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Valores y cohesión comunitaria
Este País | Suhayla Bazbaz | Eduardo Bohórquez | Roberto Castellanos | 07.09.2011 | 1 Comentario

En esta sexta entrega de la ENVUD,* los autores identifican una serie de ámbitos en los que nuestra sociedad muestra un mayor potencial para la cohesión y, por ende, para un desarrollo verdaderamente colectivo en el que cada individuo alcance su estatura máxima.

¡Hechos! ¡Fábulas! ¿Con qué compararlas?
Quizá no tengamos un modelo,
una metáfora o un mito para hacerlo.
Tal vez ya sea tiempo de construir nuevos símbolos, nuevos mitos.

Oliver Sacks, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero.

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La historia se repite una y otra vez. En cada nuevo estudio, en cada nueva encuesta, en cada nuevo análisis. Los resultados nos reiteran que no somos lo que deberíamos ser, que estamos atrapados en nosotros mismos, que aún estamos distantes del desarrollo que anhelamos. La narrativa recurrente nos dice que son los comportamientos, actitudes y creencias de los mexicanos los que, teniendo el potencial para alcanzar el desarrollo nacional, nos impiden lograr los sueños individuales y colectivos de un país con bienestar y progreso. Con sus matices y énfasis, esta historia sugiere que a la herencia histórica, la riqueza natural, la juventud y la capacidad creativa se le oponen el individualismo, la falta de respeto a la ley, la desconfianza, la violencia.

Pero también hay otra historia que contar y sobre todo otra historia que contarnos con los mismos datos, estudios, análisis. Una historia que complemente el énfasis clínico de las ciencias sociales, basado en identificar y medir las carencias y deficiencias, con la lógica terapéutica que no se conforma con el statu quo, pero que inicia su análisis desde —y para— la aceptación. Se trata de mirarnos como somos y no sólo en función de lo que deberíamos ser.

Al revisar los resultados de la Encuesta Nacional de Valores (ENVUD), hemos buscado respetar sus objetivos y metodología, sin perder de vista que ésta, como otras encuestas de valores, creencias y actitudes, se ha construido en parte a través de tipos ideales o axiológicos de las sociedades democráticas occidentales. Para este tipo de encuestas hay un “mexicano ideal” que debería participar más en las urnas, en su comunidad, ser más respetuoso de la ley, más exigente con sus autoridades. En otros términos, las encuestas de valores ilustran la brecha entre el mexicano que queremos ser y los mexicanos que somos. El análisis que intentamos realizar toma en cuenta la información que proporciona este tipo de encuestas pero no se conforma con establecer brechas entre lo normativo y lo descriptivo: también buscamos identificar el potencial que hay en ser como somos.

Una lectura de la ENVUD desde la lógica de la aceptación supone comprender que los mexicanos somos, en términos generales, católicos que tenemos dudas frente al aborto; jóvenes que ambicionan un ingreso y un empleo para ellos y que también creen en la igualdad y la justicia; una sociedad con numerosas familias que han dejado de ser tradicionales; individuos que estamos a favor del comercio exterior pero con ambivalencia frente a la competencia en la economía. ¿Contradictorios? Quizá no. Se trata de personas con valores y comportamientos derivados de procesos históricos y condiciones presentes que es preciso reconocer y aceptar para incorporar en las estrategias de desarrollo sin negar la pluralidad, ni homogeneizar al país en un solo tipo ideal de sociedad o de mexicano.

¿Por qué el enfoque de cohesión comunitaria es útil para interpretar los resultados de la ENVUD?

La cohesión comunitaria es un proceso a través del cual las sociedades garantizan que todas y todos alcancen su máximo potencial. Dicho proceso es multifactorial y está relacionado con ocho dimensiones.1 A partir de cada una de estas dimensiones, identificamos dos tipos de elementos que contribuyen al proceso de cohesión comunitaria: las expresiones que caracterizan a las personas (o grupos) y las expresiones que caracterizan al entorno (o contexto).

El equipo de investigación no asumió que esas expresiones son positivas o negativas o que constituyen un “nuevo tipo ideal” para determinar los niveles de cohesión comunitaria en la sociedad mexicana. Los resultados de la ENVUD nos permitieron identificar ocho expresiones vinculadas con cada una de las dimensiones de la cohesión comunitaria en México. Al utilizar este enfoque, la sociedad mexicana deja de ser deficitaria, para mostrarse como un equilibrio imperfecto entre las ocho dimensiones, con amplio potencial para mejorar. En las páginas siguientes se presentan los resultados de este análisis para cada una de las dimensiones/expresiones consideradas. En conjunto estas narrativas constituyen una nueva historia sobre nosotros mismos.

