A casi tres años de la quiebra de Lehman Brothers, el mundo sigue sufriendo los efectos de la crisis que estalló. Si bien las intervenciones de los gobiernos mundiales detuvieron el fenómeno que pudo haber llegado a ser una nueva Gran Depresión, la recuperación en los países desarrollados ha sido bastante débil, como bien demuestra la nula creación de trabajos en el reporte de empleo de EU publicado el viernes pasado.
En las semanas próximas, habrá dos oportunidades importantes para recanalizar las políticas de Estados Unidos: el discurso este jueves del Presidente Obama, en el cual propondrá un nuevo plan de empleos, y la junta de septiembre del banco central de Estados Unidos, donde se rumora que habrá una nueva inyección de liquidez en el mercado.
Ante este contexto, se me hace conveniente compartir dos recientes críticas sobre las respuestas del gobierno de aquel país.
La primera viene de David Leonhardt, en The New York Times, y se trata de lo cerrado que es el debate sobre las políticas del banco central de EU, o el Fed. Esta dependencia tiene dos objetivos, entre los cuales siempre hay una cierta tensión: controlar la inflación e impulsar el empleo. A lo largo de la crisis, los que toman las decisiones –primeramente Ben Bernanke, pero también los jefes regionales y los demás miembros de la mesa directiva– se han mostrado mucho más preocupados por el primero, a pesar del pobre crecimiento y los niveles altísimos de desempleo en Estados Unidos.
Si bien hay un debate dentro del Fed, dice Leonhardt, se trata de los que creen que el banco ya hizo demasiado y ya hay que pensar en subir las tasas las de interés por un lado, y, por el otro, los que quieren dejar las tasas como están y seguir haciendo lo mismo. Dentro de la dependencia, son muy pocos los que creen que, debido al pobre estado de la economía, nuevos esfuerzos ya se necesitan. Los dos lados están de acuerdo en que no tiene sentido implementar políticas mucho más agresivas.
El problema es que hay una gran cantidad de economistas reconocidos, incluyendo Paul Krugman, ganador de un Premio Nobel, que dicen que el Fed no está haciendo suficiente. Si bien las tasas de interés actuales están muy bajas, hay otras herramientas con las cuales puede el Fed dar un impulso a la economía y al empleo. Y las opiniones de este grupo, si bien pesan en los medios, no tienen mucho lugar dentro de la agencia con más capacidad de ponerlas en práctica.
Se trata, pues, de un debate desbalanceado, en uno de los temas más importantes del momento. La nueva inyección de liquidez en el mercado que se pronostica agradará el grupo de Krugman, pero no cabe duda de que este grupo no ha tenido suficiente voz en la dependencia económica más importante del país.
La segunda crítica viene de Tyler Cowen, cuyo libro tratamos en este espacio hace unas semanas, sobre el enfoque del programa contracíclico que aprobó Obama en los primeros momentos de su administración.
“Por todo los comentarios de un ‘estímulo grande’, no se escucha mucho sobre en ‘estimulo largo’.
El problema con el estímulo “muy pequeña” es que da un empujón económico al principio, pero cuando se vence el estímulo, la economía vuelve a frenar, como pasó a mediados de 2011. Lo ideal es que un estímulo puede emplear mano de obra desocupada, detiene su depreciación, y les da a ellos una mano hasta que puedan buscar trabajo en condiciones económicas fundamentalmente mejores.”
Como dice Cowen, si los programas del estímulo se acaban antes de que se mejore la economía, el gasto habrá sido inútil. Los que se emplearon gracias al gasto público regresan a las filas de los desempleados, sin mayores posibilidades de encontrar un trabajo por su cuenta. Además, las recesiones de desapalancamiento, como esta y como la Gran Depresión, son bastante complicadas, y suelen durar mucho tiempo. Cabe recordar que la Gran Depresión se acabó gracias a la Segunda Guerra Mundial, la cual fue efectivamente el mayor estímulo fiscal en la historia del mundo.
Hoy en día, la posibilidad de otra guerra mundial es bastante pequeña, cosa que todos deberíamos festejar. Sin embargo, los gobiernos del mundo desarrollado no han encontrado una solución alternativa. Obama la busca en su discurso del jueves, pero las posibilidades de que los republicanos en la Cámara de Diputados aprueben un plan importante justo antes del arranque del proceso de 2012 son muy pocas. La crítica de Cowen, pues, se trata de una lección para la próxima crisis.