vendían gracias a los esfuerzos de vendedores de puerta en puerta que tomaban los pedidos, y llegó a ser un muy buen negocio. Consistía en producir en madera una combinación de fotografía, escultura, collage y pintura que creaba un retrato tridimensional. El equipo fotoescultor tomaba la imagen original de una fotografía, y labraba los rasgos en madera, pintaba y retocaba hasta que el rostro recobrara una nueva vida táctil. Cada fotoescultura se producía en serie, con un artesano dedicado a un aspecto en particular, el tallador daba forma al rostro, el pintor y colorista pintaban la madera, el ropista detallaba las vestimentas, el trazador de cabello agregaba los detalles más finos, y los adornadores añadían joyería. Uno podía agregar detalles que no existían en la imagen original, como sombreros, joyas, y demás accesorios.

En tiempos recientes, cuando la imagen digital permea casi por completo nuestras vidas, el reconocimiento por un pasado donde la imagen todavía se podía tocar cobra importancia. Si bien la fotografía es un medio plano, bidimensional, virtual incluso, a veces resulta inevitable considerarla más objeto, artefacto, que imagen. La fotoescultura es perfecto ejemplo de esto, pues transformaba la imagen hasta que dejaba de ser rasa, pero tampoco la volvía escultura tridimensional del todo. Más bien se construía un punto medio que daba relieve a las formas, sin por eso convertirlas en busto escultórico. Esta idea de la fotografía como espacio que transita entre el ser plano y artefacto surge del uso que se le da a la fotografía, y no de su ser imagen. La antigua práctica del retrato guardado en un medallón evoca la experiencia táctil del recuerdo; abrir el medallón para contemplar el rostro funge como una máquina de recuerdos similar a la magdalena de Proust. Una carta de visita maltratada evoca el intercambio entre manos y la incomodidad de los primero encuentros. Estos ejemplos revelan cómo la acción humana transforma a la plana fotografía en artefacto, superando su naturaleza básica de imagen. La tradición de la fotoescultura tomó este gesto de convertir lo bidimensional en artefacto y lo transformó en algo literal, táctil, produciendo artefactos surgidos del gesto memorioso. Ejemplo de ello es que muchas familias mandaban hacer fotoesculturas para conmemorar fechas importantes. Incluso en la frontera con Estados Unidos, donde se extendió la práctica, durante la Segunda Guerra Mundial familias migrantes mexicanas mandaban hacer fotesculturas para conmemorar a familiares perdidos en la guerra. Las fotoesculturas son pues retrato, pero también son sitio y altar de rememoración, pues convierten al retrato en retrato vivo.

Una respuesta para “El retrato vivo”
  1. ThreeDee-You dice:

    Y ahora vuelve la fotoescultura de la mano de la más moderna tecnología 3d:

    ThreeDee-You
    Foto-Escultura

    C/ Fuencarral, 65
    28004 Madrid
    España

    Teléfono: +34 915 218 440
    E-mail: [email protected]
    Web: http://www.3d-u.com

    Lunes – Sábado : 10:00 – 21:00
    Domingos y festivos: 12:00 – 21:00

    Metro: Tribunal, Chueca, Gran Vía
    Aparcamiento: Barceló

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