De la política a lo público: la participación ciudadana en la comunidad

Un elemento central del proceso de cohesión comunitaria es la participación activa en asuntos públicos. En México, hoy se reconoce una pluralidad de agendas e instrumentos nuevos que facilitan la participación individual o colectiva en esas agendas. La pluralidad o multiplicidad de medios de participación ha transformado la manera en que las personas intercambian información, opinan, colaboran y se coordinan para dar forma a los asuntos públicos. Estar informado de lo que sucede en el entorno, ser miembro de una organización, votar y opinar en una asamblea de vecinos siguen siendo expresiones de participación ciudadana. Pero también lo es organizarse con otros para encontrar nuevas o mejores fuentes de ingreso, crear espacios de expresión cultural, o discutir temas de interés compartidos en redes sociales.

No está mal recordarlo: diferentes vías de participación son útiles para la expresión de distintos temas y agendas, e incluso para diferentes grupos sociales, sin considerar que unas vías son más válidas, importantes o legítimas que otras.

Aunque la ENVUD no permite distinguir entre la participación ciudadana en asuntos públicos y la participación ciudadana en asuntos políticos, sí permite conocer un abanico de posibilidades en términos de interés, información y comportamiento políticos. En una escala del 1 al 10, donde 1 significa “nada” y 10 “mucho”, los mexicanos “hablan de asuntos políticos con otras personas” (4.6) un poco menos de lo que les “interesa la política” (5.1). Entre su “interés en la política” (5.1) y su disposición a seguir las noticias, siguen más las noticias sobre política y gobierno (5.3), resultado muy parecido al grado de conocimiento que declaran tener sobre sus derechos civiles y políticos (5.4). La forma de participación política que despunta de las presentadas a los encuestados es sin duda la participación en elecciones (6.4).

Otro aspecto de la cohesión comunitaria es la organización para la participación. La ENVUD pregunta a los encuestados sobre sus creencias sobre la sociedad mexicana en términos de la acción individual y el trabajo colectivo para la consecución de metas. Sin embargo, da a los encuestados dos opciones que devienen en una dicotomía que deja fuera la posibilidad de actuar tanto en la búsqueda del beneficio individual como en la cooperación para metas comunes. Si se les presenta la dicotomía, a nivel nacional, una de cada cuatro personas (26%) cree que “los mexicanos suelen trabajar juntos para lograr metas comunes” y 73% afirma que “cada quien actúa en su propio beneficio”. Existen variaciones significativas en las creencias de los mexicanos en función de su ubicación geográfica. Mientras que en la región de la “Península” 18% cree que “los mexicanos suelen trabajar juntos para conseguir metas comunes”, en la región “Norte-Poniente” esta creencia es compartida por 38% de la población.2

La lectura tradicional equipara asuntos políticos con asuntos públicos y concibe el beneficio individual y la acción colectiva como una dicotomía. Si nos alejamos de esta interpretación, los mexicanos parecen mucho más activos, organizados y participativos. La misma proporción de ciudadanos que declara ser miembro de organizaciones como la iglesia también lo es de redes sociales como Facebook o Twitter: uno de cada diez. La coexistencia de comunidades físicas y virtuales, y el interés que despierta entre los mexicanos, hace pensar que al reducir los costos asociados con la participación y la organización, podría desquebrajarse la idea tradicional del desinterés ciudadano en la vida pública (ver gráficas 1 y 2).

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Por ello también resulta revelador considerar que las organizaciones asociadas a la discusión de asuntos “políticos” (sindicatos, gremios o partidos) tienen una membresía declarada menor a la de las organizaciones vinculadas con los asuntos “públicos” (grupos culturales, artísticos o barriales). Para la cohesión comunitaria, tanto las comunidades físicas como las virtuales, las organizaciones políticas y también las orientadas a los asuntos públicos, fungen como vías válidas y legítimas para la participación activa.

Un México diverso o muchos “Méxicos”

De acuerdo con la ENVUD, ciertos temas dividen más de lo que unen a los mexicanos. Sin embargo, ocho de cada diez también consideran que sería “bueno” que hubiera una mayor diversidad en las ideas y formas de ser de la gente. Sólo uno de cada 10 mexicanos cree que un aumento en la diversidad sería “malo”.

Los mexicanos celebran la diversidad en abstracto pero consideran que la diferencia en concreto tiene un impacto más negativo que positivo. Lo que nos hace iguales nos une y lo que nos hace diferentes nos divide. La unidad está construida con base en el discurso de la igualdad, no de la diversidad.

