Puede que la encuesta de Reforma que puso a Andrés Manuel López Obrador a solo cuatro puntos de Enrique Peña Nieto acabe siendo un dato efímero. Aunque las demás encuestas consideradas objetivas llevan una tendencia clara hacia al tabasqueño, la gran mayoría siguen demostrando una diferencia de 10 puntos o más entre Peña Nieto y los demás candidatos. Si la encuesta de Reforma resulta ser un outlier —es decir, un resultado excepcional— y si los demás sondeos siguen indicando a Peña Nieto como el gran favorito, en un mes nadie recordará que había un jueves en mayo en que AMLO parecía tener una buena oportunidad de ganar el puesto que por poco ganó en 2006.
Sin embargo, por lo pronto, supongamos que es un dato significativo, y que ahora la elección está en juego. (Aunque no sea cierto, el próximo mes será mucho más interesante si es así.) Hay varios factores que explican el alza de AMLO, pero el crecimiento de dos bloques de votantes ha sido fundamental.
Uno, y el más obvio, es la proporción del electorado que se puede llamar anti-Peña, evidenciado más notoriamente por el movimiento Yo Soy 132, pero el fenómeno va más allá que los universitarios. Hace unos meses, varias encuestas le pronosticaban un voto efectivo cerca de o hasta arriba de 50 por ciento; ahora, en ni uno de los sondeos confiables alcanza tal cifra. Y el segundo grupo se encuentra entre, en las palabras de Macario Schettino, los votantes revolucionarios (o sea, los que voten por el PRD o el PRI). El crecimiento de este grupo se ha dado a lo largo de los tres años pasados, gracias a la crisis económica y la crisis de la seguridad pública. Después de promediar 60 por ciento de 2000 a 2005, y apenas 54 por ciento durante los primeros tres años del sexenio de Calderón, desde 2011 el bloque revolucionario ha rozado el 70 por ciento del electorado.
Por lo pronto, AMLO ha sido el beneficiario principal de estos cambios en la composición del electorado, ya que es el único candidato que ha estado en el lado ganador de los dos movimientos. Y claro, la campaña del mismo candidato ha sido fundamental para que aproveche al entorno favorable; como comentamos en este espacio hace unos meses, el AMLO de 2012 opera con un estilo muy diferente que todas las versiones antiguas. Ya no habla tanto de mafias ni se queja del supuesto fraude de 2006.
Un factor clave de hoy en adelante será la postura de Josefina Vázquez Mota, que es un poco irónico, ya que su campaña es la que menos ha impresionado. Pero como en el caso de Roberto Madrazo hace seis años, el destino final de los votos perdidos de la candidata en tercer lugar puede ser decisivo en una carrera pareja.
Ideológicamente, tiene más sentido que la candidata panista haga lo que pueda para ayudarle a Peña Nieto. El ex-gobernante del DF es más moderado ahora que hace unos años, pero su filosofía económica sigue siendo muy distinta a la del PAN. Muchos de los objetivos políticos más importantes para el PAN, especialmente una apertura de la industria petrolera, serían impensables en una presidencia de AMLO. Gracias a esas cuestiones ideológicas, me imagino, en los días después de la publicación de la encuesta, Vázquez Mota incrementó sus ataques contra AMLO.
Sin embargo, esa lógica no es absoluta. En muchos casos recientes, el afán de ganarle al PRI ha sido suficiente para unir al PRD y al PAN a pesar de las diferencias ideológicas. Aún en una contienda tan importante como la carrera presidencial, había muchas voces que querían sacrificar los principios ideológicos a la misma lógica de ganar a toda costa. Es por eso que, enfrentando una campaña que parece perdida, las mismas voces, tanto del PAN como del PRD, han opinado que Vázquez Mota debía retirarse para apoyar a AMLO. Aunque no llegue a ese extremo, existen muchos modos en que la candidata o sus operadores puedan frenar a Peña Nieto.
Lo más probable sigue siendo una victoria de Enrique Peña Nieto. Su campaña ha tenido el lujo de ignorar a sus adversarios en gran medida, pero ahora irá con todo contra AMLO, quien por cierto tiene una trayectoria política llena de actuaciones polémicas. Es decir, los propagandistas de Peña Nieto tienen mucho material a su disposición. Pero entre más encuestas que veamos como la de Reforma, entre más cerrada se ponga la carrera, más van a pesar las decisiones de la candidata panista en el tiempo que resta de la campaña.