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Foro HSBC: Clases medias y movilidad social
Este País | Enrique de la Madrid Cordero, Federico Reyes Heroles, Luis Rubio, Félix Vélez Fernández Varela, Mauricio Merino | 01.10.2012 | 0 Comentarios

¿Es México un país pobre o rico? ¿Qué relación guarda la movilidad social con el desarrollo de las clases medias? ¿Y con la democracia? ¿Cuál es el costo de sacrificar la cohesión social? La tercera y última entrega del foro sobre “Las clases medias en México” —organizado por HSBC, el Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC) y el Club Piso 51— busca dar respuesta a estas y otras preguntas importantes.

©iStockphoto.com/cenkerdem

ENRIQUE DE LA MADRID CORDERO: Muy buenas noches. Agradecemos su asistencia al Tercer Foro de Reflexión sobre las Clases Medias. Doy la palabra a Federico Reyes Heroles.

FEDERICO REYES HEROLES: La movilidad es un aspecto fundamental de las sociedades democráticas y refiere a una palabra muy poco cuidada en México: mérito. La movilidad siempre se asocia con ascenso social, pero en una sociedad meritocrática también hay movilidad hacia abajo. La palabra mérito denota esfuerzo, y todo mecanismo que fomente la cultura meritocrática impulsa también la movilidad.

Al respecto, ¿en qué situación se encuentra México? Por un lado, la población económicamente activa (pea) de nuestro país ya corresponde a la de una sociedad de servicios: 60% de los mexicanos está abocado a ese sector. Por otro lado, la pea mexicana ha dejado de ser agrícola. Además, por fin se tiene la aspiración de llegar a ser una sociedad del conocimiento.

El motor de la movilidad sigue siendo la educación, pues rompe la marginación y es esencial para terminar con los bolsones de miseria. En el excelente libro Clasemediero, Luis Rubio y Luis de la Calle afirman que la educación es el mejor instrumento para incrementar el ingreso y, por ende, estimular el crecimiento y la movilidad social. Sin embargo, nuestro sistema educativo tiene problemas. (1) El dinero fiscal invertido en educación —según datos de este año— ya es regresivo. (2) La deserción femenina —de las niñas que egresan de la primaria, solo entre 12 y 15% ingresa a secundaria— resulta gravísima; la expresión “educar a una mujer es educar a una familia” es estadísticamente correcta porque cuando una niña deja la escuela no solo ella está condenada a bajos ingresos sino también la siguiente generación. (3) Si no se proporcionan computadoras e internet a todas las regiones, se condenará de nuevo a este país a diferencias gravísimas. (4) Los exámenes estandarizados, para alumnos y maestros, han generado muchísimos problemas.

En cuanto al impulso del crecimiento, el peruano Hernando de Soto (en El misterio del capital) dijo hace 11 años que “los bienes que no están en el mercado, son bienes que están condenados a no generar ahorro”. Para comprobar esta tesis tomó cinco países —entre ellos México—, valuó mediante fotografías las propiedades edificadas en terrenos fuera del mercado (es decir, propiedades de regímenes social, ejidal y comunal, equivalentes a 50% del territorio), otorgándoles un valor de entre 10 mil y 20 mil dólares según los servicios que tienen, y sumó todas las edificaciones. Para México, el resultado fue de 315 mil millones de dólares, siete veces los activos de Petróleos Mexicanos. Pero este patrimonio no existe porque no está en el mercado: el país se da el lujo de castrar los ahorros de los pobres. Hernando demuestra que en Estados Unidos el surgimiento de la clase media se apalancó en la construcción de viviendas y la obtención de créditos contra esas viviendas para la creación de otros establecimientos.

Por otro lado, la pea agrícola va a disminuir mientras no admitamos su situación. Actualmente representa 14% de la población total y produce 3.7% del pib; la pea industrial equivale a 27% y no aumentará mucho más (en los países desarrollados tiende a estabilizarse en 24%), y la pea de servicios representa 59% de la total y genera 62% del pib. Como en cualquier sociedad desarrollada, en México crecerán los servicios. Mientras que la actividad agrícola genera 3.7% del pib, la cultura y el entretenimiento producen el 6%. Debemos admitir que somos un país desarrollado con estas características. Además, hay un dato dramático: 70% de ese 14% de la pea agrícola obtiene sus principales ingresos de los servicios o del sector secundario y no de la agricultura, lo cual implica que el campo no se vaciará sino que se tecnificará. No es el fin tampoco de la propiedad social, sino la entrada de los ahorros de los pobres en el mercado.

