Este mes, México se convertirá en el primer país latinoamericano en acoger la Cumbre de Líderes del Grupo de los Veinte. ¿Qué importancia tiene presidir un grupo como este? ¿Sobre qué principios descansa la labor que está realizando México al frente del G20 y qué objetivos se persiguen?
En entrevistas con medios de comunicación y también en conversaciones con grupos diversos, a veces incluso entre gente muy bien informada, suelo encontrar miradas escépticas y cuestionamientos recelosos: ¿Cómo es que México pertenece al Grupo de los Veinte (G20)? ¿De verdad somos una de las 20 economías más importantes del mundo? Este año, encima de todo, México encabeza el G20 y esta importante posición solo aumenta la incredulidad de quienes todavía etiquetan a los países como desarrollados y subdesarrollados, o como de primer, segundo y tercer mundos.
Pero el sistema internacional de esta segunda década del siglo dista mucho del que se organizó tras la Segunda Guerra Mundial; dista también, incluso, del que nació tras la caída del Muro de Berlín. Hoy, las economías emergentes crecen más, y más rápidamente, que los países desarrollados. Los desafíos del mundo, tanto económicos como sociales, ambientales y políticos, requieren acuerdos que obliguen a todos los países, independientemente de sus diversos niveles de ingreso o desarrollo. Hoy, cuando las preocupaciones están en la disponibilidad de agua y de comida, en la sustentabilidad del medio ambiente, en el descontrol del sistema financiero, en el empleo o incluso en las acciones de individuos o grupos sociales más o menos organizados, las grandes potencias son crecientemente vulnerables a las medidas o políticas que adopten, o que no adopten, los países menos desarrollados.
México es la décimo cuarta economía del mundo. Nadie ha de dudar de su relevancia en el sistema financiero internacional; a quien hiciera falta evidencia, bastaría recordarle la crisis económica de 1994 y el consecuente Efecto Tequila, que afectó a países mucho más desarrollados. O, en un espíritu más positivo, mencionarle que nuestro país ha firmado 11 tratados de libre comercio –con 43 países–, lo que lo convierte en socio clave de todas las grandes economías del mundo. México exporta más que el resto de los países de América Latina juntos.
Nadie dude tampoco de las credenciales de México para presidir el G20. Están en su larga tradición diplomática, su compromiso con la cooperación internacional, su histórica defensa del diálogo como herramienta fundamental, no solo en la construcción de la paz mundial, sino del bienestar de los ciudadanos y del crecimiento sostenido de las economías.
El papel que ha desempeñado el país en el escenario global está marcado por destacadas contribuciones en temas como el desarme, los procesos de paz en Centroamérica y la permanente defensa de la solución pacífica de las controversias. En años más recientes, México ha sido un actor definitivo en temas como la integración regional y el desarrollo sustentable, campo en el que destaca la XVI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático, de la cual México fue anfitrión y pieza fundamental para alcanzar acuerdos en 2010.
El desafío que enfrenta hoy México, sin embargo, no es menor. Como presidente del G20, tiene la responsabilidad de propiciar un diálogo constructivo que impulse la recuperación económica en esta, la peor crisis económica que ha visto el mundo desde 1930.
2012 es un año crítico. Para muchas de las economías más importantes, es un año de definiciones y ajustes, debido a que aún no hemos podido superar la crisis financiera internacional de 2008. Para el mundo entero, ha de ser un año de reflexión seria y responsable sobre el futuro. Esta reflexión pasa por un inventario del costo de la crisis, en particular para los ciudadanos, pero ha de concentrarse en el papel de la concertación internacional y del trabajo conjunto en la solución de las vicisitudes y en la construcción de un desarrollo equitativo y sustentable.