Desde el enfoque de cohesión comunitaria la diversidad se concibe como el conjunto de experiencias de vida que encierra lo que nos hace iguales y lo que nos hace diferentes, trascendiendo las definiciones de personas y grupos en función de categorías sociales. Desde esta perspectiva, la diversidad constituye un activo social.

Cuando la diversidad se reconoce, nos permite construir comunidades incluyentes, fuertes y justas. No obstante, cuando la diversidad no es valorada ni celebrada deviene en conflictos que acrecientan la severidad y profundidad de problemas sociales como desigualdad, pobreza, exclusión y discriminación.

Nuestra identidad nacional se construyó bajo un modelo hegemónico que concebía a los ciudadanos a partir de un tipo ideal, un “mexicano promedio” desde el cual se piensa a México y nos pensamos como un país homogéneo; un país conformado por “hombres, católicos, heterosexuales, mestizos, sin discapacidad y de clase media”. En este modelo, se piensa que la igualdad garantiza la unidad, y también que la realidad de las mexicanas y los mexicanos que se aleja del tipo ideal, segmenta y fragmenta a la población causando divisiones y tensiones que atentan contra una identidad nacional.

La diferencia sólo se tolera en función del número de personas que la detentan. Surge entonces la distinción entre “mayorías relevantes” y “minorías irrelevantes”. Se trata de una distinción que, por un lado, supone que el mexicano promedio es la mayoría —cuando en realidad equivale, según estadísticas del inegi, a 12% de la población nacional— y por el otro, niega que todas y todos pertenecemos, en algún momento, en algún lugar y en algún sentido, tanto a una mayoría como a una minoría. Todas y todos somos integrantes de nuestra sociedad constituida por su diversidad.

En la práctica, las personas tienen más de una identidad. Ésta se construye a partir de lo que un individuo comparte con otros (identidad categórica) y también por lo que lo hace único en relación con los demás (identidad ontológica). Si la identidad nacional no equiparara lo que nos hace únicos con lo que nos hace iguales, podríamos abandonar el tipo ideal del mexicano promedio para pensar en un México diverso, en vez de pensarnos como muchos “Méxicos”. (Ver gráficas 3 y 4.)

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De profecías que no siempre se cumplen: la (des)confianza interpersonal en México

Entre ciudadanos, la desconfianza parece una estrategia racional. Si yo confío en otro y aquel desconfía de mí, yo podría salir perdiendo. Si el otro confía en mí y yo desconfío, es el otro quien podría perder. A nivel nacional, esta racionalidad se ve reflejada en los resultados de la ENVUD, pues sólo uno de cada cinco mexicanos considera que se puede confiar en la mayoría de las personas (y no sobra decir que cuatro de cada cinco considera que no se puede ser tan confiado al tratar con la gente, ver Gráfica 5). El otro desconfía de mí porque supone que yo desconfío y yo desconfío porque supongo que el otro desconfía: la expectativa mutua es la desconfianza, no la confianza. Una auténtica profecía auto cumplida.

Contra lo que concluyeron las ciencias sociales por años sobre la uniformidad de los niveles de confianza interpersonal en México, la ENVUD registra importantes variaciones regionales. A diferencia de lo que sucede a nivel nacional, en la región de la “Península” sólo 1 de cada 10 mexicanos considera que se puede confiar en la mayoría de las personas mientras que en la región oriente son 2 de cada 10. Un mexicano tiene mayor probabilidad de confiar en otro mexicano en función de la zona del territorio nacional en la que se encuentra.3

Por otro lado, si nos referimos al tipo de personas involucradas en las relaciones —conocidos o desconocidos—, según la ENVUD, 6 de cada 10 mexicanos confía mucho o algo en sus vecinos. De hecho, éste es el segundo grupo en el que más confían los ciudadanos después de las iglesias. La confianza en los vecinos también varía entre regiones. En el “Norte-Oriente”, 7 de cada 10 mexicanos confía mucho o algo en sus vecinos mientras que en el centro lo hacen 5 de cada 10 personas. (Ver Gráfica 6).

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Estas variaciones permiten pensar que hay otros factores, distintos a quiénes y cómo somos los mexicanos, que afectan los niveles de confianza entre personas. La desconfianza como estrategia óptima entre ciudadanos queda, cuando menos, en duda. Habría que estudiar los factores externos al individuo que incrementan la desconfianza, en lugar de desconfiar sistemáticamente. En términos de cohesión comunitaria, este hallazgo se traduce en la posibilidad de ampliar la cantidad y calidad de las relaciones interpersonales. En la medida en la que se comparta lo que las personas quieren, piensan y sienten, un grupo social podría ampliar sus niveles de confianza. Desconfiar de todos, todo el tiempo, resultaría así una estrategia fallida y una profecía incumplida.