En resumen, debemos reconocer los ahorros de los pobres para permitirles el apalancamiento en el crédito y que puedan brincar a otro tipo de actividades en el sector secundario y en el sector ciudad.

Para finalizar, menciono dos temas centrales:
1. Hay que distinguir entre ilegalidad e informalidad. Es ilegal que un individuo venda fayuca en la banqueta, porque está utilizando un área pública para hacer negocio y traficar con mercancía indebida. En cambio, el que una costurera contribuya con su trabajo al ingreso familiar no es ilegal. Se trata de una actividad informal. Es importante conseguir que los informales se vuelvan causantes mediante el pago de iva, pero sería un gran error meterlos en el saco de la ilegalidad. En parte, México tiene una tasa muy baja de desempleo abierto gracias a la informalidad. Debemos entonces revaluar la organización del sector informal, que muchas veces aglutina clases medias incipientes.

2. El Seguro Popular tiene muchas bondades, pero hay un grave problema: no se puede universalizar un servicio si no existe un impuesto universal.
Mil gracias.

ENRIQUE DE LA MADRID CORDERO: Gracias. Le damos la palabra a Luis Rubio.

LUIS RUBIO: En la vida pública del país, históricamente ha circulado la idea de que México es pobre y no de clase media. Aunque se han realizado muchos esfuerzos para atacar la pobreza, particularmente en las últimas décadas, estos nunca se han enfocado en la construcción de un país de clase media. Un enfoque como este, sin embargo, permite renovar el discurso y replantear las políticas públicas. Nos habla de un país distinto, que se está democratizando en sus formas, en sus realidades, lo que sería inconcebible si nuestra sociedad no fuera ahora mayoritariamente de clases medias. Tenemos que pensar cómo construir algo nuevo, y ahí el asunto de fondo es la movilidad social.

Al respecto, retomo a Hernando de Soto. En algún artículo publicado en The Economist hace 15 o 20 años sobre la economía informal, contó que cuando era niño acompañaba con frecuencia a su papá a la finca familiar y que, al recorrer distintas zonas, distintos perros ladraban. Concluyó que la tierra es colectiva, pero los perros se limitan a un espacio específico, es decir, los perros saben lo que la ley no reconoce: hay propiedades distintas para cada quien. La propiedad puede ser colectiva en el papel, pero en la práctica cada perro se identifica con un árbol. Esta idea —que animó sus estudios sobre la economía informal y el sector financiero— es un buen tema para nosotros, porque seguimos pensando que las reglas del juego son una realidad y no al contrario, que la realidad debe darle forma a las reglas del juego.

Los problemas que se le auguran al país son enormes. A eso se refieren los candidatos, los programas gubernamentales, las discusiones cotidianas, y esa visión nos lleva inmediatamente a una actitud terriblemente pesimista, aunque sorprenda la transformación del país en los últimos 20 o 30 años. El libro Clasemediero no pretende sugerir que ya no hay pobres, sino provocar este tipo de discusiones, y en tal sentido ya logró su objetivo. Lo que hacemos es describir el proceso de cambio que ha vivido el país —más que determinar si estamos medio punto arriba o abajo de un porcentaje— y explicar que ese cambio tiene razones estructurales: (1) el crédito al consumo empezó a crecer de manera muy importante, y las familias pudieron adquirir bienes a los cuales no tenían acceso antes; (2) los esquemas de otorgamiento de hipotecas cambiaron realmente después de la crisis de 1994, cuando se hicieron viables las hipotecas de largo plazo; (3) los precios de los bienes de consumo típicos empezaron a bajar en términos reales y, en muchos casos, nominales; (4) las familias mexicanas tienen nuevas fuentes de ingreso: las remesas, muy importantes en el campo, y las becas universitarias, muy populares ahora pues una mayoría las solicita.

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Estos cambios estructurales fueron posibles gracias a la estabilidad financiera que inició en los noventa, la apertura de la economía, los cambios legales y el acceso a los créditos; además, son producto de la disminución de las tasas de interés provocada, a su vez, por la estabilidad financiera. Se ha tratado de un círculo virtuoso.

Estos cambios han tenido consecuencias. La población vota diferente, percibe el mundo de otra manera y tienes expectativas de futuro diferentes. El cambio en el ingreso real se percibe cuando la gente empieza a gastar en el cine, en un aparato nuevo, en salir de vacaciones, sin sentir que pone en riesgo su supervivencia. Se forma así una base política para una transformación mayor. Aunque todavía hay mucha resistencia al cambio, en las encuestas podemos observar que las percepciones y perspectivas de la gente joven son otras. Esta gente concibe el riesgo de una manera distinta. Una clase media cada vez más afianzada es también el mejor antídoto contra los intereses encumbrados: exige que los gobiernos rindan cuentas y apoya la realización de proyectos ambiciosos de desarrollo.

