Sin la velocidad que se requiere en épocas de tormenta, y luego de poner en riesgo la estabilidad de la moneda única y de la misma Unión, Europa ha tomado finalmente decisiones correctas: después de haberla humillado a un costo enorme para su población, ahora ayuda a Grecia a resolver sus problemas crediticios que, entendió, eran de todos.
En la reciente cumbre de Bruselas también se aprobó una reforma que permitirá a Europa contar con mayor disciplina fiscal.
Tales decisiones tuvieron sus costos: Gran Bretaña consideró inaceptables los términos del acuerdo fiscal y ejerció un poder de veto que por lo demás no evitó que los restantes 26 miembros de la Unión Europea tomaran su decisión. Gran Bretaña quedó aislada.
En un extraordinario ensayo publicado por Este País, “Sobre decencia, desigualdades y consenso social demócrata”, Rodolfo Vázquez reflexiona sobre la persistente ideología que considera a los mercados como capaces de autorregulación: “El problema reside en seguir considerando a la institución del mercado como algo bueno per se, algo que por su propio dinamismo, en la medida en que se minimicen los factores de distorsión, producirá las bondades requeridas por cualquier sociedad medianamente decente. Éste es el optimismo delirante del economista clásico, que se encuentra a medio camino entre la ingenuidad y la franca insensatez”.
Es precisamente contra dicha creencia que el acuerdo europeo avanza. Para Nicolás Sarkozy la actitud británica respecto del acuerdo de Bruselas establece dos Europas: «La una quiere más solidaridad entre sus miembros y regulación. La otra se limita sólo a la lógica del mercado único”.
La necesidad de una mayor regulación no es gratuita. La crisis económica mundial, cuyas secuelas aún vivimos, tuvo su origen en una desregulación excesiva de los mercados financieros que contaminaron el sistema con los denominados créditos subprime de alto riesgo. (Al respecto, Este País publicó en el 2009 Los orígenes de la crisis, artículo de Pedro Aspe que explica cada uno de los eslabones de la serie de malas decisiones que condujo a la debacle.)
A diferencia de Grecia, que ocultó el tamaño de su deuda para poder integrarse al Euro –no sin ayuda, se ha dicho, de entidades financieras como Goldman Sachs–, la crisis de España tiene su origen directo en la debacle inmobiliaria norteamericana de 2008. Antes de ella contaba con un superávit presupuestario y un historial fiscal impecable.
Entonces, ¿por qué tiene España (…) tantos problemas? La respuesta nos la brinda Paul Krugman en un artículo publicado en septiembre pasado en el periódico español El País:
Los inversores, por la razón que sea, tienen miedo de que un país no sea capaz de pagar sus deudas. Esto hace que no estén dispuestos a comprar los bonos del país o, al menos, no salvo que se les ofrezca un tipo de interés muy alto. Y el hecho de que el país deba refinanciar su deuda a tipos de interés altos empeora sus perspectivas fiscales, lo que hace el impago más probable, de modo que la crisis de confianza se convierte en una profecía que acaba cumpliéndose. Ahora bien, un país con su propia moneda, como Reino Unido, puede eludir este proceso: si es necesario, el Banco de Inglaterra puede intervenir para comprar deuda gubernamental con dinero recién creado. España e Italia, sin embargo, han adoptado el euro y ya no tienen sus propias monedas. Lo que el Banco Central Europeo debería estar haciendo es comprar deuda española e italiana; es decir, hacer lo que estos países estarían haciendo por sí mismos si todavía tuviesen sus propias monedas.
Los acuerdos tomados en Bruselas establecen, entre otras cuestiones, la creación del fondo de rescate para estos casos: la entrada en vigor del mecanismo permanente de rescate se adelanta a julio de 2012, se revisa la dotación máxima de 500 mil millones de euros y se aportan 200 mil millones al Fondo Monetario Internacional (FMI) para que colabore en el combate de la crisis. Se trabaja asimismo en un mecanismo de seguro que pueda avalar deuda de países con problemas de colocación de sus bonos en el mercado de capitales.