Uso y apropiación de los espacios públicos: más allá de la obra pública

El intercambio de información sobre lo que las personas y los grupos quieren, piensan y sienten es clave para el proceso de cohesión comunitaria. En dicho proceso, la distinción relevante no es entre espacio público y espacio privado; entre espacio físico y espacio virtual, o entre personas conocidas y personas desconocidas. La distinción relevante es la que existe entre la asociación de los espacios como infraestructura física y la significación de los mismos como esfera para la transformación de la dinámica social. Lo que permite la construcción de la comunidad es la forma en que personas y grupos recuperan, utilizan y se apropian de los espacios para distintos fines y en distintos tiempos.

La ENVUD no incorpora de manera explícita temas relacionados con el uso y apropiación de los espacios públicos entre la población mexicana, pero da algunas pistas sobre los lugares en los que personas y grupos interactúan, y factores que inciden en esa interacción.

El hogar constituye un espacio clave para la vida pública. Un espacio de interacción que suele ser asociado con los distintos tipos de familia. Dado que hogar y familia no son sinónimos, habrá que ser cuidadosos al interpretar los datos sobre la familia de la ENVUD en términos de espacio de interacción. Pero su importancia real y simbólica en la sociedad mexicana, así como la capacidad relativa de los mexicanos para distinguir entre un concepto y otro, hace inevitable referirse a los reactivos sobre “familia” para entender “hogar”. Al preguntarle a los encuestados cuáles son las cosas que mejor reflejan el éxito de una persona en la vida, una de cada cuatro (25%) responde que es la familia, y una proporción similar (27%) cree que el éxito que ha logrado en la vida se debe a su familia. (Ver Gráfica 7).

Otro espacio de interacción destacable entre personas y grupos es el de las iglesias y templos, así como los servicios religiosos que tienen lugar en ellos. De acuerdo con los resultados de la ENVUD, 46% de los mexicanos asiste cuando menos una vez a la semana a servicios religiosos. (Ver Gráfica 8).

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Finalmente, los espacios públicos virtuales, como Facebook y Twitter, cuya existencia es relativamente reciente, congregan a 8% de los encuestados por la ENVUD.

Desde la perspectiva de la cohesión comunitaria, los espacios públicos deben ser conceptualizados no como infraestructura física (edificios, parques, escuelas) sino también, y sobre todo, como los lugares donde la gente realiza aquellas actividades que le son significativas. Lo que les da significado y relevancia a los espacios públicos es lo que personas y grupos hacen en ellos. La distinción entre infraestructura física y su significación como ámbito propicio para la interacción permite comprender, al menos en parte, que en algunas ciudades existan parques vacíos y calles o cuadras con una importante actividad social.

El caso de Paseo de la Reforma, en el Distrito Federal (DF), puede ser un ejemplo ilustrativo. Reforma es un espacio público multipropósito que los ciudadanos del DF usan y del cual se han apropiado históricamente. Ahí se encuentra el centro de la actividad financiera del país (por ejemplo, la Bolsa Mexicana de Valores) y es un escenario recurrente de marchas para reivindicar derechos sociales (como las marchas por la diversidad lésbico-gay-bisexual-transexual). Fue frente de batalla —y para algunos símbolo de división— post-electoral en 2006 y también espacio para la reconciliación nacional a favor de la seguridad pública.

¿Cuántas avenidas como Reforma existen en México? Seguramente muchas, y son estos espacios los que las personas usan y de los que se apropian, los que se pueden aprovechar para fortalecer la cohesión comunitaria.

Identidad y pertenencia: de la abstracción del ser mexicano a la identificación con los territorios nacionales

Desde el enfoque de cohesión comunitaria, una comunidad se construye por los lazos afectivos que desarrollan las personas y los grupos con territorios (barrio, municipio, ciudad, estado, país), con colectividades (familiares, vecinos, paisanos, conciudadanos) y con un conjunto de signos y símbolos que conforman el imaginario colectivo. Ser mexicano es entonces la combinación de la pertenencia a lugares, grupos y referentes.

La ENVUD muestra que el orgullo por la mexicanidad se construye desde la abstracción. Las mexicanas y los mexicanos están orgullosos de su nacionalidad, de sus costumbres y tradiciones, y de la forma de ser de la gente; mientras que el orgullo decrece cuando se trata del desarrollo económico y del político-institucional.

Los motivos y niveles de orgullo varían en función de la ubicación geográfica. Las costumbres y tradiciones generan mayor orgullo en regiones como la denominada “Península” que en la región “Costa”.4 La “forma de ser de la gente” provoca un mayor orgullo en el “Norte-Oriente”, “Oriente” y “Norte-Poniente” que en la “Península”. Mientras que en el “Centro” los niveles de orgullo son consistentemente menores que en el resto de las regiones.