Entonces, ¿qué reforma puede generar mayor movilidad social? La que incida en la productividad, porque la productividad eleva el ingreso por unidad de trabajo, atrae inversión nueva y mejora la calidad de los empleos y su remuneración. Implica un problema complicado, el de la educación, pues no es posible elevar la productividad en este mundo globalizado si no tenemos los niveles de educación necesarios. Paul Krugman, escritor del New York Times, resumió el tema en una frase: “La productividad no lo es todo, pero en el largo plazo es casi todo”, porque determina el nivel de ingreso de las personas, el tipo de empleos que van a tener y la riqueza de una sociedad.

Se requiere entonces —como un objetivo expreso de política pública— afianzar, consolidar y ampliar la clase media, a la manera de otras naciones: resolviendo los problemas de educación y de financiamiento de los sistemas de salud y construyendo un Gobierno más funcional, entre otras acciones.

Vivimos un momento particularmente propicio para que esto ocurra, porque tenemos el bono demográfico —que no durará siempre— y la estabilidad financiera, que es clave para mantener la riqueza. Esto no es suficiente, pero al menos sabemos qué camino debe seguirse. La oportunidad es excepcional. Muchas gracias.

ENRIQUE DE LA MADRID CORDERO: Muchas gracias. Doy la palabra a Félix Vélez.

FÉLIX VÉLEZ FERNÁNDEZ VARELA: Un articulista del New York Times decía que la actual desigualdad en Estados Unidos es la más alta desde la década de los treinta. Esto tiene que ver con que los mercados están más allá del Estado y propician el famoso rent seeking, el lucratismo. Estamos en una situación en la que no se ve muy bien el mercado, pero ahora, a diferencia de la época del New Deal, tampoco se ve bien al Estado.

En una situación como esta, es importante hacer las reformas que permitan aumentar la productividad, como decía Luis de la Calle. Pero también hay que buscar el rescate de lo público. Como clasemediero de la Ciudad de México, la primera etapa de mi infancia la viví en la colonia Narvarte. A mí me llevaban a vacunar a una clínica de la Secretaría de Salud e iba a un parque público. Esas cosas las consumían las clases medias y las consumían también las clases bajas, y había alguna cohesión social. Hoy esto ha cambiado muchísimo: las clases medias van con su pediatra, pagan por las vacunas y se van al club privado. Por un lado hay más refrigeradores y lavadoras. Pero por otro lado me parece que la estratificación está peor que antes.

Consideremos también la demografía. En la década de los setenta se dijo que si México reducía la tasa de crecimiento de la población, esta tendría mayor bienestar. La tasa de crecimiento se redujo, sin duda, y gracias a eso hay menos pobres. Estudios como los de Carlos Brambila y Carlos Urzúa indican que la reducción en el número de hijos y en las tasas de crecimiento demográfica contribuyeron, más que los programas sociales, a la reducción de la pobreza.

Esto es bueno, pero hoy la productividad crece mucho menos de lo que crecía cuando la gente tenía muchos hijos. Si la tasa de crecimiento de la población cayó, la de la productividad cayó mucho más. Se logró la transición demográfica, aunque con estancamiento de la productividad y con un crecimiento muy lento del ingreso.

En los últimos años, el gasto en educación y salud ha crecido a una tasa real de 9 o 10%. La cobertura se ha ampliado, pero no podemos decir que la educación sea sustancialmente mejor. Cuando se habla de hacer deducibles de impuestos las colegiaturas, inmediatamente hay quienes dicen: “No, mejor apoyemos la educación pública”. El problema, sin embargo, es que no todas las instituciones educativas públicas ofrecen una calidad académica adecuada.

©iStockphoto.com/filo

En Argentina, hace 23 años afirmaban que el ingreso per cápita no era muy diferente que en México, aunque el nivel de pobreza era mayor aquí. Además, el capital humano de los pobres era sustancialmente menor en México, debido en parte a la labor del Estado en aquel país. Esto sigue siendo vigente. La necesidad de buscar entre particulares lo que no provee el Estado ha degenerado en una pérdida cada vez mayor de cohesión social y en una sociedad muy desigual.

Es cierto que debemos apoyar a las clases medias para generar mayor productividad y mayor bienestar en el país. Pero el rescate de lo público también es importante. Implica enfrentar grupos de poder y monopolios burocráticos. Si no lo hacemos, la sociedad estará cada vez menos cohesionada. Muchas gracias.