Prioridades de la presidencia mexicana del G20
En la agenda que México propuso en diciembre del 2011 para el G20, están los siguientes temas: (1) estabilización económica y reformas estructurales para el crecimiento y el empleo, (2) fortalecimiento de los sistemas financieros e inclusión financiera, (3) mejora de la arquitectura financiera internacional, (4) promoción de la seguridad alimentaria y (5) crecimiento verde.
Esta agenda busca dar seguimiento a los compromisos de cumbres anteriores y mantener un equilibrio entre los temas urgentes y los de mediano y largo plazos. Pretende enfrentar tanto los desafíos de los países emergentes como los de las grandes economías. A partir de su privilegiada posición –entre los distintos niveles de desarrollo, entre el norte y el sur, entre el Pacífico y el Atlántico–, México tiene perspectivas singulares y sabe de la enorme relevancia del diálogo entre las naciones. Sabe además que la cooperación y la acción concertada son indispensables en un sistema caracterizado por la interdependencia. No faltan ejemplos de ello. El reciente incremento de precios en alimentos a consecuencia de la sequía podría haber parecido un problema nacional, pero era necesario entenderlo a la par de fenómenos que afectan al mundo entero: el cambio climático, las condiciones macroeconómicas y el comercio internacional. Por ello, algunas de sus principales soluciones se encuentran en herramientas como el desarrollo de nuevos mercados, el acceso a la información sobre mercados agrícolas, el manejo sustentable de los recursos y la transferencia de tecnología. El G20 ha sido el marco ideal para discutir estas alternativas.
Resulta evidente la necesidad de la concertación internacional en la promoción del desarrollo sustentable, el crecimiento verde y la lucha contra el cambio climático. El G20 está trabajando en este terreno para promover la eliminación de subsidios a los combustibles fósiles y para diseñar un paquete de herramientas sobre crecimiento verde que permita orientar reformas y apoyar el diseño de políticas públicas en países de bajos ingresos.
El desempleo, una de las principales preocupaciones de la presidencia mexicana del G20, es también un problema compartido. En esta crisis, las tasas de desempleo han llegado a alcanzar 25%, y entre los jóvenes el porcentaje es aún más alto. El Grupo se ha dado a la tarea de encontrar soluciones conjuntas para enfrentarlo. Se han identificado mejores prácticas y se han diseñado políticas para favorecer la contratación de jóvenes y personas de sectores vulnerables, fomentar una transición efectiva de la escuela al trabajo, fortalecer la seguridad laboral y social, promover la correcta aplicación de los derechos laborales y reforzar la coherencia entre las políticas sociales y las económicas.
También en el campo del combate a la corrupción, la necesidad de acción y diálogo internacional es cada vez más evidente. Los países del G20 han tomado acciones concretas contra el lavado de dinero, el fortalecimiento de las instituciones anticorrupción en cada país, la protección a ciudadanos y funcionarios que denuncien prácticas de corrupción y, en general, la promoción de la integridad en las administraciones públicas de los países integrantes. Durante la presidencia mexicana, el Grupo de Trabajo de Lucha contra la Corrupción impulsa medidas como la de negar la entrada a funcionarios corruptos por las fronteras de los países del G20.
Estos son solo unos cuantos ejemplos de la labor que está haciendo México, como presidente del G20, para impulsar la concertación de políticas públicas en beneficio del sistema internacional.
Diálogo ampliado
La labor de México es guiada por los principios de apertura, respeto, inclusión y transparencia. El G20, veíamos, es resultado de la creciente relevancia de países menos desarrollados que solían ser poco visibles en el proceso de toma de decisiones en el sistema internacional. No puede entonces sino estar consciente de la importancia de tomar en cuenta a otros países y actores que, también, han cobrado importancia en el desarrollo de las relaciones internacionales o que, cuando menos, se ven afectados por las decisiones del Grupo.
Por eso es que los jefes de Estado y de Gobierno del G20 acordaron el año pasado, en Cannes, buscar acercamientos efectivos y consistentes con países no miembros, organizaciones regionales e internacionales y otros actores, incluyendo a la sociedad civil.