La ENVUD también muestra que a nivel nacional los mexicanos se identifican primero con lo local, luego con el país y al final con lo estatal: 4 de cada 10 mexicanos (43%) se sienten más identificados con su ciudad o pueblo, 3 de cada 10 se sienten más identificados con el país (28%) y una proporción similar (27%) con su estado o entidad federativa (ver Gráfica 9). También hay mexicanos que no se sienten identificados con ningún ámbito territorial de México. La identificación con un territorio varía a su vez en función de la ubicación geográfica. Por ejemplo, en las regiones del “Norte-Oriente”, “Centro-Occidente” y “Península” el porcentaje de personas que se siente más identificado con su estado o entidad es mayor al de quienes se siente más identificado con el país. Es decir, en las entidades federativas que conforman estas regiones la identificación va de lo estatal a lo local y después a lo nacional.

Esta lectura de los datos de la ENVUD sugiere que no necesariamente existe una relación entre los motivos y niveles de orgullo y las identificaciones territoriales. El orgullo es mayor en aspectos abstractos o generales (por ejemplo, ser mexicano) que con referentes concretos (por ejemplo, desarrollo económico y político) (ver Gráfica 10). Por el contrario, la identificación territorial es más estrecha con espacios más próximos al individuo (ciudad o pueblo) que con referentes más distantes o de mayor agregación (país).

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Si bien el proceso de cohesión comunitaria implica la identificación con lugares, grupos y referentes, y el orgullo por ellos, también supone la adopción de una noción de futuro común y compartido que permita pensar y sentir que se avanza en el mismo sentido y en la misma dirección. Los resultados de la ENVUD reflejan que la dirección y el sentido futuro de México podrían estar asociados con una “economía fuerte que ofrezca empleo y buenos salarios”, dado que a una mayoría de los encuestados (56%) le gustaría que este fuera el principal objetivo del país en los próximos diez años.

Por último, la adopción de dicha noción de futuro trasciende las creencias, actitudes y valores de las personas, asociándose también con las reglas formales e informales que norman el comportamiento, la identificación y la interacción entre mexicanas y mexicanos.

Derechos y deberes: la simetría ausente en México

En México impera una arraigada cultura de la ilegalidad. Esta frase resume el sentir de buena parte de especialistas, de la opinión pública y de la comunidad internacional. Es la explicación sencilla y recurrente a los problemas de seguridad pública, violencia y narcotráfico del país.

La explicación no es nueva. Durante las décadas de 1960 y 1970 tanto la Ciencia Política —entonces apenas floreciendo en el mundo— como las escuelas de Gobierno Comparado incorporaron a sus preocupaciones la relación de los actores sociales con la llamada cultura cívica o cultura de la legalidad. La explicación sostenía que en las democracias avanzadas funcionaba una sociedad respetuosa del marco jurídico y niveles considerables de aprecio por las instituciones.

En las democracias avanzadas, los ciudadanos tenían un alto respeto por sus conciudadanos, por las instituciones y por la democracia (destacaban, por ejemplo, textos como The Civic Culture). En contraste, en culturas como la mexicana, imperaba un desdén por la ley y las instituciones gozaban de bajos niveles de respeto por la vida democrática.

Desde una perspectiva de cohesión comunitaria, sin embargo, la ecuación puede explicarse de forma diferente. La ley es el punto de convergencia entre derechos y deberes. Es ahí donde se sintetiza el contrato social y los compromisos entre ciudadanos y gobiernos.

Hasta hace poco tiempo, los análisis empezaron a vincular los bajos niveles de cultura cívica en países como México, con el correspondiente desdén de los gobiernos democráticos por sus propios ciudadanos. La llamada “cultura de la ilegalidad” incluye tanto a gobiernos como a sus ciudadanos. Por cada ciudadano indiferente a la ley, hay un gobierno incapaz de hacer valer sus derechos. Los resultados de la ENVUD ratifican esta perspectiva: uno de cada dos mexicanos considera que los ciudadanos “nunca” o “rara vez” respetan las leyes, mientras que la otra mitad de la población lo hace “algunas veces” (ver Gráfica 11).

El desdén ciudadano por la ley tiene un espejo perfecto en el desdén del Estado por cubrir los derechos contraídos con los ciudadanos. En una escala del 1 al 10, los ciudadanos califican con 7 la calidad de la primaria y la secundaria, con 7.6 a la universidad pública y con 7 a los servicios de salud pública. Si la ley es intermitente para los ciudadanos, la calidad de los servicios que recibe lo es también (ver Gráfica 12).