ENRIQUE DE LA MADRID CORDERO: Mauricio, te doy la palabra.

MAURICIO MERINO: Debemos rescatar el concepto de clase media y lo que está detrás, más que el debate sobre su contenido, porque no hay un consenso universal sobre dónde situar exactamente el punto en que una familia o un individuo se convierten en clase media, y cuándo y en qué condiciones están a salvo de volver a una situación de pobreza.

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El problema del concepto es que, por falta de datos definitivos, se basa en enfoques sociológicos. Así, una definición aproximada alude al elemento aspiracional: implica el reconocimiento de las clases altas y las “ganas” de un sector amplio de la población de parecerse a ellas. Esta visión conlleva el riesgo de propiciar otra forma de exclusión, porque los patrones de consumo no necesariamente acaban correspondiendo con las expectativas. Por ello, es mejor tener la aspiración colectiva de construir sociedades más igualitarias que fomentar en las personas la aspiración razonable de cambiar de estatus individualmente. Ambas posiciones se diferencian fundamentalmente en lo ideológico y, por ende, en las implicaciones de política pública y de relaciones sociales. Así, apostar por la igualación para que las clases medias sean cada vez más amplias es un acierto. Pero apostar por la ruta individualista conlleva un riesgo muy serio de falta de cohesión social.

Además del impulso a la educación, hace falta una política pública con la perspectiva de la igualación. Preocupa mucho que el Estado mexicano favorezca la lógica aspiracional financiando las universidades privadas, pues quienes desean salir de la pobreza recurren a las becas sobre todo por las relaciones personales que pueden hacerse ahí. Además, se trata de una política totalmente regresiva que tiende a incrementar la desigualdad.

Con esta misma lógica hay que revisar las políticas públicas del país. De acuerdo con datos del Coneval y las opiniones de diversos autores, la mitad de las políticas que pueden ser clasificadas como sociales es regresiva, y su efecto real anula la progresividad de la otra mitad.

Por último, la pérdida del espacio público es verdaderamente dramática. Por ejemplo, hay distinción entre quienes van a Plaza Santa Fe y quienes van a las plazas del Centro, lo cual produce mayor exclusión. Con la lógica aspiracional hay ganas de parecernos a los ricos, pero sin ninguna oportunidad de ser como ellos. Muchas gracias.

ENRIQUE DE LA MADRID CORDERO: Gracias, Mauricio. Gracias a todos.

___________________________

ENRIQUE DE LA MADRID CORDERO es licenciado en Derecho por la UNAM y maestro en Administración Pública por Harvard. Fue coordinador general técnico de la presidencia de la CNBV, diputado federal en el periodo 2000-2003 y director general de Financiera Rural. Desde agosto de 2010 funge como director ejecutivo de Relaciones Institucionales y Comunicación Corporativa de HSBC para México y América Latina.

FEDERICO REYES HEROLES es licenciado en Ciencia Política por la UNAM. Profesor en la misma universidad desde hace 20 años, ha escrito novelas y ensayos de teoría política y filosofía. Su más reciente libro es Alterados: Preguntas para el siglo XXI (Taurus, México, 2010). Es fundador de la revista Este País y hoy preside el Consejo Rector de Transparencia Mexicana. Colaborador de diversos medios audiovisuales e impresos, publica semanalmente en el periódico Reforma.

LUIS RUBIO es licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UIA y maestro y doctor en Ciencia Política por la Brandeis University. Analista de temas internacionales, economía y política, escribe cada semana en Reforma y es editorialista en periódicos como The Washington Post y The Wall Street Journal. Exdirector de Planeación de Citibank y exasesor del secretario de Hacienda, hoy preside el cidac. Es autor y editor de 45 libros.

FÉLIX VÉLEZ FERNÁNDEZ VARELA es licenciado en Economía y maestro en Políticas Públicas por el ITAM, maestro en Desarrollo Económico y Políticas Públicas y candidato a doctor en Políticas Públicas por la Universidad de Princeton. Fue asesor de la Presidencia del inegi y de la Presidencia de la República y subsecretario de Desarrollo Social. Profesor del itam desde hace 20 años, actualmente es secretario general del Consejo Nacional de Población.

MAURICIO MERINO es doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense. Miembro del SNI y del Consejo Directivo del INAP y exmiembro del Consejo General del IFE, preside la Asamblea Consultiva del Conapred. Fue gerente internacional del FCE, profesor del Colmex, la UNAM, la FLACSO y la Universidad de California, e investigador del Woodrow Wilson Center for Scholars. Hoy enseña en el cide, donde se desempeñó como director de Administración Pública. Ha escrito y coordinado 20 libros.

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