El impacto de las decisiones del G20 en estos actores y países obliga a escuchar sus preocupaciones e intereses. Por eso, la presidencia mexicana ha honrado el compromiso adquirido en Cannes e incluso ha impulsado el diálogo ampliado. En estos meses, se han sostenido reuniones fundamentales con países no miembros, organizaciones internacionales y regionales, el sector empresarial, sindicatos, instituciones de investigación académica, jóvenes, organizaciones no gubernamentales y otros miembros de la sociedad civil.
Además de a España, invitado permanente del Grupo, México invitó a cinco países —Benín, Camboya, Colombia, Chile y Etiopía— que han de ayudar a dar mayor representatividad geográfica a las discusiones del Grupo durante este año. Además, nombró a un representante especial que ha visitado más de 12 foros internacionales en lo que va de 2012, tomando nota de los intereses particulares de los países no miembros para poder impulsarlos en el Grupo.
Por primera vez, México coordinó una reunión de instituciones de investigación académica interesadas en el G20 y su agenda. Sus recomendaciones han enriquecido las discusiones de los grupos de trabajo, ministros y sherpas a lo largo de estos meses.
También se han sostenido reuniones con grupos sindicales de diversos países del G20. Sus posturas, lo mismo que las de organizaciones no gubernamentales y de empresarios interesados en los temas de la agenda del Grupo, han fortalecido la labor del G20.
Grupos de jóvenes delegados de cada uno de los países del G20 discutieron en línea y en persona un documento de posición que presentaron ante el presidente Felipe Calderón el pasado mes de mayo.
La presidencia mexicana del G20 también ha puesto énfasis en el acercamiento a las organizaciones del sistema de Naciones Unidas. México está convencido de que el G20 puede coadyuvar a la labor de la onu y que, a su vez, las decisiones del Grupo pueden fortalecerse con la experiencia técnica del sistema de Naciones Unidas y otras instituciones y organizaciones internacionales especializadas.
La apertura y transparencia que ha mostrado la presidencia mexicana en estos meses no sorprenden a ningún observador cuidadoso. La transparencia debe ser la columna vertebral del quehacer público, no solo porque permite la rendición de cuentas, sino también porque detona el diálogo y el intercambio de posturas, ideas y contribuciones que llevan a la colaboración eficiente.
Los Cabos 2012 y el camino por recorrer
La cumbre que se celebrará en junio es el punto culminante del proceso G20. Ante todo, constituye un escalón muy importante para la estabilidad económica y la recuperación del crecimiento sostenido no solo de los países que integran el Grupo de los Veinte, sino de todo el mundo.
La presidencia mexicana del G20 continuará hasta noviembre de este año, con reuniones que tendrán como objetivo concretar los acuerdos que se alcancen en junio y mejorar la rendición de cuentas del Grupo. Para los países miembros, el reto inmediato es llevar a la práctica los acuerdos suscritos y asegurar que estos –a través de las acciones de los gobiernos– contribuyan a una mejor calidad de vida y a la recuperación. Esa es, sin duda, una de las metas de las reuniones en Baja California Sur: lograr que los beneficios del diálogo entre países no se queden en la esfera diplomática, sino que lleguen a las familias, a los jóvenes que buscan empleo, a las pequeñas y medianas empresas que necesitan de consumidores.
Para México, el G20 es una oportunidad de contribuir a la reducción de la brecha de ingreso entre los países y entre sectores sociales dentro de ellos, es una ocasión para impulsar el desarrollo sustentable y el crecimiento verde, y es también la posibilidad de incidir en el diseño de una nueva arquitectura financiera internacional, acorde con la realidad del mundo actual. Es una oportunidad y una responsabilidad que México asume con todo empeño.
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LOURDES ARANDA BEZAURY es subsecretaria de Relaciones Exteriores y sherpa de México para el G20.