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El contrato social se cumple sólo parcialmente. Tal vez por ello, los encuestados para la ENVUD califican a México como un país a medias, donde ni prevalece la escasez ni domina el bienestar. Y ante la pregunta de si está dispuesto a perder servicios públicos (derechos) con tal de reducir el pago de impuestos (deberes), la respuesta de los encuestados se orienta hacia un imperfecto equilibrio social: no hay una clara posición en términos de cumplir con derechos y deberes. En este tema, tanto gobierno como sociedad están en falta (ver Gráfica 13).

Entre la cuna y la tumba: el rol del Estado mexicano como garante de la igualdad

La cohesión comunitaria como proceso a través del cual se garantiza que todas y todos alcancen su máximo potencial supone una discusión entre autoridades y ciudadanos sobre el rol que debe adoptar el Estado en dos ámbitos: el tipo de igualdad que se debe garantizar y qué tanto debe intervenir el Estado para garantizar esa igualdad.

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Conforme a los resultados de la ENVUD, para los mexicanos el valor más importante es la igualdad (27%), por encima de la justicia (25%), la solidaridad (24%) y la libertad (22%). Paradójicamente, sólo 5% de la población identificó la desigualdad social como el principal fracaso del país en los últimos 200 años (ver Gráfica 14). Quizás esta paradoja deriva de que la ENVUD no permite distinguir qué tipo de igualdad valoran los mexicanos: si se trata de igualdad ante la ley y la protección de la ley, igualdad de oportunidades, igualdad de acceso a servicios públicos, igualdad de trato o igualdad de condiciones. Para fortalecer la cohesión comunitaria en México la sociedad y el gobierno deben definir la igualdad que buscan garantizar y los pasos a seguir para la materialización de este valor compartido.

En función del tipo de igualdad que debe garantizar, el Estado adquiere un rol maximalista o minimalista en el diseño e instrumentación de políticas y la provisión de servicios públicos. En el extremo maximalista del continuo, el Estado se erige como responsable de erradicar la necesidad, la ignorancia, la idolatría, la enfermedad y la miseria en el ciclo de vida de las personas “desde la cuna hasta la tumba”. En el extremo minimalista, el Estado se erige como garante del piso que iguale las oportunidades y permita que el resultado final dependa del mérito, el esfuerzo y el talento.

La ENVUD permite inferir las creencias de los mexicanos en relación con estos roles. A 1 de cada 6 encuestados les gustaría que el principal objetivo de México para los próximos 10 años sea el de establecer un “sistema de seguridad social que garantice servicios de salud y bienestar a la gente”. Este objetivo está más asociado con un Estado maximalista. Mientras que a 5 de cada 10 encuestados les gustaría que el principal objetivo de México para los próximos 10 años sea el de contar con “una economía fuerte que ofrezca empleos y buenos salarios”. Este objetivo está más asociado con un Estado minimalista (ver Gráfica 15).

Adicionalmente, es posible inferir el tipo de igualdad que valoran los mexicanos en función de continuos establecidos por la ENVUD en los que se plantean opciones hipotéticas para determinar lo que los encuestados aceptan o rechazan. En el primer continuo, en donde en un extremo se considera que “debería haber mayores diferencias de ingreso como incentivos al esfuerzo individual” y en el otro extremo se considera que “debería haber mayor igualdad de ingresos”, 56% se aglutina hacia “mayor igualdad de ingresos.” Pero ello no significa que haya un consenso fuerte en este sentido. Las respuestas de los encuestados varían notablemente por debajo del punto de equilibrio (ver Gráfica 16).

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En el segundo continuo, donde en un extremo se considera que “los individuos deben tener más responsabilidad para sostenerse a sí mismos” y en el otro que “el gobierno debe tener más responsabilidad para asegurar que todos tengan sustento” la población encuestada también está dividida: 57% se inclina por una mayor responsabilidad estatal. Nuevamente no hay consenso en torno a uno de los dos extremos.

En un tercer continuo, en un extremo se plantea que “los impuestos deberían reducirse, aun si esto significa menos servicios públicos” y en el otro se considera que “deberían mejorarse los servicios públicos, aun si esto significa aumentar los impuestos”. Nuevamente no hay una opinión definida, lo cual puede representar un “equilibrio imperfecto” que la sociedad prefiere no corregir.

Si consideramos que los encuestados por la ENVUD han vivido, en parte, un Estado benefactor en crisis, su desmantelamiento, el surgimiento del Estado liberal y también su crisis, puede haber buenas razones para no tener un opinión clara sobre estos temas. Lamentablemente, tampoco da señales sobre el tipo de igualdad que valoran los mexicanos y el tipo de intervención estatal que se requiere.

