Aunque Coneval dice que el aumento en el presupuesto del programa se ha dado “sin sustento”, una nueva investigación sobre los impactos de Oportunidades ofrece más evidencia de los beneficios del famoso programa. Muchos reportes previos ya habían demostrado que Oportunidades, anteriormente llamado Progresa, puede tener un fuerte impacto inmediato en la vida de los jóvenes inscritos, pero debido a la corta vida del programa (empezó durante la administración de Zedillo), no hubo mucho estudio de los efectos a largo plazo.
La nueva investigación, llamada “Do Conditional Cash Transfers for Schooling Generate Lasting Benefits?”, de Jere R. Behrman, Susan W. Parker, y Petra E. Todd, economistas de la Universidad de Pennsylvania en caso de Behrman y Todd, y del CIDE en caso de Parker, mide los resultados para los inscritos en el programa cinco años y medio después de que salgan, en cuanto a la educación y la vida laboral de los niños y niñas anteriormente inscritos.
Los resultados arrojados por el estudio son bastante positivos. Los inscritos se dividen en varias categorías, según el tiempo que estuvieron en el programa (un año y medio o cinco años) y la trayectoria académica que ya llevaron al inscribirse. En casi todos los casos, los jóvenes que pasaron por Oportunidades pasan más años en la escuela, y es menos probable que acaben trabajando en la agricultura, cosa que los autores interpretan como signo de una mejoría en la calidad de vida.
Lo fuerte de la relación varía entre categorías distintas, y no son cien por ciento significativas. (Por ejemplo, estar en Oportunidades no demuestra el mismo beneficio para un grupo de niñas que entraron al programa con menos que tres años de escuela en 1997.) Pero en el estudio más comprensivo de Oportunidades, los impactos son contundentemente positivos.
Los autores también ofrecen un análisis de costo-beneficio, para ver si los beneficios superan el precio de Oportunidades. Aquí también los autores están bastante positivos, escribiendo que “los beneficios del programa son muchas veces más grandes que los costos en casi toda circunstancia…” Y eso es sin tomar en cuenta los beneficios sociales de tener jóvenes más sanos y con mayor nivel de educación, que recae en el sistema de seguro social y hasta la seguridad pública.
Lo que no queda claro es si los niños de Oportunidades tendrán ventajas a lo largo de su vida profesional, es decir, las ventajas que se les da a los inscritos perduran por plazos más largos. Otra manera de ver el asunto es si los inscritos disfrutan unos años más productivos, o si realmente marca un cambio en la ruta de sus vida. Esos datos nos darán una mayor idea sobre las posibilidades y los limites de Oportunidades. Eso se sabrá hasta unas décadas más.
Pero hay mucha causa por optimismo respecto a este programa. Una de las grandes observaciones sobre la ayuda social de William Easterly, uno de los economistas que más critica la asistencia anti-pobreza, es que todos somos criaturas de incentivos. Hacemos las elecciones que hacemos, tomamos las decisiones que tomamos, por el incentivo que percibimos. En el ejemplo más sencillo, trabajamos para tener el pago cada quincena. Evitamos pleitos porque nos disgusta recibir trancazos.
En cambio, las políticas públicas que ignoran o distorsionan los incentivos típicamente fracasan. Para los países pobres, la asistencia proporcionada por el simple hecho de ser pobre distorsiona los incentivos, porque premia la misma pobreza que busca erradicar. Además, suele generar intereses fácticos que dependen de la ayuda internacional continua –es decir, la pobreza– les beneficia: los gobiernos corruptos, los ONG, etcétera. Así que no es solamente que fracasan en sus pretensiones de ayudar a los pobres, pero muchos programas generan otros impactos perniciosos más allá que el fracaso, que imponen nuevas barreras para la prosperidad.
Lo que me gusta de Oportunidades es que no tuerce los incentivos que llevan a la gente hacia el éxito. Premia la educación y la salud, cosas que a nivel personal son fundamentales para la prosperidad. Oportunidades es una sola herramienta en la lucha contra pobreza, y por más bueno que sea, no sustituye una economía robusta. Sin embargo, todo parece indicar que es de los programas más eficaces que se han implementado.