El proceso de cohesión comunitaria no supone un tipo ideal de Estado o de igualdad, pero sí requiere un contrato entre sociedad y gobierno que defina el entramado institucional, las políticas y los servicios públicos que se deben desarrollar para garantizar que las mexicanas y los mexicanos alcancen su máximo potencial.

Conflictividad, democracia y cohesión comunitaria

Toda sociedad tiene divisiones y tensiones de carácter político, económico, social, cultural, ambiental o religioso. El proceso de cohesión comunitaria facilita el establecimiento de mecanismos formales e informales mediante los cuales las autoridades y los ciudadanos detectan, gestionan y pueden resolver las causas y los efectos de dichos conflictos. Entre las causas de los conflictos se pueden identificar distintos tipos de violencia como la estructural, física, sexual, verbal, patrimonial y psicológica.

Por lo que toca a las causas de conflicto, la ENVUD muestra que los mexicanos encuentran parcialmente justificables ciertos tipos de violencia como “que un hombre le pegue a su esposa” (2.1, donde 1 es “nunca se justifica” y 10 es “siempre se justifica”)5 o “matar a una persona” (2). Conforme a nuestro pacto social, ambos tipos de violencia deberían ser completamente injustificables (ver Gráfica 17).

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Entre los efectos del conflicto, se pueden identificar, entre otros, los niveles de inseguridad de los mexicanos. En una escala que va de 1 a 10, donde 1 es “nada seguro” y 10 “muy seguro”, se pidió a los encuestados valorar el grado de seguridad en su entidad. Uno de cada dos encuestados consideró que su entidad estaba en niveles de seguridad de entre 7 y 10 puntos. Cuando se preguntó a los encuestados si consideraban que había nada o mucha violencia en su estado (al momento de levantar la encuesta), utilizando una escala similar, 1 de cada 2 consideró que en su estado los niveles de violencia estaban por debajo de 7 puntos (ver Gráfica 18).

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Además de las causas y los efectos de los conflictos, un elemento clave para el proceso de cohesión comunitaria es la existencia de un entramado institucional que permita dirimirlos de manera pacífica o, al menos, de forma no violenta.

Al canalizar institucionalmente las necesidades, demandas y preferencias de la ciudadanía, la democracia constituye una forma de gobierno que minimiza los costos individuales y maximiza los beneficios colectivos. Los datos de la ENVUD permiten ver el grado de aprecio por la democracia, su desarrollo y su apropiación. Uno de cada seis mexicanos considera que la democracia es el principal logro que ha tenido México, aunque sólo a 12% de la población le gustaría que México asumiera como su principal objetivo para la próxima década el tener “una democracia en la que los ciudadanos participen, ejerzan sus derechos y libertades y los gobiernos rindan cuentas”.

La encuesta también muestra —en una escala del 1 al 10 donde 1 significa que “no se ha desarrollado nada” y 10 que “se ha desarrollado completamente”— que la democracia se ha desarrollado menos (5.8) que las instituciones de gobierno (6.0) y que los derechos y deberes (6.1).

De acuerdo con la ENVUD, los mexicanos consideran a la democracia como un logro (más que como un objetivo prioritario), pero su desarrollo reciente ha sido menor que el de las instituciones de gobierno y el de los derechos y deberes que garantizan.

Cuando la ENVUD analiza el ejercicio del voto como una de las expresiones prácticas de la democracia, el escenario es menos halagüeño. El llamado “voto blanco” o “voto nulo” constituye la segunda preferencia electoral declarada por los encuestados: 19% de los potenciales electores anularían su voto en 2012, lo que constituye una muestra de su insatisfacción con el sistema de partidos. Uno de cada 10 encuestados considera además que no votará en 2012. Este porcentaje puede interpretarse como una muestra de insatisfacción con la democracia electoral y no sólo con el sistema de partidos (ver Gráfica 19).

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Lo que somos y lo que podemos ser

De haber sólo un tipo ideal de sociedad, de ciudadano, incluso de mexicano, habríamos construido esta historia de las creencias, actitudes y valores desde las brechas y los faltantes. A México le falta mucho, escuchamos todo el tiempo. Mucho para ser democrático, para ser participativo, para ser igualitario. A México le sobra desconfianza, discriminación, violencia e ilegalidad. Sin embargo, cuando revisamos el sentir y pensar de los mexicanos desde el enfoque de cohesión comunitaria, emerge otra historia. México es un país donde hay un interés significativo por la política que puede ampliarse hasta los asuntos públicos. Una geografía que se resiste a la idea de los muchos Méxicos y que ha optado por convertirse en un México diverso. Una nación que considera que la diversidad en formas de ser y de pensar es deseable. Es la historia de una población orgullosa de su nacionalidad, costumbres y tradiciones y que puede descubrir aún motivos tangibles y concretos para enorgullecerse. Una sociedad que ha encontrado también en los espacios virtuales un ámbito público para la construcción de la comunidad. Una ciudadanía y un gobierno que han asumido un contrato social que debe ratificarse en cada uno de sus actos cotidianos. Un pueblo capaz de confiar en sus vecinos, en la democracia y en el cambio de sus instituciones. Un país que valora la igualdad y que cree tanto en la responsabilidad individual como en la responsabilidad del Estado. Esta es la historia que se puede contar desde la aceptación del potencial y no desde el déficit.

* La ENVUD es un estudio realizado bajo los auspicios de Banamex, la Fundación Este País y un grupo de donantes interesados en hacer un retrato de los valores y las creencias de los mexicanos al inicio de la nueva década. Alberto Gómez, Federico Reyes Heroles y Alejandro Moreno agradecen al grupo de académicos, encuestadores e interesados en la temática de valores que, generosamente, aceptaron formar un Consejo Consultivo para este proyecto y cuyo tiempo, observaciones y sugerencias enriquecieron el estudio de manera importante: Andrés Albo, Ulises Beltrán, Edmundo Berumen, Eduardo Bohórquez, Federico Estévez, Nydia Iglesias, Rosa María Ruvalcaba e Iván Zavala. En la realización de la ENVUD participaron diversas empresas: Ipsos-Bimsa Field Research de México, S.A. de C.V. (que se encargó de levantar la encuesta en Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Colima, el Distrito Federal, Durango, Guerrero y Oaxaca); Mercaei, S.A. de C.V. (Nayarit, Nuevo León, Querétaro, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz); Nodo-WMC y Asociados, S.A. de C.V. (Campeche, Chiapas, Estado de México, Hidalgo, Jalisco, San Luis Potosí, Tlaxcala y Zacatecas) y Pearson, S.A. de C.V. (Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato, Michoacán, Morelia, Puebla, Quintana Roo y Yucatán). La empresa Berumen y Asociados se encargó del diseño de la muestra, la supervisión, la validación de la captura y el respaldo a las encuestadoras durante el levantamiento en campo.

1 El concepto de cohesión comunitaria y sus dimensiones, al que se hace referencia aquí, integra conceptos y experiencias de diferentes organismos e iniciativas nacionales e internacionales que han buscado comprender y medir aspectos tales como el tejido social, la cohesión social y la cohesión comunitaria. Para una explicación más detallada del enfoque de cohesión comunitaria y sus dimensiones, ver: Cohesión Comunitaria de Innovación Social y Fundación Este País, “Del tejido social a la cohesión comunitaria. Una aproximación inicial para México”, en: Este País, número 233, septiembre 2010, pp. 61-64.
2 Es necesario revisar otros factores que explican las diferencias de opinión entre regiones, distintos a los de la propia encuesta. Para los fines de nuestro análisis, se utiliza la clasificación que proporcionó la ENVUD por regiones, pero es necesario realizar un análisis estadístico desagregado por entidades federativas, así como saber qué entidades conforman las regiones y los criterios para agruparlas de esa forma.
3 Ibíd.
4 Ibíd.
5 Tal vez por razones de fraseo, la ENVUD no registra otras formas de violencia de género o familiar. Habría que considerarlo para el futuro de esta encuesta.

_______________
SUHAYLA BAZBAZ es Directora General de Cohesión Comunitaria e Innovación Social, A.C. EDUARDO BOHÓRQUEZ es Director de Transparencia Mexicana, A. C. Entre 1993 y 1997 fue responsable de la sección de prospectiva de la revista Este País. ROBERTO CASTELLANOS es candidato a doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM.

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Una respuesta para “Valores y cohesión comunitaria
  1. edmundo vallejo venegas dice:

    Estimados todos, muy valioso este trabajo… me gustaria contarles de una herramienta en formacion que hemos nombrado Huella Ciudadana pa concoer su opinion…muchas similitudes……soy miembro fundador de una org ciudadana recien formada Mas Ciudadania.. ademas soy consejero de la revista Este Pais..profesor en Ipade y muchos años en el mundo empresarial corporativo… los felicito…. me gustaria mucho saber, el articulo no menciona el punto, si a lo largo de los años–tendencia– uds piensan q el Ciudadano se mueve hacia involucrarse mas–motivo de celebracion– o no?…algun comentario al respecto?.. muchas gracias… felicidades
    edmundo

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